No hubo propuesta futbolística ni de Independiente ni de Chapecoense. Nadie lo fue a buscar con claridad, sólo esperaron a que las chances lleguen solas y nutrirse de los errores ajenos. El desastre fue la figura del partido en los 90 minutos, que culminaron en cero con la resolución de los penales en favor de los brasileños.

El partido que no fue tal. Si hubiesen jugado un tiempo extra tampoco ibamos a escuchar el sagrado grito de gol. Nada de propuestas, ni de arremetidas, apenas cuatros situaciones claras del local de pelota parada en su mayoría (la suerte le dio la espalda) y sólo dos por parte de Independiente, que debía, por historia y por el resultado como local, ir a buscar el partido y batir a un miserable Chapecoense que consiguió con sus armas lo que el Rojo no pudo con las suyas, como si no le bastaran para lograrlo.

Vera aguantó todo e intentó jugar, fue el único que quiso hacerlo. Torito Rodríguez se comió la cancha y bancó al equipo en todas, al igual que Cuesta y Figal. Rigoni jugó nervioso, todas las que tocó las hizo mal. Meza hizo lo que pudo, fue intrascendente pero en un equipo al que recién se está adaptando. Ortíz no fue claro, al igual que el Cebolla Rodríguez, no generaron lo que se les pide en este equipo.

El local nunca sufrió en demasía, no fue atacado con certeza (sólo dos tiros peligrosos en todo el partido) y se fue abrazando al empate en busca de los penales. El partido se interrumpió a los 67 minutos por una gresca entre hinchas de Independiente y la mafiosa policía brasileña, como siempre suele pasar en torneos CONMEBOL, la policía en Brasil siempre es nefasta y se acerca con gusto a las barbaries con brutalidad. Esos diez minutos no sirvieron ni para cambiar la cara de Independiente ni cortar con el mal juego del Rojo, todo siguió igual hasta el pitazo final.

"Los penales se ganan con suerte", "Hay que saber patearlos"; "Los penales son injustos", son muchas de las frases cotidianas. Lo que sí es seguro es que Chapecoense convirtió cuatro e Independiente tres y así terminó la historia, ni siquiera esa vía supo utilizar el equipo de Gabriel Milito. Nunca alcanza, siempre es poco para Independiente, son secuencias que se repiten cada 6 meses. Ya no se gana con la camiseta ni con los nombres, esta llave se la llevó, con justicia, el que más acertó y menos erró en los 180 minutos.

Independiente estuvo dos veces arriba en la tanda de penales: Rigoni falló y lo empató el Verdao; Sanchez Miño tenía el definitivo en su zurda y lo desperdició. Parecía que el equipo de Avellaneda nunca fue con ganas de jugar los cuartos de final, mucha falta de actitud además de la clara ausencia de identidad futbolística. La tibieza pierde partidos, y en este caso, copas también. Lo que es merecido que quede eliminado, no prospera como equipo y no garantiza nada el hecho de jugar contra un "Don nadie" de Brasil. Deberá mejorar mucho si quiere ser campeón del fútbol argentino, solo van cuatro fechas y está tercero junto a Colón, San Lorenzo, Racing y River, a cuatro puntos de Estudiantes, el líder.

Otra vez vio la peor cara de la moneda: la derrota. Es algo que se viene consiguiendo con el tiempo. Hoy no se le puede echar la culpa al desastrozo y repudiable arbitraje ni a la suerte misma, si sabemos y entendemos que la tibieza pierde partidos.

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Sobre el autor
Martín Garrone
Periodismo Deportivo.