“No puedo describir lo que siento, tuve la Champions en mis manos. Quise colocar el penal alto pero la pelota no subió. Lo pateé horrible”, así describió Arjen Robben uno de los peores momentos que le tocó vivir. Aquel penal tan recordado que el holandés falló en la final de la Liga de Campeones 2011/2012 ante el Chelsea. Esa fue la segunda oportunidad que desperdició el conjunto bávaro de adjudicarse su quinta “Orejona”, y la primera para él.

Cualquiera que hace un repaso fugaz por la vida del holandés de 30 años puede percibir que es un hombre curtido por todos los momentos dificiles que se toparon en su camino, aunque él, en casi todas las situaciones, supo salir adelante. Muchos lo tildan de ser individualista y flojo. De carácter complicado. Tuvo varios cruzes fuertes con compañeros, como el que protagonizó con el alemán Thomas Muller, que durante un partido contra el Werder Bremen discutieron por un tiro libre, y al finalizar el encuentro Robben lo agarró del cuello. “ No debe gesticularse con las manos; es algo que odio, una falta de respeto a los compañeros”, indicó luego el ex Chelsea.

Nació en Bedum, Groninga, Países Bajos. Se forjó en las inferiores del FC Groninguen, y en la temporada 1999/2000, con tan sólo 16 años, pasó a formar parte del primer equipo. Sus goles fueron un deleite y un atractivo para el Psv Eindhoven, que en 2002 no dudó y se lo llevó. En su primera etapa consiguió el título de la liga, y también le tocó vivir el primer momento difícil. Con 20 años, le diagnosticaron un “tumor benigno” en uno de sus testículos, pero él, tiempo después, se encargó de afirmar que se trató de un cáncer. “Tenía mucho miedo, vivir sin que el fútbol fuera lo más importante fue difícil. Y la espera, terrible. No sabía que iba a pasarme”, agregó Robben.

En 2004, sobrellevando su dura enfermedad como podía, Robbie dio su primer paso grande. El magnate ruso Roman Abramóvich, dueño del Chelsea, pagó 18 millones de euros por él, aunque el comienzo en los Blues no fue el esperado. Una serie de lesiones, como la fractura del empeine de su pie derecho en una pretemporada, lo marginó alrededor de cinco meses de las canchas. Sin embargo, producto de su esfuerzo y su convicción, Robben no sólo dejó atrás esa lesión, sino que también logró superar el tumor cancerígeno que lo aquejaba. Como si fuera poco, se ganó la titularidad en el primer equipo y se coronó campeón de la Premier League y de la FA Cup con el Chelsea, quedando como el segundo mejor jugador de Inglaterra por detrás de Wayne Ronney.

La noticia de que finalmente era un cáncer lo que tenía y no un “tumor benigno”, coincidió con su curación, lo que permite evidenciar que el jugador disputó la Eurocopa 2004 con Holanda mientras luchaba contra su enfermedad. Con la “Naranja Mecánica” debutó el 30 de abril de 2003, en un amistoso con Portugal que terminó 1 a 1 en Eindhoven. Faltaban 15 minutos para que finalizara el encuentro cuando el técnico de ese entonces, Dick Advocaat, llamó al chico de 19 años que poseía esa calvicie patente. Con la selección holandesa disputó tres Eurocopas ( Portugal 2004, Suiza-Austria 2008 y Ucrania-Polonia 2012), una Copa del Mundo sub 20 (Argentina 2001) y dos Copa del Mundo con la mayor (Alemania 2006 y Sudáfrica 2010).

En 2007 , luego de triunfar en Inglaterra con los Blues, pero ya opacado por una serie de lesiones y por su supuesta mala relación con Mourinho, Robben pasó nada menos que al Real Madrid. El conjunto Merengue desembolsó 36 millones de euros por él, calificado por los dirigentes españoles como “el mejor extremo izquierdo del mundo”. Sin embargo estuvo muy por debajo de las expectativas, perseguido por las lesiones, casi no tuvo participación en los Galácticos.

Finalmente, en 2009 aterrizó en Alemania, más precisamente en Múnich. Sí, el conjunto Bávaro se lo llevó de Madrid por 25 millones de euros. Con el Bayern, Robben encontró “su lugar en el mundo”. Ganó tres Bundesligas, dos Copas de Alemania, dos Supercopa de Alemania, una Liga de Campeones y una Supercopa de Campeones. Sin dudas la frutilla del postre, el gran reconocimiento a todo el sacrificio que el holandés realizó a lo largo de su vida fue conseguir la tan ansiada Liga de Campeones 2012/2013, derrotando a uno de sus clásicos rivales, el Borrussia Dortmund. En aquel partido Robben marcó el gol decisivo a los 89 minutos para desatar toda la euforia Bávara y posteriormente explotar en llanto cuando escuchó sonar el pitazo final del árbitro. “En la semana previa se habló mucho. Muchas personas me dijeron que esta vez iba a marcar el gol decisivo. Tuve varias ocasiones que no terminaron en gol pero me mantuve tranquilo y al fin llegó la ocasión definitiva”, indicó luego con su característico “estilo despreocupado”, como el mismo se define.