Bolt ha vuelto. Se puede afirmar así, pese a su salida, tan mala, por la que él dijo no estar contento. Regresaba Usain a la Liga de Diamante tras una temporada, la anterior, prácticamente en blanco, y una primavera en la que solo emitió señales negativas. Tras un mes desaparecido, ausente de dónde se le esperaba, en París y Laussane, el astro jamaicano lanzó un fuerte mensaje en la primera jornada de la Liga de Diamante de Londres, en donde venció y por fin bajó de los diez segundos: clavó los 9,87 segundos tanto en la serie como en la final. 

El astro jamaicano acalla así las voces que ya lo veían derrotado dentro de un mes ante el americano Justin Gatlin en el Mundial de Pekin, adonde prometió estar en sus pruebas habituales, 100, 200 y 4x100 metros. Lo hizo más por su actuación en la semifinal que en la final. Con el suelo todavía mojado por el diluvio del principio de la reunión y aire en contra (-1,2 metros por segundo), Bolt salió con la fluidez de otras veces y no pareció forzar al final. Una hora después, el asunto fue bien distinto. Tras una penosa salida, a Bolt le costó toda la carrera tomar la cabeza. Su prodigiosa zancada, su legendaria resistencia a la velocidad, solo se impuso en la parrilla ante la presión del estadounidense Michael Rodgers (9,90s) y de su compatriota Keymar Bailay-Coole (9.92s), en cabeza hasta entonces. El viento, también en contra, era más favorable (-0.8s).

Tras el caribeño, todos esperaban a la otra estrella: Mo Farah. Lejos de las polémicas que le contaminaron en junio, tan rápido como demostró estarlo hace una semana en Mónaco, donde volvió a bajar de 3.30 minutos en una prueba que no es la suya, hazaña ensombrecida por la portentosa exhibición de Kiprop, aquí el británico de origen somalí lo tenía todo para brillar en solitario en el estadio que lo mitificó hace tres años con un doblete olímpico en los cinco y los diez kilómetros. Versátil como pocos, donde se impuso fue en los 3.000m, marcando la mejor marca del año (7,34,66). El inglés permitió que Gathimba y Kipsang metieran fuego a la prueba y tomó el mando al paso por el segundo kilómetro, con el estadio enfervorecido. Farah cumplió las expectativas de los que se fueron a ver, y descolgó a todos en la última vuelta con un cambio de marchas marca de la casa a falta de 200 metros, para permitirse cruzar la meta ya triunfante y celebrativo.

Ortega se hunde

En las vallas, Orlando Ortega corrió por primera vez desde que el Consejo de Ministros le ha nacionalizado como español este viernes por la mañana. Y su debút (aunque todavía restan trámites, y se duda de su concurso en el Mundial) no comenzó muy afortunado. Tras una mala salida, Ortega remontó en las primeras vallas pero se hundió después, ante el empuje del ganador, el estadounidense Jason Richardson (13,19s), que derrotó al francés Pascal Martinot-Lagarde (13,22s). Quinto entró Ortega, nacido en Cuba, en 13,32s, una marca que superaría en un segundo el récord de España.

Arrastradas por el espíritu del aniversario olímpico y llevados en volandas por el estadio, brillaron los británicos. Laura Weightman dio una exhibición de pundonor en los 1.500 metros, donde aguantó como frontrunner toda la última vuelta, pese al empuje de las rivales americanas Gabriele Grunewald y Katie Mackie en una carrera relativamente lenta (4.06.09), corrida bajo la sombra de lo que ocurrió una semana atrás en Mónaco: el récord mundial de Genzebe Dibaba (3.50.07). También encontraron el éxito otros locales. Eilidh Child clavó los 54 segundos en los 400 metros vallas, en la primera prueba bajo el diluvio, en la que la británica blanca derrotó a las americanas, especialmente a Tiffany Williams, que empezó fuerte y se hundió en los últimos cien metros. En los 200m, el británico Zharnel Hughes volvió a acercarse a la barrera de los 20 segundos, la que separa a los buenos de los mejores (20.05s).

Derrota de Barshim

En el capítulo de las sorpresas, ninguna como la derrota de Mutaz Essa Barshim en el salto de altura. Sin duelo, puesto que no estaba el ucraniano Bondarenko, el catarí tenía una buena oportunidad de reivindicarse sobre el listón. Errático, chocó tres veces con 2,31m, una altura cómoda para alguien que el año pasaba acostumbraba a saltar con facilidad los 240 centímetros. Acuciado por los nulos, agotó el último intento pleno de fuerza. Voló alto, muy alto, pero sin la medida necesaria en la prueba, por lo que derribó estripitósamente. Sin los astros, la prueba tuvo sabor italiano, puesto que venció Marco Fassinoti, precisamente con 2,31m, seguido en 2.28m por su compatriota Gianmarco Tamberi, el extravagante atleta que se afeita solo media barba.

En otras pruebas, Jasmin Stowers remontó en las vallas femeninas (12,47s), donde la heptatleta campeona olímpica en el mismo estadio, Jessica Ennis-Hill, derrotó a unas cuantas especialistas con 12,79s, quinta. En martillo, lo inesperado. Philip Milanov, joven para la prueba (24 años), se impuso a todos con un lanzamiento de 65,14m. Con Malachowski, cuarto, en un mal día, y sin el alemán Harting, llevó el momento de gloria para un belga que progresó cinco metros el año pasado. También pobre resultó el triple femenino. Sin la colombiana Ibarguen, en los Panamericanos, ni la rusa Kotova, venció la kazaja Olga Rypakova con 14,33m. En 400m, mientras, se impuso la americana Natasha Hastings (50,24s). La pértiga, mientras, tuvo que aplazarse hasta este sábado, donde el espectáculo de la Diamond continuará, con suerte, sin la lluvia.