Generalmente, la grandeza de un jugador reside en sus logros, sus títulos, sus records. Esa es la medida que, siempre o casi siempre, correcta o incorrectamente, utilizamos. Pero hay veces que logramos escaparle al "tú no has ganado nada" patentado por José Luis Chilavert y valoramos a los futbolistas más allá de su palmarés.

Es el caso de Ermindo Ángel Onega, un excelente jugador de River de fines de los 50 y mediados de los 60, a quien el destino sólo le regaló un campeonato, pero que sin embargo, ha quedado en la memoria de todos los hinchas millonarios gracias a su enorme talento. Hoy, 21 de diciembre, lo recordamos en un nuevo aniversario de su trágica partida.

El ronco, como lo apodaban, nació un 4 de abril de 1939 en la localidad santafesina de Las Parejas, donde 18 años más tarde, sería descubierto por Renato Cesarini, quien lo llevaría a River. A finales de ese mismo año, con el equipo ya consagrado campeón, debutaría frente a San Lorenzo.

Lamentablemente, por esas cosas del destino, ese sería el único título de su carrera, ya que a partir de 1957, River comenzaría a transitar sus famosos ’18 años de sequía’. No obstante, la huella de Ermindo Onega permanece indeleble: 222 partidos jugados y 98 goles marcados vistiendo la banda roja a lo largo de 11 años. "Ermindo logró lo que pocos en su época: era admirado hasta por los hinchas de Boca", comentó alguna vez su hermano Daniel, otra gloria riverplatense.

Tristemente, en 1979, a este eficaz delantero, pero a la vez cerebral, rápido y habilidoso conductor, un accidente automovilístico en Lima, provincia de Buenos Aires, le costó la vida a sus 50 años. Sin embargo, hoy, a 35 años de su fallecimiento, su nombre sigue siendo parte de la historia del fútbol argentino.

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Sobre el autor
Diego Gómez
Redactor VAVEL Argentina