ÁMSTERDAM. Bruno Hortelano y Eusebio Cáceres nacieron en Australia y Onil (Alicante) con ocho días de diferencia. De la cosecha de septiembre de 1991, sus nombres suenan desde hace tiempo como dos de las grandes joyas del atletismo español. En la tarde del jueves de Ámsterdam cruzaron sus destinos. Debió ser una de las tardes más felices del velocista y una de las más tristes del saltador. El primero llegó a cotas inexploradas por un español, la máxima final europea de la velocidad, los 100 metros, y acarició las medallas. Solo cuatro centésimas le separaron de ellas. El alicantino se resignó a ver cómo prácticamente la última oportunidad de agarrar el billete olímpico se quedaba en la tabla del pasillo de la longitud con tres nulos. Solo Hortelano estará en los Juegos Olímpicos de la flor de su carrera, los 24 años.

Madrileño de adopción, hombre de mundo y estadounidense de formación, Hortelano vivió una jornada “muy larga” que comenzó a las siete de la mañana. A primera hora se paseó en la primera ronda de los 200m, y por la tarde sufrió demasiado para meterse en la final del hectómetro. Entró directo, segundo, pero con el mismo tiempo que el alemán Julian Reus, uno de los pocos blancos más rápidos que él (10,22s). Por detrás del británico Richard Kilty, descalificado luego en la final, decidió la 'foto finish'. Si por la mañana Hortelano midió las palabras sin querer vaticinar la marca (“voy a volar”, advirtió) tras el susto de las semifinales pasó como el velocista que es por la zona mixta, centrado en la final y sin pararse a hablar.

El nulo de Kilty borró la que calificó como “mejor salida de mi vida”. Sin nervios, volvió a estar rápido en los tacos, pero le costó arrancar por la calle ocho. Empujó al final, en 30 últimos metros formidables en una carrera de viento nulo. A su izquierda, el veterano Churandy Martina, holandés de las Antillas y 32 años (10,07s), volaba hacia el oro y dejaba perplejos al turco de origen jamaicano Jak Ali Harvey (10,07s) y al francés Jimmy Vicaut (10,08s), el más fuerte sobre el papel. A Hortelano, campeón entre los blancos, le faltaron 10 metros. La pantalla no lo colocó en la clasificación y tuvo que ir pidiendo explicaciones hasta que apareció 4º. “La semifinal me ha cansado, no he corrido cómodo, pero en la final he disfrutado y estoy contentísimo”, explicó. El madrileño buscó explicaciones en el ajetreado día. “Quizá ese cansancio ha sido lo determinante...”, dijo antes de prometer solo dormir y no pensar esta noche, porque mañana le esperan los 200 metros. “Y allí voy a por las medallas”, amenazó. Y después, el relevo, para el que se guardó Ángel David Rodríguez, relajándose en las semifinales del hectómetro al notar el primer tirón, justo un instante antes de que se rompiera.

El contrapunto a Hortelano no era la tristeza de Cáceres, sino más bien la resignación del que acepta que su cuerpo es de cristal. “Sabía que sólo iba a poder hacer un salto bueno y no ha salido ninguno”, lamentó tras los tres nulos en la final de longitud. “En el primero el viento en contra me destrozó la carrera, en el segundo tenía el aire a favor y me eché para atrás...y en el tercero he retrasado y me he metido en la tabla más que cualquier otro...”.

Antes que sus nulos, llegó la confesión de quién trata de ilusionar con volver a ser el que fue en 2013, el saltador de 8,37m con opciones a todo a nivel mundial, pero llegada la hora del desenlace de la temporada reconoce lo ocultado al público. “Ha sido un año muy muy difícil. He tenido siempre problemas de isquiotibiales que vienen de la espalda y de los glúteos que he mantenido a raya en las últimas dos semanas”. Un problema que nada tiene que ver con el tobillo que ya le arreglaron. "Hoy cada vez que saltaba me tenía que parar y conforme saltaba me sentía peor, la carrera se me ha desbordado”, lamentó un hombre que en los últimos meses ha pasado por las competiciones con pies de plomo para no agravar su lesión, incapaz de enganchar el salto de ocho metros. “Y yo creo que en mis mejores condiciones estoy para 8,20m”.

No parece inquietarle demasido perderse unos Juegos en los que los pronósticos de hace años lo señalaban aspirante a los metales, aunque hay un resquicio. “Quizá podemos encontrar una competición este fin de semana (el plazo de mínimas acaba el lunes) pero primero hay que ver como está el isquio”, explicó sin convencimiento. Su preocupación es a más largo plazo. No descarta saltar otra manera de saltar, de usar la fuerza. “Incluso saltar con la derecha”, bromea. Una solución duradera que acabe con Cáceres viendo cómo las finales se resulven en distancias muy al alcance de su calidad. Greg Rutherford, el británico, el saltador más fiable, venció con 8,25m. El sueco Michael Torneus, gran competidor, le secundó con 8,21m, y el bronce estuvo más barato que nunca, en los 7,93m del local Ignisius Gaisah, el lo dejó fuera del podio en Moscú 2013 por un centímetro, el único día que su cuerpo maltrecho lo dejó brillar.

Ureña no termina el decatlón

Fue un día negro para Onil porque con tres nulos en disco por la mañana a Jorge Ureña se le escaparon también las medallas del decatlón. Después brilló en pértiga con marca personal (5 metros) y lanzó 52,26m en jabalina. En los 1.500m ni siquiera salió. Las medallas y los Juegos a los que también estaba llamado eran imposibles. En un final ajustadísimo venció el belga Thomas van der Plaetsen (8.218 puntos) por delante del checo Adam Helcelet (8.157) y del serbio Mihail Dudas (8.153).

En las otras finales del día, la alemana Cindy Roleder venció en las vallas (12,62s), la británica Dina Asher-Smith en los 200m (22,37s) y el sorprendente letón Zigismunds Sirmais derrotó a todos los consagrados de la jabalina con marca personal (86,66m).