Con una plata en el Mundial de pista cubierta de Portland, la 'abuela' Ruth Beitia volvió al podio tras un 2015 en el que se quedó a las puertas en los dos grandes campeonatos, pero demostró su excelencia constante con la victoria en la Diamond League. En realidad, parece que nunca se bajó. La de la cántabra, único podio de España en la competición, es la 12ª gran medalla de Beitia en su carrera. Una demostración de la resistencia de una mujer tan inasequible a las lesiones o a los achaques de una dilatada carrera como a la victoria mundial.

Su plata, en realidad, tuvo el sabor agrio del oro perdido. Ninguna de sus medallas anteriores se pagó tan barata, a 1,96m, precio al que también estuvo el oro, que fue a parar al cuello de la prodigiosa estadounidense Vashti Cunnigham, que franqueó a la primera, y, con 18 años, apenas aparecida en la gran escena atlética hace una semana, cuando se impuso en el Campeonato de Estados Unidos en la misma pista de Portland con 1,99m (un centímetro más que Beitia este año), robó a la 'abuela', de 36, una oportunidad única para sacarse una de sus espinas: lograr un título universal. "Pensé que quizá podría saltar dos metros, vine aquí para saltar dos metros, pero en la competición nunca se sabe. Es mi noveno mundial y mi segunda plata, así que estoy muy feliz", concedió después Beitia, también entre el dulce y el amargo.

Beitia colecciona platas y bronces. En el mundial 'indoor' consiguió el bronce en 2006 y 2014 y otra plata en 2010. Cuando logró la primera, en Moscú, Cunningham era una niña de 8 años. La mejor atleta española ha jubilado a todas sus rivales: Berqvist, Slesarenko, Palamar, Friedrich. Y algunas de las que se mantienen en pie por ser más jóvenes, como Vlasic, Kuchina o Chicherova no estaban en Portland. La suspensión rusa brindaba un momento adecuado. La polaca Kamila Licwinko y la lituana Airine Palsyte, las otras jóvenes con las que ahora le ha tocado convivir, tampoco estaban en su mejor momento, como demostraron sus nulos en las alturas inferiores y los problemas para superar 1.96m, altura que cerró las tres medallas y la cuarta plaza. 

El primer nulo de Beitia, seguido de un segundo intento fácil, sin ni siquiera rozar el listón, terminó siendo decisivo. El final de la competición se apresuró y Beitia, incapaz como el resto de alzarse con 1,99m, una altura conocida para todas pero, sobre todo, para ella, que se ha enfrentado a ella durante más de una década, se quedó de nuevo sin el oro. La carrera de Beitia se escribe con su eternidad pero también con sus 'casis'. El dorado que voló en Portland no es nada comparado al bronce olímpico que se escapó en Londres en el último suspiro tras saltar 2 metros, más que nunca, en la gran competición. Río será la última ocasión para completar la colección con la única medalla que falta, la olímpica.

Beitia abrió y cerró el medallero español. Minutos antes, Yidiel Contreras se había quedado fuera de la final de 60 metros vallas. En su semifinal voló de los tacos, pero pronto empezó a no fluir entre vallas. Entró 5º, cerca de su marca, aunque ligeramente peor que en primera ronda (7,71s), 11º en el cómputo global, así que vió desde la grada la única victoria jamaicana del Mundial, la de Omar McLeod (7,41s) sobre los franceses Pascal Martinot-Lagarde (7,46s) y Dimitri Bascou (7,48s).

Poder blanco en el 'milqui'

La final más competida y sorprendente de la sesión de cierre fue, sin embargo, la de los 1.500 metros. África descabalgó ante la inteligencia del estadounidense Matthew Centrowitz (3.44.22), el checo Jakob Holusa (3.44.30) y el neozelandés Nicholas Willis (3.44.37) en una carrera muy lenta y dirimida en un suspiro entre tres blancos, algo que no se recuerda en un Mundial en el atletismo de este siglo. En su proprio ritmo cansino se deshizo Ayanleh Souleiman, que marcó el ritmo al principio y terminó último. Por detrás tenía a viejos zorros que con los años han aprendido a convertir su colocación y su velocidad final en medallas. Willis, subcampeón olímpico en 2008, aplicó una valentía inusual y metió el turbo a falta de dos vueltas. Dejó a todos atrás. Centrowitz se decidió a perseguirle con los etíopes Wolde y Wote detrás. Holusa, campeón de Europa hace un año con similar sangre fría, todavía era antepenúltimo. Comenzó a recoger todos los cadáveres africanos que se encontró en la última vuelta con tal potencia que le faltaron 10 metros para ser campeón. "Cometí un pequeño error porque a falta de dos vueltas iba muy atrás", admitió después. Entonces se precipitó la meta y Centrowitz, dos veces medallista al aire libre, por fin había alcanzado a Willis, al que su valentía le premió con un bronce. "Estoy contento de recibir algo por mi sacrificio", explicó.

