¿Y ahora qué? Esa es la cuestión. Boca y su espectacular plantel, eran la ecuación perfecta para llevar a cabo un año a puros títulos. Y no nos confundamos. Esa era la obligación del plantel y no solo un objetivo.

También y viéndolo desde otra perspectiva, sería chicato y hasta limitado decir que por un incidente ajeno a lo netamente futbolístico, Boca se quedó sin la torta. Porque en cancha, el equipo nunca termina de gustar. Lo que pasó en el entretiempo del choque copero, liberó al equipo del Vasco de quedar afuera de la copa jugando una serie miserable.

Acá entra en cuestionamiento el trabajo de Arruabarrena ¿Quién puede ser capaz de criticar los números del entrenador? La campaña azul y oro bajo su conducción, está encontrando resultados mayormente y el ritmo al que avanza Boca en el torneo doméstico es efectivo. Pero así y todo, este deporte resultadista no falta a la verdad cuando duramente cuestiona ciertas decisiones que no son comprensibles por lo menos a simple vista ¿Por qué no jugó Osvaldo en el Monumental? ¿Acaso los jugadores no están preparados para jugar dos veces por semana a la pelota? ¿Por qué vinieron jugadores de jerarquía para defender el arco de Boca, si en la ida contra River, un pobre Marín fue quien bailó con la más fea?

¿Quién duda de que Arruabarrena es un gran entrenador? Nadie. Pero así como los números muchas veces hablan a favor, también hay que decir que en dos semestres consecutivos Boca quedó afuera de copas internacionales con el sentado en el banco y nada menos que ante el eterno rival.

Y con todo esto que estamos hablando, es imposible olvidarse del hincha. Alma empedernida que semana tras semanas suda como si fuese el jugador número doce- y no por ser precisamente delincuente del paravalanchas. Difícil va a ser centrar la atención en el campeonato, consuelo de tontos para muchos.