Llegó el día D y la hora H. Estados Unidos había cumplido todos los pronosticos. Arrasó a todo el rival que se le puso delante y se citó con la historia para buscar un nuevo cetro Mundial. Por su parte, Serbia sorprendió a especialistas y aficionados al baloncesto. Garra, pundonor y sacrificio como bases de su juego, con un Djordjevic en el banquillo que tuvo en Teodosic como su extensión en la pista. Estados Unidos desplegó un juego prácticamente perfecto, tanto en ataque y en defensa. Triples, robos, contraataques, tapones y rebotes le llevaron a su quinto oro para igualar en el palmarés a la extinguida Yugoslavia.

Irving se pone en modo asesino

Arrancó el partido con un guión totalmente opuesto al que se esperaba. Serbia empezó mucho más centrado, jugando a lo que Teodosic quería. El base del CSKA de Moscú se encargó de una dirección sensacional en los primeros minutos y repartió tres asistencias poco después de salto inicial. El base encontró en Bjelica en su mejor aliado y junto le dieron ocho puntos de ventaja a su selección (7 - 15, min. 4). Además, Anthony Davis, el referente dentro de la pintura, sumó dos faltas a su casillero, mientras que Estados Unidos ya había entrado en el bonus con más de la mitad del primer parcial por jugarse. Peor no podía haber empezado. Ver para creer.

El pívot estadounidense se fue al banco y se llevó la bronca de Coach K. No solo repercutió en Davis, sino que despertó todo el equipo. Solo un minuto después el partido ya estaba igualado (15 - 15, min. 4) con un gran James Harden. El jugador de los Rockets anotó dos 2+1 y un triple en los compases iniciales y devolvió a su equipo al partido. La puntilla la dio Kyrie Irving (12 puntos en el primer período). El base de Cleveland Cavaliers demostró que Estados Unidos había trabajado muy bien el encuentro. En todos los ataques buscaba el lado de Teodosic -un gran director, pero pésimo defensor-, e Irving se hartó a anotar. Lo hizo desde la larga distancia y en penetración. En estático y en contraataque. El parcial se fue hasta el 28 - 6 para acabar el primer cuarto con un abultado 35 - 21 tras un 5/5 en triples de los norteamericanos.

Estados Unidos pone la velocidad de crucero

Los jugadores norteamericanos estaban hipermotivados. Querían la medalla de oro a toda costa y la querían practicando un juego casi perfecto, exhibiendo el enorme poderío y talento a todos los puntos del planeta. Si el arma del primer periodo fue el tiro desde el 6.75, el del segundo fue el que llevan practicando durante todo el campeonato. Defensa asfixiante al jugador con el balón para robar o para que no pueda pasar y tenga que lanzar en una situación complicada. Serbia perdió tres balones en apenas dos minutos y Estados Unidos lo castigó al contraataque (42 - 26, min. 12).

Era imposible mantener el acierto durante todo el partido. Entonces apareció otro de los aspectos diferenciales de Estados Unidos con el resto de equipo. Los dos pívots cargaban el rebote ofensivo y llegaban a tener dos y hasta tres oportunidades en cada ataque. Cousins, Rudy Gay y Faried, que protagonizó la jugada del partido con un tremendo mate y falta adicional, estaban destrozando a los pívots serbios (47 - 29, min. 15). Serbia estaba viviendo una auténtica pesadilla, pero todavía no había pasado el vendaval. Irving y Harden regresaron al parquet y siguieron repercutiendo en ataque hasta llegar al descanso con un 67 - 41 tras un triple sobre la bocina de de Kalinic

20 minutos de la basura

Estados Unidos había sentenciado el encuentro en el primer período. Restaban 20 minutos sin ninguna historia. Fiesta para los estadounidenses y agonía para los serbios. Sin embargo, Serbia siempre ha ido sobrada de carácter, tanto en sus jugadores como entrenadores y lo demostró una vez más en la reanudación del partido. Raduljica tuvo sus más y sus menos con Cousins y se saldó con una falta antideportiva, primero, y una técnica, después, para el pívot serbio. A pesar de sacar el carácter, Estados Unidos continuó encontrando una mina tras el rebote ofensivo y Cousins dio un auténtico recital en la pintura para dejar el 105 - 67 al final del tercer cuarto.

Los últimos diez minutos se conviertieron en un correcalles. Ya no existían esquemas, cada jugador hacía la guerra por su parte. Faried machacaba el aro, Stimac sumaba cerca del aro, De Rozan anotaba desde la larga distancia, Kalinic también engordó sus estadísticas, al igual que Klay Thompson, Raduljica y Rudy Gay. Sonó la bocina final y Estados Unidos logró el ansiado oro tras ganar por 129 - 92. Misión cumplida de los marines americanos, que pueden regresar a casa con una medalla colgada del cuello.