Martin Munkácsi, el mago de la imagen en movimiento
Foto: Martin Munkácsi ©

En no pocas ocasiones se hace referencia a la fotografía en términos no demasiado justos con lo que representa y ha representado para el ser humano en los campos de la historia reciente y la comunicación. En esta línea podemos encontrarnos con la fría y vacía definición que reduce la instantánea captada por el reportero gráfico o el fotógrafo, a la simple impresión de la realidad a través del uso de la tecnología. Nada más lejano a la realidad, una definición que dista un abismo del maravilloso mundo que entra en juego cuando un fotógrafo hace uso del espacio, la luz, la imagen estática o la siempre complicada, pero inigualable imagen en movimiento. El apasionante juego artístico entre el objetivo, el botón de nuestra cámara, la claridad del mensaje –la técnica- y las milésimas fracciones de segundo en las que se consigue captar la instantánea única que pasará a la posteridad. Justo cuando se inicia el proceso que transforma la imagen captada en arte, a partir de ese instante comienza el proceso de comunicación entre creador y observador. Aquello que definió León Tolstoy como proceso de infección, en el que el autor ‘infecta’ con sus sentimientos y logra transmitir al observador la experiencia que sufrió el autor.

De este modo y aunque no todo en fotografía es arte -pues todo depende de la intención del autor a la hora de inmortalizar el momento- la cámara para el fotógrafo profesional debe ser lo que el pincel para el pintor o el cincel para el escultor. La máquina es el instrumento sobre el que se tañe la maravillosa melodía visual de la imagen, magia cotidiana, pues la imagen captada puede convertir la cotidianidad en algo extraordinario. Es la metáfora perfecta de una mirada, una maravillosa forma de descubrir el mundo a través de la ventanilla del visor. Gracias a ella podemos componer el mapa visual de nuestra historia reciente, hoy día con el desarrollo tecnológico y de las telecomunicaciones se ha convertido en un fenómeno global que viaja en segundos por el planeta a bordo de las redes sociales. Una inmensa mayoría del primer mundo porta una cámara con la que retrata la vida, todos podemos considerarnos fotógrafos en potencia, pero son pocos los que logran captar esas intangibles esencias que se escapan a nuestra mirada y que los artistas son capaces de atrapar.

En diversas culturas fue muy extendida la creencia de que una fotografía puede robar el alma, atraparla, aprisionarla dentro de los elementos orgánicos de la misma. Lo cierto es que podemos hablar de fotografías con alma, instantes, imágenes con su propio lenguaje que nos transmiten sensaciones únicas. La calidad fotográfica ha evolucionado exponencialmente en las últimas décadas, la paleta y la escala cromática del color aportó una carga de matices y un realismo ilimitado, pero la simplicidad del blanco y el negro aún conserva toda la magia primigenia. La fascinación que nos genera la fotografía en blanco y negro, es diferente del resto de tipos de fotografía, transmite una mayor carga emocional y es fundamental en la composición de la imagen. En el ojo fotográfico el blanco y el negro es la reina de las fotografías y un día gris puede convertirlo en un paisaje maravilloso.

La fotografía es un arte y llegados a este punto, buceando en el archivo histórico encontramos a uno de sus grandes creadores en la figura de Martin Munkácsi, fotógrafo húngaro de origen humilde que acabó convirtiéndose en reportero estrella y mejor pagado de su época.

Nacido en la localidad austro-húngara de Klozsvar, en 1896 comenzó a ganarse la vida a través de la fotografía deportiva. A él se le deben las primeras grandes fotografías deportivas, las primeras miradas geniales al fútbol en formato grande. En el citado oficio podría haber permanecido en el anonimato, pero al estar en el momento y lugar preciso logró captar y atraer la atención pública sobre su trabajo. En aquellos inicios Martin era un maestro captando el instante preciso del esfuerzo del atleta, su talento, su plasticidad, pero el azar le convirtió en testigo privilegiado de una escena de violencia que concluyó en la crónica negra de sucesos con una víctima mortal. El lugar y el momento preciso en el que Munkácsi, disparó el objetivo con la intención de captar la escalada de violencia que presenciaba. Una serie fotográfica que resultó esencial para el esclarecimiento de los hechos y la exculpación del acusado.

Aquel fue el primer paso hacia el estrellato de un fotógrafo deportivo que le condujo a Berlín en 1928, ciudad alemana en la que abrió camino a ilustres nombres como Laszlo Moholy o Ernö Friedmann –Robert Capa-. En Alemania encontró los medios tecnológicos para perfeccionar su innovador y genial trabajo con la imagen en movimiento. La prodigiosa técnica y habilidad para convertir en arte las instantáneas captadas por su pesada cámara réflex 9×12. Prestigiosas revistas alemanas como Die Dame, Koralle, Uhu y Vu, fueron receptoras de su enorme talento, aunque un periódico lo hizo de una forma y manera especial. Este fue el caso del Berliner Illustrirte Zeitung, innovador periódico de la Editora Ullstein, con una tirada superior al millón de ejemplares, que puso en órbita el talento del maestro de Klozsvar.

Martin Munkácsi se convirtió sin dudarlo en uno de los máximos exponentes de la nueva visión y modernidad de la fotografía de su época, su trabajo un magnífico legado dejado a la humanidad entre 1923 y 1963. Tres grandes ciudades le sirvieron como testigo: Budapest –en la que todo comenzó-, Berlín –en la que perfeccionó su estilo- y Nueva York –en la que pasó definitivamente al estrellato-.

Por su origen judío tuvo que huir a EEUU en 1934 donde una vez asentado, su talento afloró definitivamente al publicar imágenes tremendamente exitosas en la prestigiosa Life. Martin firmó lucrativos contratos, con Ladies’ Home Journal con la que realizó la recordada serie “How America lives”. Un contrato de más de 100.000$ con la prestigiosa revista de moda Harper’s Bazaar. En aquella revista y con el apoyo de la editora de moda de la revista Carmel Snow, cambió para siempre la historia de la fotografía de moda. Su trabajo en gran formato de imágenes de deportes o en movimiento fue una aportación muy importante para el desarrollo de la fotografía que trasladada a la fotografía artística le sirvió para convertirse en el primer gran maestro de la imagen en movimiento. Su precisión era asombrosa, la fotografía dejó de ser estática, las modelos saltaban, corrían y Munkácsi capturaba maravillosamente las bellas líneas y facciones en acción de las chicas.

Ver nuevamente el majestuoso trabajo de un genio de esta estirpe es regresar a la esencia, a los grandes maestros de un oficio que jamás dejó de ser un arte, pero que si fue reconocido como tal fue gracias al trabajo y la creatividad de artesanos de la imagen como Martin Munkácsi, el mago de la imagen en movimiento.

Fotos: Martin Munkácsi ©

VAVEL Logo