Una fractura en la tibia contra San Lorenzo lo había apartado de las canchas por varios meses y muchos se preguntaban: ¿Cómo va a volver el torito? ¿Va a seguir siendo el mismo que antes?

Por suerte, él se encargó de contestar todas esas preguntas con buenas actuaciones. Cuando formaba un doble cinco, tanto con Jorge Ortiz como con Jesús Méndez, o cuando le tocaba jugar como único cinco en el cual se vio la mejor versión del uruguayo en el torneo.

En el inicio del torneo no se lo notaba bien físicamente, pero mientras transcurría el torneo se lo veía mejor en ese aspecto. Algo fundamental para la forma de jugar que tiene un cinco como él.

Con Mauricio Pellegrino, el torito se tuvo que acomodar a la idea de juego del entrenador y tuvo que hacer de doble cinco, en el cual no se lo vio muy cómodo, o hasta salir del equipo, la mayoría de los partidos, ya que el técnico prefería la dupla Méndez y Ortiz para manejar el mediocampo. Algo que, salvo muy pocas excepciones, nunca rindió.

Cuando le tocaba ir junto a Ortiz o Méndez en el mediocampo, siempre fue él quien se destacaba por sobre el otro. Un jugador que a pesar de tener algún mal partido en el campeonato, nunca le faltó la garra, la marca y el buen toque para el compañero que lo caracteriza, un jugadorazo.

Con la ida de Pellegrino y la llegada de Fernando Berón, de forma interina, el uruguayo volvió al lugar en el cual se siente más cómodo: de único cinco. Allí demostró que sigue siendo el mismo guerrero que aquel el cual se lesionó el año pasado.

Seguramente será una pieza fundamental para la nueva temporada que se aproxima, esta vez, con Gabriel Milito como director técnico.