Olimpo de Bahía Blanca disputó un intenso encuentro frente a Independiente de Avellaneda. Generalmente, los partidos que presentan varias ocasiones de gol o hacen lucir a uno u otro arquero, significan dos caras opuestas. Una es el peligro que se genera al momento de avanzar; la otra, el peligro que se autogenera al momento de retroceder.

Iban y venían

En el primer tiempo mostró a dos equipos estudiándose, tratando de contar con la posesión del balón por parte de Independiente y con salidas rápidas para los de Olimpo. Hubo situaciones para cada equipo. Diego Rodríguez, arquero del “Rojo”, empezó a lucirse, por un instante hacía de arquero y por otro, de líbero, tapando esos huecos que su defensa dejaba. Todo esto producto de lo complicado que se lo ponía el avance de Olimpo.

Los locales fueron ofensivos siempre, esa fue la solución y el problema. El DT Perazzo propuso un once agresivo que aparentó ser un 4-4-2 equilibrado, pero que soltaba a los volantes sumándolos casi de extremos y adelantando a uno del doble cinco, como Gil, para conectarse con los delanteros.

Al margen de haber acabado sin goles en el primer capítulo, estuvieron cerca de ponerse en ventaja si no fuera por Rodríguez. Tanto Cuero como Borja estuvieron rápidos, atentos e insistentes para generar riesgo. Vega, por su lado y Olivares, desde su puesto, también eran una amenaza. Pero… ¿cómo volvían?

Independiente también tuvo lo suyo. Aprovechó las falencias de Olimpo de dejar muchos espacios entre volantes y defensores, exponiendo a estos últimos. Pero de tanto ir, a los bahienses se les apareció un penal. El arquero le cometió falta al colombiano Mauricio Cuero. Blanco, con esa característica manera de ejecutarlos, adelantó el marcador con un golazo. Pero nunca supo que después, tras dos amonestaciones, se iría expulsado.

Sostener un resultado

Eso trajo consecuencias más que peligrosas. La salida de un delantero y el ingreso de Cobo para rellenar la mitad de cancha. Olimpo ya no era el mismo en la faceta ofensiva pero sí lo era en la defensiva. Independiente nunca se rindió. Se veía venir. El 1-0 no garantizó nada.

La expulsión no fue la culpable; sí un agravante. Sills, Furios, Moiraghi y Villanueva, todos por igual, sufrieron. A lo largo del partido pero aún más se vieron expuestos en las dos últimas jugadas. El sector de Villanueva fue acceso libre para Pisano, quien metió el pase al medio para que Penco, jamás absorvido por Furios o Moiraghi, los aniticpara y pusiera el 1-0.

En la última acción, Sills no llega para cerrar y ese hueco lo toma Mancuello, que recibió un pase magistral de Montenegro, que nadie logró evitar, y definió con un golazo. Así fue Olimpo. Pudo haber hecho mucho más en ataque, pero en defensa lo pagó. Fue peligroso arriba pero abajo aún más.