Si los 1.500 masculinos fueron una noria, los 3.000 femeninos parecieron un tobogán por el que se tiró, siempre suave y elegante, la plusmarquista mundial Genzebe Dibaba, que cumplido el primer kilómetro decidió que era buen momento para pasar del último lugar al primero y dejar a todas atrás. Cuando llegó a meta (8.47.43) faltaban siete segundos para que se presentaran la segunda que no era una cualquiera sino la cuatro veces campeona, reciente mamá e íntima enemiga de su hermana Tirunesh, Meseret Defar (8.54.26); y la tercera, la estadounidense Shannon Rowbury (8.55.55).

Etiopía también ató la prueba masculina con la victoria de Yonif Kejelcha (7.52.21), que rompió la carrera a falta de dos vueltas. El tropiezo del veterano marroquí Abdelaati Iguider permitió que por detrás completaran el podio el estadounidense Ryan Hill (7.57.39) y el keniata Augustin Kiprono Choge (7.57.43).

EEUU gana la mitad de los oros

En un medallero extraño como pocos, Estados Unidos remató su dominio aplastante del campeonato en casa con la mitad de los oros en juego (13 de 26) y 23 medallas, 18 más que el siguiente, Etiopía. En la jerarquía habitual apareció, sin embargo, Burundi, una de esas rarezas del atletismo. A la plata de Gakeme el día anterior sumó el oro de Francine Niyonsaba, que dinamitó la final de los 800 metros más rápidos del invierno (2.00.01), hasta entonces bajo el control de la estadounidense Ajee Wilson (2.00.27) y de la enorme keniana Margaret Wambui (2.00.44). "Los burundeses recordarán esta noche", dijo después.

Los locales apuntalaron el medallero con victorias en los dos relevos 4x400m. En el masculino (3.02.45) por delante de Bahamas (2.04.75) y Trinidad y Tobago (3.05.51); y en el femenino (3.26.38) sobre Polonia (3.51.15) y Rumanía (3.31.51). Por su parte, Marquis Dendy amplió la cuenta estadounidense en el foso de la longitud, con un podio decidido en siete centímetros. Su segundo intento (8,26m) ya no le movió de la cabeza, pese a que el australiano Fabrice Lapierre le echó el aliento con el récord oceánico (8,25m) y el chino Changzhou Huang marcó el mejor salto de su vida (8,19m). Dendy, que venga así su error de agosto en Pekín, cuando un dudosísimo nulo le dejó fuera de una final donde era favorito, explicó su secreto: "Ahora duermo mucho más".

La vista en Río

España, mientras tanto, cruza el océano con la plata de Beitia y el séptimo puesto de Pablo Torrijos en triple salto como toda cosecha de un Mundial plagado de bajas. Aún así, mejora la actuación de hace dos años en Sopot. Nada nuevo añade ni resta respecto a sus opciones en Río 2016. Confirma que, fuera de los que están llamados a luchar por las medallas, meter a atletas entre los ocho primeros de sus pruebas se presenta como una proeza. Allí sí estarán todas las estrellas, nacionales y extranjeras. También el marchador Miguel Ángel López y el vallista Orlando Ortega estrenando nacionalidad. Y si las lesiones no dicen lo contrario, Eusebio Cáceres. Y, por supuesto, la incombustible Beitia.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Ismael Pérez
25 años. Periodista. He cubierto los JJOO de Londres y Sochi para Somosolimpicos.com y los grandes campeonatos de atletismo desde 2011, en Praga y Ámsterdam como enviado especial. @Ismael_Prz