Por fuera luz de oro, por dentro fuego rojo, como los cuerpos mundos del eterno tesoro. Cuatro versos que empleó el poeta Juan Ramón Jiménez para describir a los astros, y que sirven para describir la grandeza de aquellos atletas que con su perfección morfológica están muy por encima del resto de los competidores. Son cuerpos mundo, son aquellos que visualizamos al instante, rodeados por un aura especial que los convierten en únicos. En el Mundial de Pekín ya hemos podido ver algunos de ellos, porque de qué otra forma se puede describir la facilidad, la naturalidad de Mohamed Farah para demostrar que es el mejor fondista de su época. Cuerpos mundo como el que llevan encerrado en su interior el mítico apellido Dibaba, porque Genzebe Dibaba continúa la leyenda de su hermana Tirunesh, que fue doble campeona olímpica en el Nido de Pájaro. Vaya espectáculo ver correr a Genzebe, plusmarquista mundial de 1.500 y, aunque aún le queda por ratificarlo en la final, es una maravilla contemplar la perfección plástica de su carrera sobre el tartán. Porque son cuerpos mundo los de los atletas, como el de la británica Jessica Ennis-Hill, campeona olímpica en Londres-2012 y que ha vuelto a la competición tras haber sido madre, para repetir título mundial de heptatlón.

No es bueno subestimar a un mito

Por fuera la piel del guepardo y por dentro el fuego rojo, el cuerpo mundo de Usain Bolt, que una vez más demostró que cada una de las fibras de contracción rápida, blancas o glucolítcas del cuerpo de caoba del jamaicano, están genéticamente diseñadas para la leyenda y el espectáculo. Porque Bolt es showtime, pero también es emoción, es el mayor astro y eterno tesoro de la velocidad.  Lo decía a las cámaras un relajado Usain Bolt: Number one everyday. En diez segundos había pasado todo, Bolt recuperaba su trono de la velocidad mundial. Acababa de solventar el momento más delicado por el que ha pasado el relámpago jamaicano. Las sensaciones no eran buenas, la errática semifinal de Bolt había hecho acrecentar las dudas respecto a si sería capaz de superar al atleta más veloz de los dos últimos años, Justin Gatlin, que había llegado a la cita en el National Stadium de Pekín, al Nido de Pájaro, como “Little Boy”, atómico, demostrando a sus 33 años que estaba muy por encima de todos sus rivales.

Gatlin acudió a Pekín para echar tierra sobre las sospechas de dopaje y dejar atrás para siempre la sanción de cuatro años, que entre 2006 y 2010, le dejó fuera de la competición. Desde su regreso había pasado 59 controles antidopaje, en el último año hasta nueve de ellos, saliendo en todos ellos limpio. Campeón olímpico en Atenas 2004, Gatlin es el atleta más veloz de 2015 con una marca de 9.74 segundos, crono que ratificó en su semifinal, marcando un tiempazo de 9.77, manejándose en las mejores marcas de su carrera. Era su momento y la seguridad de Gatlin contrastaba con la incomodidad de Bolt, que a punto estuvo de quedar fuera de la final al hacer un mal apoyo en la salida en semifinales. La marca de 9.96, casi 20 centésimas más que el registro de Gatlin alimentaban las dudas de los que precipitadamente anticipaban el final de la era Bolt. Los incondicionales se aferraban a la tremenda progresión del jamaicano en carrera y su demostración para entrar en la final, pues prácticamente había tenido que salir de tacos en dos ocasiones. Por ello seguían confiando en la raza del jamaicano, en ese cuerpo mundo que le convierte en único. Y el mito les dio la razón… no es bueno subestimar a una leyenda.

La carrera de una leyenda

A las 15:15 del domingo 23 de julio de 2015, Bolt se convirtió en el mejor velocista de todos los tiempos. En esta ocasión hubo poco showtime, solo unos gestos de complicidad de Uasin, que estaba más serio de lo habitual, sumamente concentrado. En una final histórica con nueve atletas por primera vez en pista, (todos por debajo de los diez segundos) el jamaicano jugó a la perfección su papel de víctima propiciatoria. Craso error darle por muerto antes del disparo, pues en la cumbre no hay mayor astro que Bolt y desde la salida de tacos comenzó a voltear los pronósticos. Bolt empleó 159 milésimas en abandonarlos, más rápido que Gatlin que lo hizo en 165. Conocidas las dificultades del jamaicano en la salida, pudo vislumbrarse que el relámpago había vuelto. La estratósferica progresión del animal más veloz de todos los atletas, en carrera hizo el resto, su zancada primorosa vestida de guepardo volvió a arañar el vulcanizado 'sportflex' del Nido de Pájaro. Como muy sabiamente había profetizado el mítico Michael Johnson, a Gatlin la presión le pudo en el momento clave de su carrera: "Gatlin piensa ahora que sí puede ganar, pero la realidad es que aún tiene que creérselo cuando se vea delante de Bolt".

El mejor de todos los tiempos

Gatlin puso todo lo que tenía, pero la espigada figura del guepardo le pasó factura, ochenta metros de igualdad y un final atómico de Gatlin, que desequilibrado en un ‘plongeon’ desesperado hacia la meta, no pudo batir al cuerpo mundo de Bolt, que dibujó por enésima vez la pose del arquero. Usain Bolt (9.79) no corría tan rápido desde el 11 de agosto de 2013, cuando fue campeón mundial en Moscú. Como hizo en esta final en la que aventajó en una centésima a su gran rival y logró su título número 15 entre Mundiales y Juegos Olímpicos, superando a dos mitos como Carl Lewis y Michael Johnson. Como dice Bolt, trabaja cada día para ser leyenda, es más para ser un número uno hay que serlo cada día e Usain es the best y the beast everyday. Ya no hay atleta más legendario que Bolt, al que aún le quedan los relevos y la carrera de doscientos, en las que se verá nuevamente las caras con Gatlin, que espera agazapado su revancha. A sus 29 años y con los JJOO de Río como telón de fondo, Bolt nos sigue emocionando porque su sola presencia en una final basta para crear un hándicap mental en sus rivales. Las piernas pesan para unos y vuelan para el ser humano más rápido de todos los tiempos. Es imposible no emocionarse al contemplar su cuerpo mundo volar y ampliar su leyenda sobre el hectómetro. El atletismo sigue siendo bello por ellos, porque en la competición existen atletas diferentes, únicos. La alineación de los astros everyday con cuerpos mundo configurados genéticamente para la leyenda. Astros como Bolt y por qué no, como Miguel Ángel López, el cuerpo mundo de la marcha que nos demostró que aún son posibles los astros españoles. 

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.