La primera idea de Gabriel Milito es tener la pelota. No se negocia. Cada trabajo en salida, movimiento en el mediocampo u desmarque en ataque está basado en mejorar aquella intención primordial. Se tiene la pelota para atacar, y cuánto más se ataca menos se defiende. No obstante, ayer ante Tigre, el equipo no atacó bien. Se volvió simple, repetitivo, sin variantes. La pelota se perdía siempre unos metros antes del área rival, y para peor, el equipo no estaba bien parado para recuperar.

Tigre aprovechó estas imperfecciones. Logró recuperar y limpiar rápido la jugada para aprovechar los espacios entre la defensa y el mediocampo de Independiente. La velocidad de Lucas Janson y Sebastián Rincón fue una amenaza para Gustavo Toledo y Nicolás Tagliafico. Con un simple pase largo ambos extremos podían quedar de cara al arco. Es un riesgo que Milito asume, y del que hasta el momento, nunca había sufrido tanto como anoche. Así llegó la apertura del marcador, por intermedio de Carlos Luna.

El arbitro Fernando Espinoza no ayudó al trámite normal del encuentro: debió expulsar a Galmarini y Luna, y cobró un penal inexistente.

Pero la buena noticia fue que tras encontrarse en desventaja, Independiente reaccionó de inmediato y logró lo que antes no podía: verticalidad, pases de primera, desmarques, gente pisando el área. Para esto, fue importante el aporte de Ezequiel Barco, más activo que nunca en ese momento del encuentro. No obstante, aquello fue una ráfaga y Tigre recuperó el equilibrio primero, para luego volver a generar peligro con la fórmula que lo había llevado al gol. En la última jugada del primer tiempo llegó la tranquilidad, por intermedio de un penal que no era: Víctor Cuesta agarró la pelota y puso el 1-1.

En el segundo tiempo se esperaba que Independiente logre una mayor tranquilidad y encuentre los espacios, pero eso no sucedió. Por eso Milito mandó a la cancha a Juan Sánchez Miño en lugar de un preocupante Cristian Rodríguez. El ex Boca se posicionó unos metros más atrás para jugar con más panorama y ayudar a Julián Vitale -otro de nivel irregular- en la circulación de la pelota. Lo cierto es que Barco lo intentó pero el orden de Tigre fue un recuerdo al miércoles pasado ante Chapecoense. Ni Rigoni ni Meza pudieron desequilibrar por los costados a pesar de la constante ayuda ofensiva de los laterales. Recién en los últimos minutos, más por empuje que por claridad y también con un notorio desgaste de Tigre -ya sin algunas de sus principales cartas ofensivas- Independiente pudo generar ocasiones para ganarlo. He ahí otra preocupación: la falta de efectividad, clave para ponerse primero en ventaja y dominar el encuentro, para ganar partidos que quizás no se merecen y por supuesto, para ir a Brasil y traer la clasificación.