Sin Diamantidis el Panathinaikos es muy manso y una vez más se volvió a demostrar. El base sufrió un golpe en el primer minuto que le obligó a retirarse del parqué para ser atendido. Aunque volvió, su pobre actuación lastró aún más a su equipo, que en algunos momentos era capaz de ver el aro. Ukic quiso ejercer de salvador y, pese a sus 15 puntos, no lo consiguió.

El CSKA, con sus piezas mucho mejor engranadas, encontró en Sonny Weems a su anotador que le permite desempatar en el tablón de enfrentamientos anteriores. 26 veces habían jugado rusos y griegos y habían ganado trece cada uno. Con la victoria por 77-51, además de ser una de las más abultadas, rompe esa igualada entre dos equipos históricos de Europa. También, y lo más interesante para Ettore Messina, consiguen el 2-0 en la eliminatoria y viajan a Grecia con tranquilidad, sabiendo que en caso de no conseguir una victoria en el OAKA, pueden finiquitarlo otra vez en Moscú.

Ritmo diferente al primer partido

Las primeras posesiones fueron totalmente contrarias a lo que se había visto en el partido inaugural de esta eliminatoria. Mucha más dinamicidad en los dos equipos, mucha anotación y, aunque las defensas dificultaban los tiros, todos los jugadores veían canasta con facilidad. Incluso con la aparatosa lesión de Diamantidis el Panathinaikos seguía con claridad de ideas, gracias a la dirección y anotación de Roko Ukic —9 puntos en el primer cuarto—.

La igualdad se hacía patente posesión tras posesión mientras la duda de si el buque insignia del Panathinaikos podría volver rondaba por el USH de Moscú. Los griegos, con grandes defensas del exobradoirista Stephane Lasme y de James Gist y el acierto exterior —3/4 en triples en el primer cuarto—, se mantenían en el partido. Por el bando local Sonny Weems ya demostraba su capacidad anotadora de la que ya había hecho gala en el primer partido con 21 puntos para poner el 21-19 en el final del primer cuarto.

Parcial ruso de 16-0 gracias a los errores griegos

Los catorce primeros puntos del segundo cuarto fueron del conjunto dirigido por Ettore Messina. Catorce que sumados a los dos del final del primer periodo hicieron un parcial de 16-0 que ya fue insalvable para el Panathinaikos (35-19). La rotación rusa empezó a hacer daño. Fridzon, Micov o Vorontsevich siempre lanzaban solos e incrementaban la racha, mientras que al cuadro griego hacer una simple canasta se le hacía casi imposible. De hecho, varios contraataques en superioridad no supieron finalizarlos. Después de seis minutos y medio, Ramel Curry rompió el parcial con un lanzamiento en suspensión.

El propio base, que estuvo bastantes más minutos de lo habitual en pista debido al golpe de Diamantidis, intentó recortar distancias después de romper la mala racha, pero no hizo más que mantenerla puesto que falló todo lo que intentó después —1/6 en tiros de campo—. La distancia se mantuvo entre los 10 y los 16 puntos debido a las imprecisiones helenas en sus ataques. Todo indicaba que el partido era del bando ruso, incluso los dioses griegos parecían querer eso, ya que Jeremy Pargo anotó desde el centro del campo intentando salvar el campo atrás, algo que no logró ya que pisó la línea. Al menos lo espectacular de la acción puso algo de salsa a un segundo cuarto que finalizó con el equipo griego anotando solo 6 puntos y con el 39-25 en el electrónico.

Se acabó la dinamicidad inicial

El comienzo de la segunda parte corroboró lo visto en el primer partido. Anotaciones bajas, muchas pérdidas, muchas imprecisiones, fallos en tiros aparentemente sencillos, faltas, tiros libres errados...Todo lo que mata al espectáculo empezó a verse al volver del descanso. Esa dosis de diversión parecía ya haberse gastado con el triple inverosímil y no válido de Pargo y con una petición de boda durante el tiempo que los jugadores estaban en los vestuarios.

Lasme quiso poner emoción al partido y, con un mate a un robo, inició el tercer cuarto avisando, aunque eso fue un espejismo. En el minuto 5 de este tercer periodo el marcador iba 2-3, lo que provocaba aburrimiento en los aficionados rusos que estaban esperando la aparición estelar de alguno de sus hombres. Durante el tercer cuarto, la sucesión de tiros libres mantuvo la distancia entre los 10 y los 16 puntos, de los que no bajó. 50-39 finalizaba este parcial.

Weems sacó su fusil y sentenció el partido

El estadounidense comandó el ataque de su equipo en el último cuarto monopolizando las posesiones. Lanzamientos lejanos de todos los colores: tras bote, tras salir de un bloque, recibiendo solo y tirando o después de un pick and roll, le consagraron como el máximo anotador del partido —23 puntos, 7/10 en tiros de dos y 3/4 en triples—. Mientras, en el bando heleno, Mavrokefalidis, que no había disfrutado de minutos en la primera mitad, le puso lo que le faltaba a sus compañeros, ganas y competitividad. El exjugador del Barcelona aportó con 8 puntos que no sirvieron para más que para maquillar el resultado final, que ya empezaba a ser abultado.

Diamantidis intentó jugar con un tapón para controlarle la hemorragia nasal, pero no era el día del base, y se fue sin anotar un solo punto y repartiendo tan solo dos asistencias. Llegando a la conclusión del choque Messina incluso dio segundos a los menos habituales a la vez que la renta seguía subiendo. Finalmente el conjunto de Alvertis pasó los 50 puntos para poner el 77-51 final. En Grecia la historia será muy diferente. El infierno del OAKA será crucial para ver si los jugadores del Panathinaikos son capaces de dar la vuelta a esta eliminatoria, aunque se antoja muy complicado. Aunque consigan las victorias en su cancha, después tendrán que retornar a Moscú, donde el CSKA ha demostrado saber vencer de las dos formas posibles, cómoda y sufriendo —con prórroga en el primer partido—.

Fotos cuerpo: euroleague.net