Vélez llegó al Sur con el estigma a flor de piel. Es que el equipo de Liniers, hacía rato que no conoce la victoria cuando sale de excursión lejos del Amalfitani. Es cierto, su último triunfo de visitante fue ante Defensa y Justicia finalizando el año 2014, pero desde allí contando para atrás, se le hace difícil recordar a la memoria un resultado de semejante magnitud. Ayer, la tarde de Quilmes no fue la exepción a la regla. Russo presentó un elenco insuficiente pero que aún así, no mereció perder.

Todavía siguen lamentándose Mariano Pavone y compañía, el hecho de no haber sido capaces de aprovechar el inicio del encuentro que encontró al conjunto local inseguro con la pelota. La acción de Fabián Assman fue un fiel reflejo de aquellos tormentosos primeros minutos para los de Julio César Falcioni. El arquero eludió a Milton Caraglio dentro del área y de puntín se la cedió a los de azul que resolvieron de pésima manera.

Con las limitaciones que ya conocemos y que desde aquí constantemente subrayamos, Vélez se propuso a jugar, aunque falto de profundidad, no inquietó al golero local en ningún momento. Y sucedió a los 17 minutos la jugada que abrió el marcador. Droopy Gómez, uno de los habilidosos del cervecero, ejecutó un tiro libre al corazón del área, Cubero la punteó pero el efecto hizo que el esférico siguiera avanzando entre las cabezas que pululaban anodadadas. Lucas Suárez aprovechó el desentendimiento general y con un buen salto logró conectar el balón que se metió junto al palo de Sebastián Sosa. Así Quilmes se ponía uno a cero y el panorama de Vélez se tornaba oscuro como la V de su camiseta.

A partir de esa jugada, el desconcierto se apoderó de los jugadores del fortín. Con un Leandro Somoza errático y con Leonardo Rolón, aislado en su puesto recostado sobre la derecha, más enganchado en su duelo personal con Diego Buonanotte que con el desarrollo del juego, las pelotas iban a parar a Pavone o a Caraglio, sin transición entre la defensa y los delanteros.

El cambio de actitud para la segunda etapa, fue producto de dos factores primordiales. El primero, el ingreso de Yamil Asad y Ramiro Cáseres, jugador por el cual velamos para que sea titular, y segundo, el penal que fue concedido tras un supuesto agarrón a Pavone en el área a los 3 minutos. Caraglio lo cambió por gol y con ello llegó la resurrección velezana. Los ingresados se adueñaron de la organización del juego, e inclusive pudo haberlo dado vuelta el conjunto que vistió de azul y negro. Pero como al equipo lo aqueja la falta de llegada y la generación de juego, nunca pudieron ni Rolón con sus desbordes, ni Asad ni Cáseres avivando al equipo, plasmar de lleno esa recuperación anímica.

En la única jugada asociada de Rubén Ramírez y Claudio Bieler en el partido, los delanteros pusieron en jaque al arco defendido por Sosa que tapó de manera espectacular un remate del tito desde el punto penal. Directo sobre la humanidad del uruguayo fue la redonda.

El partido daba para un empate cuando el reloj marcaba 40. Un compañero peinó la pelota en la medialuna, Ramírez la recibió casi frente a Sosa y fueron Hernán Pellerano y Emiliano Amor, con intención de salvar el arco, quienes cruzaron al delantero que se desplomó al sentir el contacto. Fue el mismo jugador quien anotó el segundo y así el elenco de Russo perdió el invicto en el campeonato.

Qué paradójico es el fútbol a veces. El de ayer fue quizá el único partido que Vélez no mereció perder en lo que va del campeonato. Es cierto que se hizo justicia, si lo miramos desde otra perspectiva, ya que el premio fue excesivo contra Crucero del Norte y hasta frente a Sarmiento si hilamos fino.

Vélez y una dura derrota en el camino de las irregularidades a las que nos tiene acostumbrado desde hace algunos torneos. 

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