La historia de una altísima cántabra de 37 años que disfruta, habla y salta con la ilusión de una niña se coronó este sábado en Río con un oro olímpico en el estadio de atletismo, el primero desde que Fermín Cacho ganó los 1.500m en Barcelona 92, el primero de una mujer. Ruth Beitia no necesitó volar muy alto para tocar el cielo en su epílogo dorado del salto del altura. "A veces... los sueños se hacen realidad", escribió antes de irse a dormir la noche anterior en Twitter. Un sueño que para ella habría sido una medalla olímpica, la única que faltaba en su colección, y que terminó siendo la mejor posible. Un premio a su resistencia y perseverancia. En su carrera y en la final.

Beitia ha resistido a todas las rivales con las que se ha enfrentado en la élite mundial durante tres lustros y ha esperado para conseguir lo que muchas no lograron en su momento. La croata Blanka Vlasic se convirtió en 2009 en la segunda saltadora en llegar más alto de la historia (2,08m), pero tras muchas lesiones celebró bailando sobre la pista un bronce con el que no contaba. Nunca subió al techo olímpico. Tampoco la sueca Kajsa Bergqvist ni la sudafricana Hestrie Cloete (2,06m), la estadounidense Chaunté Lowe (2,05m), ni la búlgara Venelina-Veneva-Mateeva (2,04) o la rusa Irina Gordeeva (2,04m). 

A todas se enfrentó Ruth Beitia (2,02m en 2007 como tope) en decenas de finales europeas, mundiales y olímpicas, a cubierto y a descubierto, en una época en la que empezó a acumular tantas medallas (la de Río es la 14ª) como decepciones. Al aire libre siempre le faltaba un salto más, dos centímetros, un nulo de menos para auparse al podio al que aspiraba. Siempre con la élite, pero siempre tras ella. Todas sus verdugas se fueron echando a un lado. La edad, la falta de ambición, los achaques del cuerpo. Beitia quiso seguir y batirse con saltadoras cada vez más jóvenes.

A los 33, decidió que se retiraría tras los Juegos Olímpicos de Londres. Era 2012, el año que cambió a Beitia. En junio aprovechó una final favorable en el Europeo de Helsinki para ganar por primera vez una medalla al aire libre, su asignatura pendiente. La otra, el podio olímpico, se le escapó cuando lo tenía entre las manos. Saltó a la primera dos metros, pero sus rivales acabaron superándola en una tremenda final y se quedó cuarta.

De esa insatisfacción y del aburrimiento que le causó el patinaje y la lluvia del otoño en Santander, nació la mejor Ruth. Volvió al saltómetro con un plan más ajustado a su edad. De las diez sesiones semanales a las seis. Ya tenía el físico y la experiencia. Solo faltaba empezar a ganar medallas en cadena: oro europeo y bronce mundial en 2013, oro europeo y bronce mundial, otra vez pero invirtiendo la pista cubierta y el aire libre en 2014, la Diamond League en 2015, oro europeo y plata mundial este 2016...hasta llegar a la cima en Río. Mientras, sus viejas rivales la ya veían por televisión.

Beitia se retiró tras los Juegos de Londres. Pero la lluvia de Santander le aburría. Volvió al saltómetro y empezó a encadenar medallas

Beitia continuó para sacarse la espina olímpica y porque disfruta de lo que hace más allá de los resultados. Nunca pronostica una final ni señala a sus rivales. Todas, dice publicamente, merecen el mismo respeto. A sus amigas las aplaude y las consuela, como hizo con la italiana Alessia Trost tras fallar en Río. Recibe sus victorias y sus derrotas con la misma sonrisa. Termina su competición, llega a la zona de los periodistas y les saluda con efusividad. Cuando empiezan a caer las preguntas, nunca falta una respuesta: "Esto es también de Ramón Torralbo, mi entrenador, que es mi 50%". 

Torralbo es ese hombre con bigote que siempre está en la grada intentando mejorar a Ruth. Un cántabro con toda una vida de dedicación al atletismo y a Ruth, su gran joya. También en la final corrigió los fallos tras el primer nulo en dos metros, en esos momentos de tensión en los que se juegan las finales y Beitia encuentra la confianza en él y la tranquilidad cuando se cubre la cabeza bajo una toalla para no ver lo que hacen sus rivales.

