En plena madrugada española, Miguel Ángel López, murciano de 27 años, enjugó todos los males del atletismo español y tapó todos sus lamentos con una alegría universal.

López, SúperLópez, se proclamó campeón del mundo de los 20 kilómetros marcha, se colgó el oro en la prueba fetiche de España, la de Jordi Llopart, Valentí Massana (que venció en el 93) y, también, la de Paquillo Fernández, el tres veces subcampeón mundial, al que plantó en el podio en una competición después de conocerse que guardaba en casa productos dopantes.

El marchador español consiguió lo que nunca logró Paquillo y ganó, por tanto, con la bandera de la limpieza una final marcada por la purga de los marchadores rusos, pillados en pleno, y aseguró el octavo oro español en la historia de los mundiales. Como el primer puesto de Marta Domínguez en Berlín 2009 parece llamado a difuminarse en los despachos por los valores anómalos de su pasaporte biológico, el oro de ley de López es el primero de este siglo. 16 años ha tenido que esperar España, desde el mágico campeonato de Sevilla 99, para ver a otro de los suyos entrar victorioso en el estadio. De la tarde de Abel Antón en la Cartuja a la mañana pekinesa en el Nido de Pájaro. Del correr al marchar, una garantía nacional.

López mostró en la final de su vida todo su compendio de virtudes. Una técnica depurada, casi perfecta, que le libra de avisos y le permite marchar sin sobresaltos. Si la cámara superlenta de la última recta dejó apreciar instantes con los dos pies en el aire, no se saltó más las normas que el resto de marchadores en una especialidad abierta al criterio de los jueces. Una mente fría, que le permitió marcar su ritmo en cada instante de la prueba, ajeno a los tirones de los chinos, a los ataques exóticos. Una ambición de mejora. Ya lo dijo horas antes a El País, "íntimamente, pienso en el oro".

Quinto en los Juegos Olímpicos de Londres, bronce en el Mundial de Moscú, campeón europeo en Zúrich el año pasado, sabía que su tercer verano consecutivo en el podio tenía que gozar de una medalla de mayor calidad. Una solidez hasta el final. Si en la ciudad suiza derrotó a todos los rusos con un 'sprint' marchoso en el último kilómetro, López no apareció en la cabeza hasta el kilómetro 18 para cobrarse su última víctima, el chino Zang, consciente como era de que la prueba se decidiría en los tres o cinco kilómetros finales. "En la última vuelta iba pensando en Zurich. Me he dejado la vida en los últimos kilómetros", reconoció.

Llegados a los 15 kilómetros, precisamente, se precipitaron los acontecimientos. López marchaba con el ecuatoriano Andrés Chocho y el chino Zelin Cai. El ritmo se apretaba, a 3.53 el último kilómetro después de que la primera mitad de la prueba (40:21 minutos) se corriera a una media de más de cuatro minutos. El acelerón lo provocaba otro chino, Zhen Wang, que se marchó en solitario en el kilómetro 13, tomó 30 metros de distancia y desató las hostilidades. Lo pagó el tercer chino, Ding Chen, que no aguantó. Poco después Cai reventó su motor. Paró a vomitar, y aunque pudo terminar quinto, perdió toda opción de luchar por los metales. López pronto dejó atrás a Chocho. A falta de cinco kilómetros ya era segundo. Los jueces descalificaron poco después al sudamericano.

La posición privilegiada de Wang también empezó a peligrar, pese a verse apoyado por la afición local, que le apoyaba con banderas a las puertas del Nido. "Cuando he visto que el chino flojeaba me he ido a por él, pero luego me ha pegado otro cambio", explicó después en zona mixta, según la RFEA. Era el kilómetro 17. El murciano volvió a quedarse por detrás del chino, pero consiguió llegar a él un kilómetro después. Se separaron, cada uno a un lado de la calle. Doblaron juntos a Diego García, el pipiolo español de 19 años, sonó la campana y López, como si lo planeara desde hace meses, atacó. No encontró respuesta. Gozó de cinco minutos para empezar a celebrar su triunfo.

