El Caja Laboral es, ahora mismo, un equipo sumergido en un océano de dudas. Dudas e interrogantes. Un equipo capaz de revertir una desventaja de 16 puntos en Valencia y, cinco días después, no ser capaz de plantar un mínimo de batalla a Olympiacos cuando su continuidad en la Euroleague está en el alambre. Se detecta falta de juego, carácter y ambición, todo ello incompatible para lograr uno de los principales objetivos de la temporada: el pase al Top16.

Olympiacos dictó el ritmo del encuentro a partir de los dos minutos y medio del primer cuarto. Fue lo que tardó Papanikolaou en cercenar el parcial de 5-0 con que el Baskonia despegó. A partir de ese instante, el duelo estuvo marcado por la batuta de Vasilis Spanoulis, que realizó en Vitoria una tesis acerca de cómo dirigir un encuentro. Él fue quien decidió cómo y cuándo finalizaba cada ataque de su equipo, al que ordenó con maestría tanto en ataque como en defensa.

Pero la culpa de que Olympiacos se vaya de Vitoria con un triunfo excesivamente sencillo no fue sólo del veterano base heleno. El Caja Laboral tiene mucho que decir en todo esto. Los de Ivanovic fueron un equipo desconcertante, sin finura en el aro rival ni contundencia en el propio. Y lo más preocupante de todo está en la falta de carácter y personalidad exhibida, incapaces de dar un bandazo al partido, sin siquiera un jugador cualquiera que se echase al equipo a sus espaldas.

Si Olympiacos hubiese necesitado ganar el partido por una diferencia mayor, lo hubiese hecho sin ningún problema. A la dirección de Spanoulis le secundaron el acierto de Printeziz (8 puntos) y Hines (10 puntos) en el primer y segundo cuarto respectivamente. El Baskonia se agarró a Nocioni durante el primer cuarto, hasta que al argentino se le fundieron los plomos. Con puntería y astucia en ataque y seguridad y firmeza en defensa, la diferencia fue paulatinamente engordando a favor de los pupilos de Bartzokas.

Pese a la sensación global de inseguridad que transmitía el Caja Laboral, la diferencia al descanso (40-47) podría inducir a un cambio de timón tras el paso por vestuarios. Nada más lejos de la realidad. El entreacto tuvo el efecto inverso en los jugadores locales. Sensación de dejadez, inseguridad personalizada en varios jugadores y un ataque en el que, por mucho que se puedan combinar tres bases, siguen habiendo una carencia descomunal.

La empresa se tornó a imposible cuando, en los albores del último cuarto, la diferencia alcanzó los veinte puntos (51-71; Min. 30). La diferencia había ido progresivamente creciendo a favor de los intereses griegos y con el consentimiento de un Baskonia exageradamente pasivo dado lo que tiene en juego. Únicamente la derrota del Armani Milano en Estambul le mantiene con esperanzas en una competición en que la que los alaveses ya han perdido toda su credibilidad.

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