Decir simplemente que Guillermo Vilas fue el más grande del tenis argentino parece redundante. Lo cierto es que el paso de tiempo, junto al retroceso de los tenistas argentinos actuales, hacen que una hazaña deportiva conseguida cuatro décadas atrás coloque a los amantes de este deporte más nostálgicos que nunca y más vivos en el recuerdo que siempre: ¿Quién no recordará el 15 de diciembre de 1974?

Para los despistados, en esa jornada Willy -el magnifico apodo que inmortalizó a Vilas en este ambiente- pisaba el césped de Melbourne para disputar la final del torneo de Maestros contra el siempre recordado Ille Nastase. Claro favorito, a priori, el rumano fue espectador de lujo de la primera hazaña del tenis argentino: el marplatense se impuso por 7-6, 6-2, 3-6, 3-6 y 6-4, atendiendo su primera conquista importante y comenzando una carrera inigualable. Es indudable que haber conquistado ese trofeo en aquellos años dista mucho de cualquier coronación que se pueda alcanzar hoy. Es inimaginable que algún argentino tome su coraje y pueda romper todo tipo de pronósticos, como aquella tarde. ¿El motivo de esto? Vilas fue un adelantado y consiguió que el tenis argentino comience a ser respetado. Tras su paso por las canchas, los argentinos dejaron de ser sorpresa para pasar a ser realidad: Clerck, Jaite, Cañas, Gaudio, Nalbandian o Del Potro fueron siempre respetados en una cancha….por ser argentinos.

Lo anecdótico de esa tarde lo marcó Vilas con una frase: "El pasto es un poco para las vacas y un poco para el tenis". Por supuesto que hablar de la zurda de Vilas, del desarrollo del partido, de la emoción al ganar ese match o del abrazo con el entonces preparador físico, Juan Carlos Belfonte, no hacen más que encasillar la historia en un lugar muy pequeño. Ese suceso no fue un día más, ni se recuerda por ser el título argentino en el primer mundo: fue el trampolín que cambió la mirada hacia aquel jovencito de Buenos Aires.

Tras ese primer hito vino la historia grande para él: campeón en Roland Garros y US Open en el soñado año 77 y bicampeón del Abierto de Australia en 1978 y 1979. Cinco títulos notables -más una lista de otros logros- para el más grande de todos los tiempos que a 40 años de la primera conquista ya cuenta con su estatua y los sanos elogios de todos. No habrá persona en el mundo del tenis que ignore lo que fue la magia de Vilas. Tampoco existirá ser humano que olvide alguna de las victorias de este hombre.

El actual tenis argentino revaloriza la situación de Vilas, y la ausencia de estandartes como aquel no hacen más que acrecentar su figura. Claro que no todo es malo, y tras su paso por el mundo, algunos otros jugadores argentinos marcaron la historia con su sello. Eso sí, como él, ninguno, y a cuatro décadas de aquel inolvidable triunfo su grito sigue en el viento. ¿Será porque fue el primero o porque fue el mejor? En ambos casos la respuesta no cambia su grandeza, ni la historia borrará su nombre que es cada vez más grande.