Ante el mal momento económico que derivó en la imposibilidad de fichar jugadores, la comisión directiva buscó para el 2015 un técnico que no negocie su plan de juego a pesar de resultados adversos. Por eso, Miguel Ángel Russo se hizo cargo del plantel, porque era un técnico de vasta trayectoria que dirigió en gran cantidad de clubes y no traicionó nunca a su forma de ser a pesar de figuras o jugadores en los planteles.

Para un equipo joven su ideología vino bien, ya que le dio una identidad. El 4-4-2, quizá en algún momento modificado por circunstancias de juego, se volvió el esquema velezano. La idea fue que la última línea se encargue de defender, mientras que en el medio se intentó lograr una proyección por las bandas. Por eso, Fabián Cubero fue definitivamente el ‘4’, mientras que Damián Pérez no mostró tanto despliegue ofensivo como ‘3’.

Exceptuando Leandro Somoza, los veteranos siempre cumplieron con el pedido del DT. Se manutuvieron firmes a la idea a pesar que quizá la intención de los mismos sea otra. A esto se sumaron los centrales, Gianetti y Amor, que solo pasaron al ataque en situaciones de pelota parada.

Sin embargo, en el medio estuvo el problema. Ante la falta de liderazgo de Somoza, los jóvenes nunca se terminaron de aferrar a la idea de Russo. A partir de esto, el equipo perdió sincronización y las intenciones ofensivas quedaron solo en las ganas de atacar. Sobre el final, ya con un vestuario partido y con varios players fuera del plantel, el equipo empezó a mostrar cohesionado.

Ante la falta de los resultados, el público de Vélez mostró un desencanto cada vez mayor. El equipo no creyó en la táctica de Russo y los constantes parches hicieron de una situación insostenible. Por eso la dirigencia y el entrenador acordaron, antes de finalizar el certamen, culminar el vínculo contractual en diciembre del 2015. 

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