Cayeron todos los jóvenes, fulminados por la dureza de los 50km marcha y los males que provoca y solo resistió el abuelo, Jesús Ángel García Bragado, el atleta más veterano de todo el atletismo olímpico, que llegó a la meta de sus séptimos Juegos Olímpicos en 19º posición (3.54.29). Rescató la sabiduría de la experiencia y la resistencia, esas cualidades que lo llevan a marchar desde hace años más con la cabeza que con las piernas, empezando atrás y recogiendo los cadáveres de los jóvenes, osados o inconscientes, que se lanzan a altos ritmos a por una prueba de casi cuatro horas que siempre se cobra su venganza.

Por cumplir el sueño de sus séptimos Juegos y llegar a la meta en Río a los 46 años, se paró en mayo en la Copa del Mundo de Roma cuando los músculos dieron el primer aviso. Se quitó las zapatillas, mostró sus pies baqueteados por más de 25 años en la élite, sus uñas negras, y se colocó en la valla a observar a sus rivales junto a las Termas de Caracalla. 

Desde allí vio como llegaba entre los primeros José Ignacio Díaz, de 36 años, al que el cuerpo no le respondió en Río. Luchó desde las últimas posiciones contra las lesiones arrastradas y se retiró, cuando era penúltimo pasado el kilómetro 30. Tampoco resistió a sus segundos 50 el campeón europeo y mundial de 20km, Miguel Ángel López, que cerró "una semana horrible", así lo dijo, despidiéndose en el kilómetro 37 con una sobrecarga en los abductores. 

La calidad del murciano, pese a la decepción olímpica del pasado viernes, despertaba algunas esperanzas de acabar, al menos, entre los ocho primeros cuando López pasó 11º por la mitad de carrera, en ritmo progresivo tras abandonar un grupo y marcharse en solitario, Pero los kilómetros fueron cobrándose sus víctimas. 

Se lo pueden preguntar al francés Yohan Diniz, el plusmarquista mundial, en solitario más de 30 kilómetros hasta que su cuerpo empezó a morir y resucitar alternativamente. Perdió la cabeza al pararse por necesidades fisiológicas, siguió caminando, se desmayó, volvió a levantarse y terminó 7º como un héroe. De sus pausas se aprovechó el australiano Jared Tallent, el campeón en Londres, que cuando creía acariciar su segundo título olímpico (que podría ser tercero, pues entró 2º en Pekín por detrás del dopado Alex Schwazer) se vio adelantado por el campeón del mundo, el eslovaco Matej Toth, ganador en 3 horas, 40 minutos y 58 segundos.

El canadiense Evan Dunfee, toda la carrera persiguiendo a Diniz, fue adelantado por el japonés Hirooki Arai mientras le rozaba y desequilibraba. Los jueces aplicaron el reglamento con la máxima severidad, el nipón terminó descalificado y Dunfee en el podio. 50 kilómetros de sudor arruinados por un mínimo gesto.