Sin duda que la cabeza esté bien para el jugador es fundamental para que pueda jugar de manera correcta. Seguramente el traspaso frustrado al Galatasaray de Turquía a principio de esta temporada, cuando parecía que ya estaba todo arreglado, haya sido algo que sintió o golpeó muy fuerte en Martín Benítez y eso lo condicionó a la hora de jugar este torneo.

Más allá de que la temporada de Independiente no fue buena, él no era el Benítez del año pasado. Aquel generaba peligro en el área de enfrente, un organizador que decidía bien cuando tenía el balón en los pies y que se movía por todo el flanco de ataque. Totalmente opuesto fue su nivel en la mayoría de este torneo, ahora era un jugador como cualquier otro, no sobresalía del resto como en el equipo del año pasado.

Por suerte para él y para los hinchas, en el último partido de la era Pellegrino contra Gimnasia en La Plata y en los dos partidos que dirigió de forma interina Fernando Berón, ante Arsenal y Quilmes, Benítez volvió a ser un jugador desequilibrante y encarador y demostró que aquel jugador del 2015 que no paraba de estar en boca de los periodistas por como jugaba, no se había ido para siempre. 

Será porque no tuvo asignada una posición específica, encajonado en un lateral, sino que tuvo la libertad para moverse por todo el ataque, que es lo que, seguramente, mejor le sienta al misionero de 21 años.

Unas de las tareas que tendrá que llevar a cabo Gabriel Milito para el próximo campeonato es hacer que Benítez vuelva a tener el nivel que tuvo en 2015. Porque se sabe que es un jugador que, si se lo recupera, se le da continuidad y él vuelve a confiar en sí, puede volver a ser aquel excelente jugador que demostró ser aquel año y que estuvo muy lejos de ser el último torneo.