Dicen que Nadal, Fernando Alonso, Iker o Xavi están acabados, que la edad no perdona, pero la exhibición de Pau Gasol, la master class del jugador español ante 27.000 franceses, deja en evidencia cualquier tipo de teoría respecto al periodo de decadencia de una leyenda. El factor físico es sin duda esencial, pero ante este tipo de deportista genial e irrepetible, ante un héroe de nuestro tiempo, siempre se corre el riesgo de quedar en evidencia. Y quizás es injusto individualizar, pero en este caso es imposible, pues el recital del ala-pívot español ante los franceses le ha elevado a la ingravidez histórica del baloncesto. Los números nunca mienten, cuarenta de los ochenta puntos conseguidos por España, once rebotes y tres tapones así lo ratifican, pero lo que queda en nuestra memoria son las sensaciones de grandeza que nos ha dejado.

Es aquel King Kong Gasol que se subió a la Torre Eiffel y, allá arriba ante 27.000 franceses, se golpeó el pecho con rabia.

Pau simplemente es el mejor, entre innumerables acciones, dejó para el recuerdo un tremendo gorro a Gobert. El partido de España a nivel colectivo ha sido grandioso, quizás con el lunar del rebote defensivo, pero la selección española ha creído en todo momento que era posible vencer a la poderosa Francia en su propio feudo. Y todo ello gracias al genio de Sant Boi, un jugador de otro planeta que siempre salta a una chancha con la intención de ganar. Entre los mortales, fantástico el ‘Chacho’ Rodríguez, pero en otra dimensión Pau, que es el Magic de los Lakers, el Bird de los Celtics, el Jordan de los Bulls, es aquel King Kong Gasol que se subió a la Torre Eiffel y, allá arriba ante 27.000 franceses, se golpeó el pecho con rabia.

Pau forma parte del ingrávido equipo de la NASA

El impresionante campeonato que se está marcando el ala-pívot queda resumido en el monumental último cuarto y la prórroga de Pau. Los franceses se llevaron a Lille hasta la Torre Eiffel para defender a Pau, el arma de destrucción masiva de los de Scariolo, pero Gobert que también hizo un partidazo, acabó sucumbiendo ante la leyenda.

Gasol quiere el oro, así lo ha manifestado, siempre lo ha querido, pero los aficionados al baloncesto son conscientes de que el primero o segundo puesto puede llegar a ser aleatorio ante lo que nos ha hecho vivir Pau. La dimensión de este jugador escapa a todo calificativo, pues siempre se quedan cortos ante su grandeza. Siendo leyenda tanto en el baloncesto mundial como en la NBA, suele cuestionarse dónde está el techo de Gasol, simplemente no lo busquen más en tierra firme, porque Pau forma parte del ingrávido equipo de la NASA, en el que forman querubines del aire como Jordan, Magic y compañía.

Se puede hablar de heroicidad, de épica, pero en el caso de Pau solo se debe de hablar de baloncesto, porque a la experiencia de sus 35 años, hay que sumar un dominio abrumador de todas las facetas del juego. En la pintura es un dragón, como todos sabemos, pero a poco que el físico le acompaña, se convierte en determinante en todos y cada uno de los rincones de la cancha. No hace mucho le preguntaron a Pau, que qué quedaba de aquel chaval imberbe y espigado que visitó por primera vez el Madison, y Pau respondió que quedaban muchas cosas. Las raíces, los valores, los principios, la ambición, la ilusión intacta por jugar al baloncesto muy presente, tanto que le motiva y le lanza a seguir jugando al nivel que lo hace y a disfrutar apasionadamente de un deporte que ama y para el que ha nacido.

En la NASA del baloncesto, Gasol completa su carrera espacial, pues su sólido combustible de hidrógeno alimenta un cuerpo que es transbordador de la leyenda.

De esta forma se explica su cada vez más enorme leyenda, y cómo no, la noche inolvidable en el Stade Pierre-Mauroy. Sus tres mates rompiendo el aro con rabia, dignificando ese número cuatro que deberían retirar de la ACB, porque jamás otro baloncestista español volverá portarlo con semejante grandeza. En la NASA del baloncesto, Gasol completa su carrera espacial, pues su sólido combustible de hidrógeno alimenta un cuerpo que es transbordador de la leyenda. Pau es Apolo, Columbia, Challeneger, Discovery, Atlantis y Endeavour, en las trincheras de la zona su guerra es espacial. En la pintura de las estrellas el balón es la conquista de la Luna, y tras esta última exhibición de elegancia, poderío e ingravidez, a todos y cada uno de los aficionados al baloncesto nos ha puesto en órbita, rumbo a colisión con las grandes emociones.

Recurriendo a Machado solo queda decir: La cancha tiene una torre y la torre tiene un balón, el balón tiene una mano, es la mano de Gasol. Ha pasado un ciclón -¡y valga dios cómo pasó!- y se ha llevado la cancha, con su torre y su balón, con su balón y su mano, su mano, la leyenda de Gasol.