Todas las estrellas brillan en el firmamento del Nido de Pájaro de Pekín menos Renaud Lavillenie, el pertiguista francés campeón olímpico, siete veces campeón europeo, una vez mundial a cubierto, el pequeño galo que por poseer hasta quitó el mítico récord mundial de la pértiga a Serguei Bubka en el invierno de 2014. El paraíso expulsa a Lavillenie en los grandes mundiales, regalándole un cofre de platas y bronces indignos de su superioridad en el último lustro. También la capital china se le atragantó al único hombre capaz de saltar seis metros actualmente. A otros, la diosa Niké de la victoria nunca les niega. No se permiten otro metal preciado que el oro el keniata Ezekiel Kemboi, que ya acumula cuatro consecutivos en los 3.000 metros obstáculos, y la velocista jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce, tres en el hectómetro.

SAFP, que así acortan su nombre, volvió a sacar su molinillo de piernas pequeñas para derrotar a todas las gigantes. Con su cinta de margaritas en la frente y su peinado verde, que sustituyó al rojo fuego de hace dos años en Moscú, Fraser-Pryce demuestra que la fisionomía del velocista perfecto puede representarla su compatriota Usain Bolt con su 1,95m o ella con su 1,52m. Importa la frecuencia, la resistencia a la velocidad en los últimos metros, y ahí ella se muestra imbatible. Con una salida muy mejorable hoy (0,161), SAFP, sin embargo, ya lideraba a las purasangres a los 30 metros. A mitad de carrera pasó el rodillo a todas y solo cedió al final.

Consciente de su tercer oro, sexto en los mundiales con 200 metros y relevos, se relajó antes de tiempo, alzando el brazo, pensando quizá que su legado, un dominio de la velocidad que la iguala a las mejores de la historia, era más importante en Pekín que cualquier marca, una vez que el irreal récord mundial de 1988 nunca es una opción. "Cuando corrí las series, recordé cuando llegué aquí con 21 años a los Juegos de 2008. No esperaba nada entonces y ahora salgo otra vez de aquí con un oro", recordó. Solo en esos metros finales resurgieron las llamadas al podio, una vez la americana English Gardner y la costamarfileña Murielle Ahouré resbalaron en semifinales. Emergió Dafne Schippers, la holandesa blanca que abandonó las pruebas combinadas para instalarse entre las potentes africanas, caribeñas y norteamericanas, para arañar otra centésima al récord holandés ya batido en semifinales (9,81s). "Esto es bueno para mi país y bueno para Europa", consideró, recordando que la concentración adquirida en el heptatlón le ayudó a mejorar tanto en las semifinales como en la final. Tras ella, resucitó Tori Bowie, la única estadounidense en la final, que se recuperó de un pésimo inicio del hectómetro para al menos arañar el bronce (9,86s). Por delante, llegada de Liliput para doblegar a las torres, siempre a la sombra de Bolt, siempre SAFP (9,76s).

El indestructible Kemboi

Cuando las mujeres más rápidas de la Tierra saltaron a la pista, en el Nido solo se veían keniatas. Cuatro participaban en la final y cuatro llegaron los primeros a meta. La armada africana no dejó ni las migajas en su prueba predilecta, los 3.000 metros obstáculos. Y entre ellos, nadie más brillante que Ezekiel Kemboi, aparentemente ausente durante 2.700 metros, letal en los otros 300. Lo explicó el mismo después, en declaraciones a la IAAF: "Nadie pudo seguirme". 

La final, de nuevo sin España, antes la Kenia europea, se vendía como el duelo contra todos los keniatas de Evan Jager, el estadounidense blanco de pelo rizado que los ha tuteado en cada reunión durante los últimos dos años. Jager caminó entre dos aguas durante toda la carrera, sin atreverse a imponer un ritmo alto a los negros pero sin perder las posiciones delanteras. A falta de cuatro vueltas aparecieron los keniatas, que siempre funcionan como un equipo, como reconoció Conseslus Kipruto. Estiraron la carrera por un instante, con Kemboi tercero, sin abandonar nunca la cuerda. No forzaron más y Jager pudo volver adelante. Generosos, los africanos le dejaron pasar en cabeza por la campana, pero atacaron como una jauría a falta de 300 metros, siempre juntos.

Tapado llegaba Kemboi, que metió la quinta marcha en la contrarrecta y pasó a sus compatriotas como un avión. Se tiró a calzón quitado a por la última ría, y cuando antes del último obstáculo observó a su espalda la llegada del joven Conseslus Kipruto, como un perro viejo se movió hacia la calle dos y obligó a moverse a su discípulo, que tuvo que cambiar la zancada antes del salto definitivo. Apartado así el último superviviente de su masacre, pudo celebrar séptima medalla consecutiva antes de la meta (8.11.28), y volver a deleitar al Nido con su baile. El Mundial no conoce un podio sin él desde 2001. Los Kipruto le acompañarán en el podio, siempre en un escalón menor. Conseslus marcó 8.12.38, Brimin Kiprop, 8.12.54. Jairus Birech se quedó a un décima de las medallas, Jager entró sexto, a tres segundos.

