El Pincha venció al Cervecero en un partido en el que tuvo todo para ganar. Arrancó fea la tarde para el equipo alternativo dispuesto por Mauricio Pellegrino, que regaló la primera parte del encuentro en la que le cedió la pelota al conjunto de Pablo Quatrocchi, quien acumula -con el de hoy- siete partidos sin ganar, con cuatro derrotas y tres empates.

Así y todo, el León tuvo la chance más clara al minuto de juego en los pies de Diego Vera, pero el ex Rafaela erró el mismo gol que perdió Carlos Auzqui, debajo del arco, ante Peñarol. No pasó nada en aquella primera parte, desprolija, más luchada que jugada, en la que el espectáculo lo dio el Fideo Matías Orihuela. El cordobés fue, con apenas dos intervenciones, lo más desequilibrante en el conjunto local.

Perdió la memoria. El rendimiento del equipo no tiene nada que ver con aquel Estudiantes del Torneo Final, sólido y punzante. El Pincha alternativo no le encontraba la vuelta al tímido conjunto de Quilmes y en el complemento, el DT mandó a la cancha al goleador, Guido Carrillo, quien le cambió la cara al equipo para ejercer la presión en el campo rival y hacerse de la tenencia de pelota.

Estudiantes fue más ambicioso y agresivo en del segundo tiempo, más allá de la presencia de Gabriel Graciani, un refuerzo que ya no resulta tal para convertirse en la incorporación que acumula rendimientos muy parecidos a los de Mariano González.

Había ingresado Carrillo desde el inicio y un minuto más tarde, la roja de Montaño dejó al Cervecero con diez hombres. Pellegrino, de lectura rápida, sacó del campo a Sebastián Prediger, quien estaba amonestado y corría por la cornisa de la expulsión. En su lugar ingresó Leandro Benítez. El Chino, sí. Como en los viejos tiempos se hizo cargo de la distribución que su compañero no supo interpretar.

A partir de allí, Estudiantes tenía 45 minutos para apretar a Quilmes. Sí, apretar. Porque no podía hilvanar tres pases seguidos y era de la única manera que podía llegar a lastimarlo. Pero a los diez minutos, una contractura de Maxi Oliva fue el giño para el entrenador, quien mandó a la cancha a Joaquín Correa y agotó las variantes. El número 10 arrancó desde la banda izquierda e hizo estragos en complementación con Carrillo y el mismo Benítez.

Y ahí apareció el partido del Pincha. Por si fuera poco, Matías Orihuela pasó a jugar de lateral izquierdo y era una tropa cuando se lanzaba en ataque. Sin embargo, de tanto ir por el carril izquierdo, el gol llegó por el andén derecho: Matías Aguirregaray consiguió poner al Pincha en ventaja y a otra cosa. A pensar en River. A poner la cabeza en la Sudamericana y a mejorar el nivel, que cuando se gana, dicen los futboleros, es más fácil.