ÁMSTERDAM. Ruth Beitia entró a apresar su tercer oro europeo como quién entra a quedarse sola con la pista de baile. En lugar de la final de un Campeonato de Europa, la cántabra de 37 años saltó al olímpico de Ámsterdam como quién entra motivada a una discoteca. Se abrazó con la mascota y se puso a bailar. Así aplaca los nervios la mujer que hasta 2012 encontraba tremendas dificultades para competir a su nivel en las finales. En Ámsterdam firmó el triplete de oros europeos con una superación nunca vista. Necesitaba saltar 1,98m para ganar, una altura conocida para ella desde hace más de una década pero inexplorada este año, cuando llegaba con dos victorias pírricas en la Liga de Diamante en 1,93m.

Beitia escaló los cinco centímetros con la seguridad de la que se sabía de largo la más veterana de la final y la única en haber pasado la barrera psicológica de los dos metros. Con sus ocho zancadas y media, Beitia afrontó segura todas las alturas, menos la primera vez en 1,93m, donde no ajustó y se cayó sobre el listón. A la segunda lo pasó y montó otra fiesta. Se soltó la melena, como explicó después, y superó a la primera 1,96m, como la lituana Airine Palsyte y la búlgara Mirela Demireva. El 1,98m iba a valer el oro y ahí solo respondió la cántabra para firmar su 13ª gran medalla, un número que la gusta tanto que juega a la lotería con él, como contó tras la calificación. Con una pila de medallas en pista cubierta, Beitia conjuró sus males con el aire libre hace cuatro años en Helsinki, en un Europeo similar. Desde entonces es igual de fiable en ambos ambientes. Por eso confía en la medalla que más le gustaría, la olímpica en Río, la única que falta en su extensa colección.

Beitia dio brillo a una tarde de sinsabores. Los cuatrocentistas y los mediofondistas no supieron afrontar las semifinales, aunque la tarde comenzó con las buenas sensaciones de Sergio Fernández, encantado con la pista y con el viento, más calmado que el miércoles. Entró con facilidad a la final de los 400 metros vallas. Dominó la carrera, ajustó la zancada con alguna valla y guardó fuerzas para la recta final. Tras la última valla, tenía entregado al estonio Rasmus Magi, uno de los favoritos. Entró victorioso en 49,20s, pero sabe que la final no será tan fácil. El estonio y el irlandés Barr se quedaron fuera, pero a cambio apabulló el turco de origen cubano Copello, el campeón europeo suizo Hussein bajó de 49s, algo que también hicieron el noruego Karsten Warholm y el británico Jack Green. “Claro que sabía que venía gente de tapada. Y mañana se correrá más, las medallas estarán por debajo de 49s”, advirtió Fernández, que tendrá que bajar una barrera inaudita en su vida, la misma que marca el récord de España, con telarañas a sus 29 años. “No me preocupa, si tiene que caer, caerá. En la final hay que soñar y luchar por cosas bonitas”, dijo sin concretar. Mark Ujakpor, que llegaba entre algodones, levantó bandera apenas superadas dos vallas.

Los cuatrocentistas, quemados en la recta final

Peor le fue a los cuatrocentistas rasos. Los tres cometieron el mismo error, no repartir los esfuerzos en una prueba que penaliza en la última recta a los que arriesgan al principio. Eso le ocurrió a Aauri Bokesa, la más dolida por no repetir la final de Zúrich de hace dos años, pese a llegar en una posición bastante más modesta que entonces. Salió a por todas, sin referencia por las calles exteriores. Mejoró su marca de este año (52,39s), consiguió aguantar el tercer puesto pero se quedó a dos posiciones de la final. Ya secadas las lágrimas, se consoló pensando lo fuerte que se ve. Buscará la marca personal en Río, aunque ya quiere brillar en el Campeonato de España. “Tengo que ponerme de acuerdo con mi entrenador sobre si paramos o vamos a Gijón a por todas”, desveló.