Así ocurre desde que competía por cada Campeonato de España con su íntima amiga, la navarra Marta Mendía, la mejor de España (1,96m) hasta que llegó Beitia. Luchando con ella mejoró y alcanzó la élite mundial. Cobraba así sentido su dedicación al atletismo desde que era una niña que viajaba en el maletero del Renault 12 de su padre porque iba a competir con sus hermanos en todo tipo de carreras de cross a través del país. Los hijos heredaban la pasión del señor Beitia, juez en Barcelona 92, por el atletismo. Entonces pocos imaginaban que la más pequeña y más alta de la familia llegaría tan lejos.

Beitia llegó a la élite mundial compitiendo en cada campeonato de España con su amiga Marta Mendía. Así empezó a superarse

Tras una carrera deportiva con más de 6.000 saltos, Beitia aprovechó la final más barata de la altura desde 1980. Encontró premio a su regularidad desde el inicio. Tanta experiencia tenía que servir para no cometer nulos tontos que al final resultaron decisivos. Debutó en 1,88m a la primera, como otras diez. Siguió sin fallo en 1,93m, como otras cuatro. En el salto clave, 1,97m, la técnica de la cántabra, las ocho zancadas y media sin pasitos previos de aproximación al listón que adoptó el año pasado tras tantos años (y, también, la sonrisa, las palabras que dirige al listón y su mano estirada y sus dedos bailando) le llevó a volar de nuevo.

Solo la búlgara Mirela Demireva la emuló en el mejor salto de su vida. La croata Vlasic, una gran competidora, lo pasó a la segunda. La estadounidense Chaunte Lowe, favorita, solo pudo a la tercera, tras la interrupción en la que sonó el himno de su país en honor a las relevistas del 4x100. Entre las cuatro estaban las medallas. Beitia no pudo ninguna de las tres veces los dos metros, la altura que superó hace cuatro años en Londres. Tras el último, que derribó con los glúteos, saludó al público, sonrió y esperó sentada. Demireva, con un nulo en la primera altura, no iba a mejorarse aún más. Vlasic ya no estaba para esos trotes. Lowe, la más peligrosa, corrió hacia el listón con demasiado ansia. El oro iba al cuello de la más resistente: Ruth Beitia Vila.

Bustos, diploma en los 1.500m

En parte por los inexcrutables caminos del atletismo, en parte por la calidad que le llevó a colgarse la plata europea hace poco más de un mes, el balear David Bustos consiguió el segundo diploma atlético en Río en la otrora prueba fetiche de España. Terminó 7º en los 1.500m, una final que bien pudo no disputar. En la dura semifinal, tropezó y se salió de la pista por dentro en los últimos 200m. Cuando todos aceleraban, se quedó sin opciones y llegó trotando a meta. La Federación Española reclamó, estimando que había sido empujado, algo nada claro a la vista de las imágenes. La Federación Internacional aceptó el recurso y reclasificó a Bustos para una final que estaría llena de sorpresas.

La derrota de Asbel Kiprop resultó una gran sorpresa. De nuevo falló en los Juegos

El mallorquín tomó la cabeza con los estadounidenses Ben Blankenship y Matthew Centrowitz. Nadie se manifestó en contra, así que tiraron de una de las finales olímpicas más lentas de la historia: 1.06.83 los 400m, 2.16.59 los 800...Bustos empezó a cerrarse en el grupo mientras Asbel Kiprop, el gran favorito, empezó a escalar posiciones desde la cola del grupo. El marroquí Abdelatii Iguider, un clásico, aceleró la carrera a falta de una vuelta, pero el americano se resistió a perder la cabeza. El balear corría demasiado atrás.

Centrowitz, de Maryland, resistió incluso el tibio ataque de Kiprop, que contra pronóstico se quedó sin respuesta a su acelerón progresivo en los últimos 200m. Ganó la prueba reina del mediofondo por primera vez para Estados Unidos desde 1908 con una marca de carrera juvenil (3.50.00). El campeón hasta hoy, el algerino Taoufik Makhloufi demostró la rapidez con la que se colgó la plata en los 800m (3.50.11) y el neozelandés Nicholas Willis, un maestro de las rectas finales en este tipo de carreras, volvió a subir a un gran podio (3.50.24). Kiprop se rindió y por poco no le alcanza Bustos (3.51.06), que reconoció que le faltó agresividad y una mejor colocación para poder llegar más lejos con su gran final.

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Sobre el autor
Ismael Pérez
25 años. Periodista. He cubierto los JJOO de Londres y Sochi para Somosolimpicos.com y los grandes campeonatos de atletismo desde 2011, en Praga y Ámsterdam como enviado especial. @Ismael_Prz