Sacó el dedo de número uno, se deslizó hacia el Nido y gozó de su vuelta de honor, en la que se encontró a otro compañero, el lanzador Borja Vivas, que le felicitaba mientras preparaba su concurso en el peso. Faltaban pocos minutos para las cuatro de la mañana en España. López, medallita al cuello, gafas de sol negras y rojas, levantaba los brazos mientras pulverizaba su marca personal. Un mundial en 1.19.14. Por detrás llegaban sus víctimas, Wang (1.19.29) y el canadiense Benjamín Thorne, que recogió cadáveres (1.19.57).

Fue una final rápida, en la que los tres chinos que echaron del cajón a López en el Gran Premio de La Coruña a principios de junio llevaron el peso de la prueba hasta que su propia estrategia la desbarató la frialdaz de López, al que no afectó mentalmente el contratiempo gallego para el resto de la temporada. Ya en mayo había vencido a los mejores europeos en Murcia, pero que la cita principal de la temporada fuera en China podía causar algunas dudas.

El pupilo de José Antonio Carrillo, pulidor ya de otras perlas como el bronce en Helsinki 2005 Juanma Molina, desbarató lo que decían las marcas, que lo situaban como noveno favorito, por detrás también los japoneses -a los que nunca se les vió en Pekín salvo por el abandono del plusmarquista mundial Yusuke Suzuke mediada la prueba - con un estado físico formidable. En un año sin contratiempos, ha podido exprimirse en su Llano de Brujas natal, subir a las alturas de Sierra Nevada y bajar después a Barcelona para recrear las condiciones de calor y humedad de Pekín, escenario de su gran hazaña. “Es el mejor momento de mi vida. Ayer mi entrenador me enseñó el tunel y me dijo 'este es tu momento'. Los últimos 200 metros han sido una sensación increible”.

Marcha con futuro

El resto de la escuadra española respetó las jerarquías desde las primeras vueltas en el estadio. Álvaro Martín, el futuro más próximo a sus 21 años y ya una experiencia olímpica, de más a menos terminó 17º (1.22.04), aunque con cierta inquietud por haberse quedado sin tiempo para escalar unas cuantas posiciones más. En el puesto 30º apareció el debutante, Diego García, el futuro más lejano (1.24.52).

Por su parte, el otro español de la velada del oro, el pesista Borja Vivas, no se contagió del espíritu de López y repitió viejos vicios. Como si el año pasado no hubiera dado un salto de calidad que le permitió vencer a todos menos al temible David Storl en el Europeo y lanzar el artefacto más allá de los 21 metros, el malagueño se atenazó como en las antiguas calificaciones. Con 19.28m, 24º, tuvo imposible acceder a una final barata (19,94m), al alcance de los 20,61m que ostenta este año. 

El milímetro que hundió a KJT

Del resto de la noche internacional, destacó el milímetro que Katherine Johnson-Thompson pisó la plastilina en el tercer intento del salto del longitud del heptatlón. Significaba el tercer nulo y cero puntos en una de sus pruebas más beneficiosas, donde tiene nivel para luchar con las mejores especialistas del mundo, como demostró su marca en la arena. KJT perdió así todas sus opciones de podio, cayendo del segundo al 30º puesto cuando se disponía a lucharle el oro a su compatriota Jessica Ennis-Hill tras reponerse con una victoria en los 200 metros a su habitualmente flojo concurso de peso el primer día. En las primeras series de 400 masculinos y 400 metros vallas femeninos no se registraron sobresaltos, salvo la descalificación de la bahraní Adekoye, una de las favoritas. En las primeras rondas de 100 metros se mantuvo la tendencia a las carreras rápidas favorecidas por la pista pekinesa. Impresionaron Shelly-Ann Fraser-Pryce, que con sus trenzas verdes y sus margaritas en la cabeza voló 80 metros y se relajó, 10,88s, misma marca que la estadounidense Tori Bowie, al acecho del oro si fallan las favoritas.