Estaba tan claro el qué, que la duda solo residía en el cómo. Una derrota de Genzebe Dibaba en el Mundial de Pekín sobre los 1.500 metros, la prueba en la que hace unas semanas batió un récord mundial de hace 22 años y a la que llegaba, por tanto, con seis segundos de diferencia con la siguiente de la lista mundial, habría supuesto la sorpresa del año. No sucedió. La pequeña de las Dibaba, hermana de la triple campeona olímpica en cinco y diez kilómetros Tirunesh, podía ganar en todas las carreras posibles. Dueña absoluta, dictadora de la distancia, quiso vencer en una en la pudiera tomarse con relajación la primera mitad de la final y volar en la segunda. Refugiada en el grupo, dejó hacer a las estadounidenses Shannon Rowbury (7ª) y Jennifer Simpson (11º) y, a falta de 850 metros, apareció en la cabeza del pelotón para no dejarla más.

La etíope encendió la trituradora suave y progresivamente. Destrozó a todas sus rivales sin fricción y sin hachazos. "Soy la plusmarquista mundial, he entrenado muy duro, estaba muy confiada' en los últimos 400 metros", declararía después a la IAAF. Como para no estarlo. No parecía que llevara 700 metros corridos en el cuerpo cuando completó los últimos 800 metros en 1.57, una marca que le situaría como la más rápida del año en esa prueba. La lentitud de las primeras vueltas rebajó el impacto de la marca (4.08.09) y permitió al resto de mediofondistas llegar con aire al final. Insuficiente siempre para osar superar a Dibaba. La holandesa de origen africano Sifan Hassan emergió en la curva por detrás para superar a la keniata Faith Kipyegon. En la recta, la segunda restableció su posición (4.08.34) por delante de la neoeuropea (4.09.34). Es la primera gran medalla de Dibaba al aire libre. "En este estadio mi hermana ganó el oro y quería compartir esta experiencia familiar", explicó. Ahora ni quiere parar,y afrontará los 5.000m. 

El retorno del rey masai

En el caso de los 800 metros masculinos, no estaba tan claro el qué, desde luego sí el cómo. David Rudisha es transparente, no engaña ni esconde intrincadas estrategias. Lo decía hoy en El Mundo: “Voy pensando. Va, valientes, adelantadme”. Así se ha comportado durante toda su carrera profesional, como un ‘frontrunner’ que avanza en cabeza desde la entrada a calle única en los 100 metros hasta la meta. Así, claro, y con la compañía de su compatriota Ferguson Rotich, apareció en la final, de la que descabalgaron en semifinales sus dos principales rivales desde su histórica actuación en Londres 2012, el botsuano Nijel Amos y el etíope Mohammed Aman.

Pero siempre había un peligro para un hombre que, tras los Juegos y la lesión que le orilló de las pistas durante todo el 2013, nunca ha gozado de la misma fiabilidad. A los africanos los sustituyeron dos europeos blancos de final portentoso, el polaco Adam Kzszcot y el bosnio Amel Tuka, el hombre fuera de radar que ha aparecido en las últimas semanas como líder del año. El primero desafió a Rudisha a falta de 200 metros, intentando colarse por la calle interior. El Rey David cerró la puerta. Llegó en cabeza a la recta, y metió una marcha más (1.45.84), aunque lo hiciera con una marca más discreta que en sus mejores días. Tuka (1.46.30), atrasado toda la final, no llegó a tiempo a robar la plata al polaco (1.46.30) pero regaló a Bosnia la primera medalla en la historia del campeonato. Tras tres complicados años, Rudisha volvió a gobernar en las dos vueltas. El retorno del Rey.

Un keniata vallista

Antes de las grandes finales del día, Estados Unidos patinó en su terreno. La gran potencia atlética perdió el podio en los 400 metros vallas y la longitud masculina, otrora dos de sus bastiones. De nada le sirvió gozar de cuatro hombres entre los cinco mejores de las vallas bajas y tres entre los ocho que más largo han llegado este año en el foso. Con Bershawn Jackson y Johnny Dutch fuera de una final igualadísima, todos en 23 centésimas, Michael Tinsley y Kerront Clement no respondieron en la final. Tinsley empezó fuerte y derrapó cuando parecía dispuesto a luchar por la victoria con el ruso Denis Kudryavtsev. Tropezó en la última valla y perdió el ritmo de 13 zancadas entre vallas, lo que le complicó la penúltima. El ruso entraba en cabeza en la recta, pero terminó pagando su potente salida ante la emergencia del keniano Nicholas Bett, que surgió por la calle más exterior con una recta final portentosa. La última esperanza americana, Kerron Clement, terminó cediendo ante el bahameño Jeffery Gibson. Kenia extendió su dominio también a los 400 metros vallas con una marca espectacular, la única del año más rápida de los 48 segundos (47,79s). Kudryavtsev batió la plusmarca rusa (48,05s) y Gibson la de Bahamas (48,17s).

Rutherford entre dimisiones

En el foso, mientras, el británico Greg Rutherford llegó para demostrar que su título olímpico no llegó producto de la casualidad, del empuje del público. Cada vez más largo, más eficaz, más competitivo, apagó la final con un cuarto intento de 8,41 metros, al que nadie parecía capacitado a llegar. Para entonces el líder del año Jeff Henderson se había despedido de la final (9º, 7,95m) junto a su compatriota Mike Hartfield, también fuera de la mejora con tres nulos. Sorprendieron los chinos en una ronda definitiva a la que se sumaban las ilustres bajas registradas en la calificatoria. Llevados por su público, Jianan Wang, Xinglong Gao y Jinzhe Li, llegaron a seguir en fila a Rutherford. Hasta que en el quinto salto apareció el australiano Fabrize Lapierre, uno de los muchos saltadores que copan la élite mundial con tanta capacidad de dejar atrás los ocho metros como irregularidad. Con 8,20m primero y 8,24m después, se aseguró la plata, dejando a Wang (8,18m) cerrando un podio sin el defensor del título, el ruso Aleksander Menkov, en una triste séptima plaza (8,02m).

Disco cubano

Mientras se desgranaba la longitud, ondeó la bandera y sonó el himno cubano en el Nido en honor a Denia Caballero, la única lanzadora capaz de cuestionar el dominio de la croata Sandra Perkovic. La caribeña mandó desde el principio. Giro y medio del cuerpo, extensión del brazo y el disco se plantó en 69,28 metros. Nadie encontró respuesta, ni siquiera Perkovic, la otra mujer capaz de llegar más allá de los 70 este año. Solo en el último tiro, contra las cuerdas, consiguió acercarse (67,39m) y privar de la plata a la alemana Nadine Muller (65,53m).

Camino a los 200m

Tras su gloriosa victoria en el hectómetro, Usain Bolt y Justin Gatlin iniciaron su batalla en los 200 metros guardándose sus mejores cartas. El jamaicano apenas corrió 150 metros y aflojó tanto que, dejándose llevar, ganó su serie por solo una centésima (20,28s). Más rápido (20,19s) entró Justin Gatlin, que llegó ya destacado a la curva pero dio la impresión de forzar algún metro más que Bolt. En cualquier caso, la primera batalla pareció terminar en tablas. Bolt sigue así sin bajar de 20 segundos este año, mientras Gatlin, como en los 100 metros, ha asombrado bajando cuatro veces de esa marca en 2015. Otro que ha bajado, Isiah Young, quedó apeado en primera ronda.

En 400 metros, cuatro jamaicanas accedieron a la final. La estadounidense Allyson Félix pasó las semifinales como única por debajo de los 50 segundos y aspira a ampliar su extenso palmarés.