Leandro Romagnoli. El Pipi. El Tatuado. Para muchos, un enganche, uno de los mejores. Para nosotros, nuestro mayor ídolo. Nuestro abanderado. Él está a 24 horas del partido de su vida. De la vida de cuatro millones de cuervos. Está a tan sólo 90 minutos de hacer más grande su historia en San Lorenzo. De guiar a todo un planter a conseguir otra estrella. ¡Y qué estrella! El mediocampista de 33 pirulos ya consiguió en el conjunto de Boedo cinco títulos, entre ellos levantó la anhelada Copa Libertadores, pero está ante la posibilidad de posicionar al Ciclón como el mejor equipo del mundo. ¿Cómo no lo vamos a amar, a idolatrar?

Romagnoli comenzó su éxitosa carrera en la institución de Boedo un 13 de diciembre de 1998, cuando Oscar Ruggeri lo hizo debutar ante Racing. Ya tenía pinta de crack, pero muy pocos pensaron que ese flaquito de 17 años iba a transformarse en el mejor. Porque eso es el Pipi, el mejor. Con cada gambeta, cada asistencia, cada gol, él iba escribiendo su historia en el Santo. Con tan sólo 20 años y en un nivel increíble, que lo llevó a la Sub 20 de Argentina, el Tatuado le marcó el camino a un gran equipo -Saja, Romeo, Pipa Estevez, Ervitti, entre otros nombres importantes-, que en meses ganaron dos campeonatos: el Clausura y la Copa Mercosur, ambos en el 2001.

Pero no se quedó ahí, al año siguiente fue por más. San Lorenzo consiguió la Copa Sudamericana del 2002. Sí, la que en ese momento despreciaban y ahora todos se pelean por ella. Esa, la ganamos de la mano de Romagnoli. ¿Cómo no acordarse de su gol en la final? El 10 agarró la pelota poco átras de mitad de cancha y fue esquivando, uno a uno, a cualquiera de camiseta verde y blanco que se le cruzara por el camino. Y después, su clásico festejo que nos hizo bailar a su compás. Que nos hizo gritar a todos. Dos años después se fue a desparramar su magia por México y Portugal. 

Pero en 2009 regresó. Sabía que se había ido como un grande, pero volvió para ser gigante. Y las pasó todas. Todas. Porque las lesiones no lo dejaban en paz. Para colmo, unos años después nos tocaba vivir uno de los momentos más feos de nuestra historia, estábamos peleando por no descender. Él se pudo ir, porque le llegaron ofertas, pero decidió pelear por los colores que ama. Personalmente, me acuerdo de un partido en particular, uno que si perdíamos, tristemente, descendiamos: ante Newell's, en casa. Como olvidarlo, nos fuimos al vestuario 0-2. Nos mirabamos y no lo podíamos, ¡estábamos descendiendo! Pero Caruso Lombardi, quien era el técnico en ese momento, lo mandó a la cancha y... sí, lo dimos vuelta. Sobre la hora, el Pipi hizo una jugada maradoniana por la izquierda y le sirvió el gol a Gigliotti, que dio un pase a la red con la cabeza. Explotó el Nuevo Gasómetro. Lloraba el 10, llorabamos todos. El resto lo saben, la luchamos hasta el final y nos quedamos a donde pertenecemos, en Primera. Romagnoli era -y es- nuestro emblema. Pero las feas no quedaron ahí, al siguiente torneo le tocó sufrir una de las peores lesiones de su carrera: contra Belgrano, en el Kempes, se rompió los ligamentos. San Lorenzo jugaba con uno menos, no le quedaban cambios y no quiso salir. No quiso salir. Se la bancó como un guerrero y no abandonó al equipo, no nos dejó. Vuelvo a repetir la misma pregunta: ¿Cómo no lo vamos a amar?

Por suerte, después vinieron las buenas para él y para todos. Se fue Caruso, llegó Juan Antonio Pizzi, un DT casi sin experiencia, pero armó un equipazo. En el medio, Tinelli y Lammens se hicieron cargo del club y cambió todo en San Lorenzo, pero esa es otra historia. Decía, llegó Pizzi y le impuso un estilo de juego al equipo, pasamos de ser super defensivos a ser súper ofensivos. Fuimos el mejor equipo del Inicial 2013 y el 10 volvió a levantar otra Copa, que lo ubicaba como uno de los más ganadores de la historia del club.

Ah, en el medio del torneo, cumplió los 300 partidos con la camiseta azulgrana. Y después, vino lo mejor. Con el Patón Bauza como entrenador y  el Tatuado como estandarte levantamos la anhelada Copa Libertadores. Sí, Cuervos, lo logramos. El sueño de 4 millones se hizo realidad. Y, otra vez, Romagnoli tuvo que ver en nuestra felicidad. Pueden decir lo que quieran, pero para nosotros no va a ver otro como él, va a ser difícil superarlo, porque por cada logro que consiguió, por todo lo que nos regaló con su magia, se convirtió en el mejor, el que más títulos logró. Y ahora, ante el Real Madrid de Cristiano Ronaldo, se juega el partido más importante de su vida. San Lorenzo va en busca de levantar la Copa del Mundial de Clubes. Cuatro millones de cuervos estamos esperando ver al Pipi levantar el trofeo que nos corone el mejor equipo de todos, el mejor equipo del Mundo. Que de la mano de Romagnoli...