El listón psicológico de Lavillenie

En el pasillo de la pértiga se cocía otro drama francés. Pasarán los años y en los libros de historia aparecerá que el Mundial de 2011 lo ganó el polaco Pawel Wojciechowski, el de 2013 el alemán Raphael Holzdeppe, y el de 2015 el canadiense Shawnacy Barber, un pipiolo de 21 años que ha aparecido este año para proclamarse campeón universitario de Estados Unidos, campeón de los Panamericanos y, ahora, lo más inesperado, campeón mundial. La hemeroteca no hará justicia a Lavillenie, que volvió a caer por sus propios deméritos. Ni siquiera necesitó el pequeño Barber firmar su mejor salto (5,93m) para vencer un concurso impoluto, en el que afrontó todas las alturas desde la primera como un humilde aspirante. Lavillenie, mientras, aparecía en 5,80m, amenazante, más de tres palmos sobre el listón.

Los polacos Piotr Lisek y Wojciechowski, que acabarían compartiendo un triple bronce con él, el tercero de su carrera, también se sumaban a la fiesta a la primera. Holzdeppe, vigente campeón, pasaba más apuros, pero adelantó después a todos saltando 5,90m, como en sus mejores días antes de la lesión que lo ha apartado un año de las pistas, y se colgó la plata. Con ese panorama favorable, el cielo se nubló para Lavillenie, con cinco rivales aún vivos. Falló, falló y volvió a fallar. En el intento decisivo clavó demasiado la pértiga y terminó derribando con la rodilla. Con cara de circunstancias, no podía explicárselo: "Estaba en forma, me sorprende que el salto no saliera como suponía".

El oro de Colombia

El triple salto sí que no dejó resquicio para la sorpresa. Catherine Ibargüen, la más estética de las triplistas, el talento colombiano de 31 años que no ha perdido desde los Juegos de Londres, revalidó el oro mundial con un triple brinco de 14,90 metros. Por si hubiera dudas, el segundo mejor intento de la final, también llevaba su firma: 4,80m. Así expresó su superioridad en el segundo intento, cuando la Hanna Knyazyeva-Minenko, una de las sensaciones de la temporada, batió el récord de Israel, pese a su origen ucraniano, con 14,78 metros. La campeona olímpica, Olga Rypakova, casi arañaba esa marca en la última ronda (14,77m), la que le sirvió para destronar a la búlgara Gabriela Petrova, cuyo registro personal (14,66m) solo encontró premio de chocolate. Peor les fue a las otrora dominadoras, la rusa Ekaterina Koneva, líder del año, y la ucraniana Olga Saladuha. Terminaron 7ª y 6ª, con un papel irrelevante.

Cheruiyot ha vuelto

Sin una estrella dominadora del fondo como Mo Farah, entre las chicas ganó una ilustre, la keniata Vivian Cheruiyot, autora del último doblete femenino en cinco y diez kilómetros en Daegu 2011. La africana, de regreso tras ser madre, como ayer Jessica Ennis-Hill, se llevó su cuarto oro mundial dedicado a su vástago en una final para rápidas, corrida al ritmo cansino marcado por las japonesas Yuka Takashima y Rei O`Hara antes de hundirse. Como un metrónomo, 3,14 minutos cada vuelta, llegaron en más de 16 minutos al paso por la mitad de la prueba, el cuarto más lento de la historia de los mundiales. Amagaron las etíopes con la estadounidense Molly Huddle, siempre en la cabeza, hasta que emergió Gelete Burka, una de las más rápidas por su pasado millero. Pero la prueba no estaba cantada. A falta de 200 metros, surgió Cheruiyot a golpe de coletazo. Burka trató de lucharle el oro hasta el final para seguir la estela de Tirunesh Dibaba, como recordó después, pero terminó cediendo. En el marcador, 31.41.31, una marca que habían mejorado hasta 14 finalistas este año. Dos segundos después, y por solo 11 centésimas, la estadounidense Emily Infeld ("estoy emocionada, estoy en shock, estoy muy feliz") le birlaba el bronce a su compatriota Huddle. 29 más tarde, en 16ª posición, la española Trihas Gebre, que con 32.22.87 se acercó a su marca.

Españoles a casa 

Por la mañana penaron el resto de españoles. Las tres atletas que saltaron al Nido salieron escaldadas. Naroa Aguirre tuvo la mejor actuación de las tres en pértiga, donde solo cedió ante los 4,55m, marca que daba el pasaporte a la final. Tras hacer un nulo en 4,25m y otros dos en 4,30m, sorprendió pasando a la primera 4,45m, a un centímetro de su marca de este año. El acceso a la ronda definitiva le habría exigido llegar casi a su récord nacional. Acabó 16ª. También se tendría que haber acercado a su plusmarca española de hace unas semanas en Castellón (61,36m) Sabina Asenjo para entrar en la final del disco. El corte se estableció en 60,72m, pero la leonesa solo alcanzó 58,04m en el tercer intento (24ª). Cerró la madrugada Aauri Lorena Bokesa en los 400m, donde corrió en la cola la última serie desde el inicio. Terminó en 52,98s, a casi ocho décimas de su marca de este año, 38ª de 41 atletas.

La jornada tuvo más víctimas. La final de longitud masculina se queda sin uno de sus más prometedores talentos: el estadounidense Marquis Dendy, que reclamó como un energúmeno la validez de un salto largo que rozó la plastilina por una uña apenas inaprecible. Tampoco verán la última ronda el subcampeón mundial, Ignasius Gaisah, el campeón europeo indoor Michael Torneus ni la potente tripleta sudafricana de Geoffrey Mokoena, Zarck Visser y Rushwal Samaai. Ni el segundo hombre del año en pasar de los 90 metros en jabalina, el trinitobaguense Keshorn Walcott, estará en la ronda definitiva. Naufragó con solo 76 metros, similar a lo que le ocurrió en Moscú. Como Lavillenie, el Mundial no es lo suyo.