Tanto el canario Samuel García como el toledano Lucas Bua repitieron un esquema parecido. García entró tercero en la recta, a la estela de los favoritos, el belga Borlée y el checo Maslak y acabó último (46,43s). “En las últimas competiciones cometí errores en la primera parte, he estado atento a eso y me he despistado en la segunda, arriesgué demasiado, tenía muchas ansias. En un meeting puedes arriesgar, pero aquí no. Y eso que me veía muy fuerte, para marca personal”, reflexionó un hombre abatido, que no podrá repetir final europea y al que se les escapan los Juegos Olímpicos.

Bua, también ausente en Río, tenía más aceptada su eliminación. “Mi entrenador me dijo que fuera con el alemán (Alexander Gladitz, finalmente último). Incluso lo he adelantado, pero quizá he repartido mal el esfuerzo, no me he visto a gusto y las piernas no me iban como yo quería”, explicó. Llegó 6º (46,26s), una marca que lo dejó bastante satisfecho (tiene 46 clavados este año).

Sólo Bustos en la final de 1.500m

Las piernas tampoco respondieron en los 1.500 metros. Solo David Bustos arañó un puesto en la final con la última marca de la repesca (3.40.60) después de sufrir en los últimos metros, cuando no pudo seguir el ritmo del noruego Filip Ingebrigtsen y del alemán de origen africano Homiyu Tesfaye. Antes, dominó la carrera desde las posiciones delanteras sin saber responder con la eficacia que caracteriza a los fajadores del kilómetro y medio. Como en Zúrich, cuando terminó 6º en una final llena de accidentes, será el único español en la final. Las épocas de los tripletes quedan ya lejos.

Marc Alcalá tampoco quiso quedarse atrás y marchó en las posiciones delanteras, pero la última contrarrecta lo fulminó. “La táctica ha estado bien porque confiaba en mi final, pero de repente han acelerado y me he ido atrás. En la curva del 200m he empezado a verlo complicado, pero luego he acabado fuerte”. Fue en ese punto dónde Alcalá no supo evitar todas las patadas que lo retrasaron aún más. “Esto sirve para aprender, hay que saber enfrentarse a estos atletas”, admitió Alcalá, de 22 años y con solo la experiencia absoluta de Praga 2015 en su curriculum.

El que no se lo explicaba es el debutante Llorenc Sales. En su primer campeonato a los 28 se quedó descolgado antes de mitad de la prueba y entró último con un tiempo de juvenil (3.51.49). “He tenido problemas personales y laborales que no me han deado centrarme en las últimas dos semanas. Desde el 600 no me encontraba cómodo, no me iban las piernas”, explicaba.

También descabalgaron Esther Guerrero en las semifinales de 800m y Caridad Jérez en las vallas altas. Guerrero corrió algunos metros por fuera y en la recta final apretó los dientes sin pasar de la quinta posición (2.01.62), cerca de la final pero sin ella, como la británica Jenny Meadows y la ucraniana Nataliya Lupu, dos de las más fuertes. Caridad Jérez ni siquiera llegó a pisar la pista. Si llegó a las semifinales de milagro tras quedarse en los tacos al pensar que la carrera sería nula, esta vez fue ella la que se precipitó y fue descalificada.

Dentro del anillo ilusionó el primer tiro de Úrsula Ruiz en la final de lanzamiento de peso. Mandó el artefacto a 17,14m, la marca de la temporada, pero después fue en regresión, arriesgó en el último y se quedó décima. La alemana Christina Schwanitz cumplió los pronósticos y venció pasando de 20m por primera vez en Europa este año (20,17m). La húngara Anita Marton (18,72m) y la turca Emel Dereli (18,22m) la secundaron en un podio barato.

En el parque de los museos de Ámsterdam prometió el veterano Lois Maikel Martínez. Al discóbolo nacido en La Habana le costó encontrar la posición con el disco, amagó tres veces con empezar a tirar pero cuando se vio preparado mandó el artefacto a 66 metros exactos que lo dieron el pasaporte a la final. Una marca prometedora en un año en el que apenas se han pasado los 68 metros. Frank Casañas, muy por debajo de su nivel, ni siquiera llegó a 60 metros (59,06m). Tampoco Lidia Parada llegó a la final de jabalina, aunque cumplió más que de sobra en su debut con la marca del año (57,34m).