Solo un hombre puso luz a la primera jornada española en el Mundial indoor de Portland. Entre dolores, malos días y resignadas expresiones de 'esto es lo que hay', el único que de verdad se superó fue un trotamundos del atletismo. Bruno Hortelano, australiano de nacimiento, madrileño de adopción y estadounidense de residencia y formación, corrió los 60 metros más rápido que nunca. Rebajó su marca personal en una centésima, hasta 6,63s, entró en semifinales y, una vez allí, repitió su hazaña, aunque esta vez ya no le sirviera para ser segundo tras Mike Rodgers (6,57s) como en las series, sino solo para entrar quinto.

Además de manifestarse como el único de los ocho españoles capaz de pasar de ronda, el fogonazo de Hortelano supone una prometedora esperanza tras dos años complicados después de la última gran alegría, su pase a las semifinales de 200 metros en el Mundial de Moscú 2013. Su entrenadora en España, Dunia Martín, no logró tener la noche completa porque el veterano Ángel David Rodríguez, 11 años mayor que Hortelano, tropezó de nuevo con la primera ronda. En la última serie, la que ganó el estadounidense Marvin Bracy (6,57s), el 'Pájaro' llegó en quinta posición, con el 28º tiempo total de los participantes (6,74s), a una décima de su marca. “Entrenar mejor y competir peor”, resumía después, escueto, en Twitter.

Ureña sufre

Otro punto de ilusión se esperaba en el heptatlón, pero el camino de un acatarrado Jorge Ureña pronto pasó de ser una ilusionante oportunidad para medirse a los mejores con el récord de España como objetivo y la mejor marca del año como matrícula a un Via Crucis. Empezó mal en los 60 metros (7,10s), empeoró más en longitud, donde necesitó el tercer salto para firmar unos pobres 7,15 metros y se enterró definitivamente en el peso, uno de sus puntos débiles fortalecidos este invierno (12,24m). Con ese lastre, se defendió en altura, aunque sin llegar a los dos metros (1,96m). Su expresión tras un salto válido decía todo de sus fuerzas y ánimos. Afrontará las últimas tres pruebas este sábado desde la 11ª y última plaza, lejos de los combineros a los que debía medirse.

Tampoco dieron la talla en la final directa de peso Carlos Tobalina (10º) y Borja Vivas (11º), incapaces de pasar de los 20 metros tan recurrentes durante las semanas previas. Sus caminos discurrieron tan paralelos que solo un centímetro les separó (19,86 por 19,85m). Tras ese segundo intento, cuando debieron impulsarse a unas rondas de mejora baratas (20,01m), fallaron. Tobalina arriesgó y cometió nulo; Vivas no encontró dentro de sí al lanzador que en 2014 consiguió pasar de los 21 metros para ser subcampeón de Europa y retrocedió (19,75m) como en los viejos tiempos.

Barridos del mediofondo

En el anillo, España también se aprestó a desaparecer. A los ochocentistas les salvó de la quema su nula experiencia en grandes campeonatos y un formato de competición inusual, sin semifinales, que solo premiaba al primero de cada serie para entrar en una final de seis. En la primera carrera salió la gran esperanza, Álvaro de Arriba, repescado para Portland con una engañosa cuarta mejor marca de los participantes. Siempre segundo en una carrera lenta, a la espalda del marroquí Mostafa Smaili, en la última vuelta el keniano Edward Kemboi le dio la puntilla (1.52.60). Su prudencia fue su trampa, pues se quedó sin opciones de pasar por tiempos. Más ambicioso estuvo el alicantino Daniel Andújar, que a media carrera se decidió a jugársela y propiciar un ritmo rápido. Pagó su osadía en la última vuelta, cuando todos lo pasaron (1.49.49), aunque su marca quedó como la octava más rápida.

En los 1.500 metros, Manuel Olmedo, que nunca llegó convencido de participar en el Mundial, se retiró a los 600 metros, cuando iba último, resentido de su lesión en el sóleo. Después, el joven Marc Alcalá afrontó su serie con fuerza, siguiendo al etíope Wote, pero pronto fue cediendo espacio, retrasándose, hasta que en la última vuelta el neozelandés Nick Willis y el keniano Vincent Kibet le mandaron a su lugar teórico, la séptima plaza, al límite de la clasificación para una final que, otra vez más y ya va siendo costumbre, no tendrá españoles.

Tampoco comparecerán de rojo y amarillo en la final de 3.000m. No se esperaba ahí a Víctor García (8.25.62), que firmó una actuación esperpéntica. Descolgado desde muy pronto en una carrera para la que no estaba preparado, pues terminó tercero un campeonato de España sin demasiada competencia y fue llamado a filas por la Federación apenas hace 10 días, cuando la IAAF empezó a buscar atletas para completar sus raquíticas listas, llegó a 34 segundos del ganador, el marroquí Abdalaati Iguider, y a 31 del 8º.

Búa, a las puertas

En los 400 metros, el debutante Lucas Búa salió dubitativo pero terminó espléndido, echándose encima del jamaicano Dunkley, del que se quedó a tres centésimas, el mismo tiempo que le separó del pase a la semifinal de 12. Sus 46,86s se quedaron al límite del corte.