Quizá no fuera solo la lluvia de Santander del otoño de 2012, la insatisfacción del patinaje lo que hicieron que Ruth Beitia descolgara las botas y volviera a colocar el listón del saltómetro tras retirarse tras los Juegos Olímpicos de Londres. Quizá no solo tuvo que ver las ganas de seguir saltando, la alegría indisimulada que le produce su deporte. También había una espina que quitarse. La de saltar 2 metros por primera vez en una gran cita y quedarse a las puertas del podio. La cántabra hasta entonces se podía reprochar que pese a su regularidad, siempre en las finales, a la hora de la verdad siempre estaba un escalón por debajo de sus posibilidades. Por eso tantas medallas al aire libre se escaparon por un salto, por dos centímetros más.

Eso no ocurrió en Londres. Por fin Beitia igualó su mejor salto del año, nada que reprocharse. Y, además, a la primera. Estaba subida en el podio. Entonces llegó la estadounidense Brigetta Barret, una de esas americanas que se crecen bajo los aros olímpicos, y brincó a 2,03m a la segunda. La rusa Svetlana Shkolina hizo lo mismo, pero Beitia no pudo batir su propio récord de España cinco años después. Ganó Anna Chicherova (2,05m), a la que un positivo por dopaje podría quitar el oro y volver a aupar a Beitia al podio años después. Ninguna de las tres estará en Río, una constante en la carrera de la diputada cántabra: todas se van, ella persiste.

La cántabra ha vivido sus años más dorados desde su amargo 4º puesto en Londres 2012

Aunque corra el escalafón por Chicherova, nadie le devolverá el momento a Ruth. Pero quizá con un bronce olímpico Beitia no hubiera vuelto, no hubiera firmado los mejores cuatro años de su carrera, no hubiera alegrado desde su vejez deportiva (37 años) los años más tristes del atletismo español, quizá no hubiera ganado dos Europeos al aire libre, el último hace unas semanas en Ámsterdam, y otro en pista cubierta, no se hubiera subido al primer podio mundial al aire libre en Moscú 2013, no hubiera aumentado su colección en Mundiales indoor en 2014 y 2016, no tendría ahora 13 medallas en grandes campeonatos, no se hubiera convertido en la primer atleta española, hombre o mujer, en ganar la Diamond League en 2015, ni estaría en disposición de repetir la gesta este año tras ganar en Oslo, Estocolmo y Londres. Quizá, en fin, no estaría el próximo jueves 18 de agosto a las 10:00 (15:00 en España) dispuesta a afrontar su cuarta calificación en unos Juegos Olímpicos.

Beitia tendrá que superar a la primera las alturas más cercanas a 2 metros y quizá pasar esa barrera

La cuenta pendiente de Beitia (final, sábado 20, 1:30 de la madrugada) con la única medalla que le falta volverá a exigir lo mejor de ella: mirar al listón, hablarle, sonreirle, extender su mano derecha, agitar los dedos e iniciar sus ocho zancadas y media, batir con la pierna izquierda, esperar que el viento no se mueva y que el listón no caiga. Tendrá que hacerlo a la primera en las alturas más cercanas a los dos metros y incluso superar esa barrera, como en Londres, como en Sopot y Zúrich, los grandes campeonatos de 2014, porque la referencia de las últimas finales olímpicas dice que las medallas siempre se encarecen.

Beitia, tan prudente, ni prometerá la medalla ni señalará a algunas rivales para no desmerecer a otras, pero en la mente de la cántabra (1,98m en Ámsterdam y Londres en julio) rondarán nombres como el de Chaunté Lowe, la más veterana después de ella, que con 32 años y tres hijos sigue intentando lograr una gloria olímpica también esquiva. Subcampeona del mundo en 2005, ya con Beitia por allí, y sexta en Pekín y Londres, no quiere dejar escapar la oportunidad. Saltó 2,01m en los Trials el 3 de julio con facilidad y parte como favorita sin las rusas, sancionadas.

Por delante de Ruth este año aparecen también aparecen la alemana de 25 años Marie-Laurance Jungfleisch, una mujer sin demasiado curriculum que el pasado 16 de julio se elevó por primera vez en su vida por encima de los 2 metros en su único concurso destacado del año, y la polaca de 30 años Kamila Licwinko (1,99m en Szczecin en junio) a la que Beitia superó en el Mundial de Portland de marzo, tras tres derrotas ante ella en grandes citas. Como le ocurría a la cántabra pre2012, la polaca no conoce todavía un podio al aire libre.

Beitia ha jubilado a toda la élite de la altura de los últimos 15 años. Todas se van, ella persiste

Por el retrovisor, Beitia tendrá que observar a la italiana Desiree Rossit, la ucraniana Oksana Okuneva, la búlgura Mirela Demireva, todas por detrás en el Europeo, y, sobre todo, a la jovencísima estadounidense de 18 años Vashtin Cunningham, la mujer que le apartó del oro mundial en marzo en Portland, cuando en su primera gran cita demostró que no la temblaba el pulso. Todas ellas han alcanzado 1,97 metros, un centímetro más que la croata Ana Simic y la lituana Airina Palsyte, otras que merecen atención. A todas debe dejar Beitia por el camino de la final olímpica para sellar su carrera con una medalla olímpica a los 37 años. Entonces Kajsa Bergqvist, Emma Green, Yelena Slesarenko, Hestrie Cloete, Tia Hellebaut o Antonieta Di Martino, algunas de las más importantes mujeres que han derrotado a Beitia a lo largo de los últimos 15 años, ya retiradísimas, desde su casa, admirarán a esa saltadora persistente que se aferró a la élite hasta el final para cumplir su sueño olímpico.