River no venía en buen momento. En ese Apertura 2007 incluso fue uno de los peores campeonatos del Millonario de por entonces Daniel Passarella, y encima la fecha anterior al Superclásico había caído estrepitosamente por 4-1 ante Argentinos Juniors.

Boca, conducido por Miguel Ángel Russo, sí venía haciendo las cosas bien en el campeoanto y como agravante tenía la chapa de la Copa Libertadores ganada ese año, preparándose para el Mundial de Clubes en Japón.

Llegó el día del Superclásico más esperado, con el Antonio Vespucio Liberti vestido de gala y con la pasión de ambas parcialidades, un espectáculo hoy en día censurado por los violentos.

El condimento especial era que se jugó ese domingo 7 de octubre a las 14, dado que a las 16 jugaban Los Pumas ante Escocia en los cuartos de final por el Mundial de Rugby de Francia (aquella histórica gesta, premiada con la medalla de bronce).

Llegó la hora del partido, y del fútbol total. River propuso su idea desde el minuto uno, y la primera jugada de riesgo llegó de un cabezazo de Fernando Belluschi. Y tanta era la voracidad del equipo del Kaiser que la misma jugada continuó por medio de Diego Buonanotte, se la cedió por izquierda al Rasta que de memoria la jugó al medio y ahí apareció al zurda letal de Radamel Falcao García para abrir el marcador, a los 23´de juego.

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Tras el grito sagrado del colombiano, con el Monumental en llamas, el Millonario siguió atacando y avanzando sin piedad al arco rival. Y es así que corría el minuto 31 y otra vez en acción Buonanotte (el juvenil de voz aguda que había mostrado sus credenciales en el choque ante Rosario Central en la jornada 11 del torneo) entró en área y fue derribado por Gabriel Paletta: Héctor Baldassi no dudó, era penal.

Después de las discusiones, el encargado de ejecutarlo fue Ariel Ortega, el símbolo, el ídolo, el genio de Ledesma. Sin embargo, en el primer intento el arquero Mauricio Caranta le adivinó la intención al jujeño, pero se había adelantado: de nuevo. Y el Burrito, en la segunda no falló: 2-0.

Con el 2-0 puesto, River seguía dando cátedra de superiodad, tanto futbolística como anímica. El Xeneize estaba con la guerda baja, expuesto a sufrir una goelada histórica. Jonathan Maidana, hoy en Núñez pero ese día con la Azul y Oro, fue testigo privilegiado de Ortega, el despliegue de Belluschi, la picardía de Buonanotte, la firmeza en el medio de Leo Ponzio con Oscar Ahumada y Augusto Fernández, mientras que Juan Pablo Carrizo, a diferencia del Súper del Clausura 2007 (donde fue figura), prácticamente no tuvo trabajo. Apenas un tiro libre de Morel Rodríguz, en el segundo tiempo, apático y sin ganas de entrar a su arco.

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Como valor agregado y lo que le da el nombre al presente artículo, los inolvidables túneles que quedaron en la retina y en el inconsciente colectivo, a tal punto que los hinchas riverplatenses bautizaron a ese 7 de octubre como el Día Nacional del Caño. Primero, el toqueteo por la banda derecha y el olé que bajaba de las tribunas por la exquisitez del Burrito ridiculizando para siempre a Gabriel Paletta:

Peor no solo el jujeño se llevó toda la atención. Otro que la rompió ese Superclásico, nada menos que en su debut, fue Buonanotte. El Enano también dejó en ridículo a otro jugador boquense: Neri Cardozo, que no contento con ese caño le dio un plachazo al muslo izquierdo y se ganó una amonetsación. Lo repasamos:

Antes de terminar esa exhibición, Daniel Passarella sacó de la cancha al Enano para que el Monumental entero (menos la parcialidad boquense) se levante y lo aplauda de pie. Buonanotte aprovechó y caminó por la pista de atletismo levantando los brazos y gozando de sus minutos de fama.

Fue 2-0 final, pero en el rendimiento fue un resultado apabullante del Millonario. Boca, eventualmente, viajó a Japón a jugar el Mundial de Clubes y antes de partir, empapelaron Núñez de afiches con slogans en japonés con sus jugadores, a modo de revancha. Y Boca perdió contra Milan.

Los goles: