La historia del Club Baloncesto Valladolid cada vez se asemeja más la de una novela. Tiene todos los ingredientes para convertirse en un auténtico best seller. Emoción, drama, intriga, supuestas conspiraciones, fugas, destierros, gestas con toques heroicos, poesía en movimiento y líderes en la sombra que emergen en los momentos de crisis.

Este último punto ha adquirido especial relevancia en el último mes y medio. El Ayuntamiento de Valladolid ha salido de su aparente ostracismo respecto al club, que en realidad no era tal, y ha regresado a la primera línea de actualidad del CB Valladolid.

El alcalde vuelve a la palestra

El nuevo proyecto se está comenzando a fraguar, una vez más, desde los despachos de la Casa Consistorial. Una vez que el anterior, capitaneado por José Luis de Paz y Víctor Saquero, acabase quemado, roto, deslavazado y pareciéndose más a una obra de Valle-Inclán que a la gestión de una entidad deportiva.

En realidad, De Paz y Saquero nunca fueron capaces de ejercer de jinetes ni de amarrar el carruaje al caballo, asilvestrado por su anterior capataz Mayordomo y por otros antes que él.

El equino marchó ajeno a todo control, recto hacia el abismo. Mientras eso sucedía, la fastuosa carroza, convertida en diligencia de poca monta o en carreta de áridos caminos castellanos, fue perdiendo el equipaje, los enseres de valor y se quedó únicamente arrastrando un lastre que ni siquiera la permitía avanzar para atrapar al veloz caballo.

Por ello, el alcalde Javier León de la Riva y los que son desde hace años sus más estrechos colaboradores dentro del Ayuntamiento en este asunto incómodo del Club Baloncesto Valladolid, decidió volver a coger las riendas. Como tantas otras veces en la historia de la entidad morada. Y es que dicho relato de humildes alegrías deportivas y sinsabores extradeportivos no se puede entender sin la figura de León de la Riva.

Cada vez que el fuego ha amenazado con quemar la añeja madera del carruaje o que este se ha cruzado con un tronco especialmente grueso e infranqueable por el camino, el alcalde ha actuado de bombero o de improvisado allanador de caminos. Incluso manchándose los zapatos y la ropa, si hacía falta. Decir lo contrario, independientemente de las simpatías que despierte la figura del primer edil, sería faltar a la verdad.

Sin embargo, tampoco se puede negar que esta vez ha dejado que las aguas estancadas de Pisuerga despidieran un olor excesivamente putrefacto. El aroma a podrido había llegado a su casa y él parecía no querer verlo. Durante la errática e insustancial presidencia de De Paz, únicamente útil para que los medios llenaran páginas y agudizaran su ingenio, se mantuvo muy alejado de la dura batalla que se estaba librando.

Una lucha que, una vez más, tiene que ver con personas y familias con problemas de salud y con dificultades económicas. Y algunos poseen el dudoso honor de repetir desagradables experiencias pasadas. Son los que llevan dando la cara por este club desde hace años. Los sacrificados héroes de toda historia, algunos anónimos y otros con nombre y apellidos bien conocidos.

La extraña historia de la propiedad del CB Valladolid

Pero el alcalde decidió mirar para otro lado y dejar hacer a De Paz y a Saquero, incluso cuando su concejal Alfredo Blanco contradijo todo su discurso histórico sobre el Club Baloncesto Valladolid y negó la propiedad municipal de la entidad.

En este punto, es necesario hacer un poco de memoria y resumir la turbulenta historia jurídica del club. Es cierto que ese dominio sobre la institución morada, como se ha explicado en otras ocasiones en esta sección, no pertenece actualmente al Ayuntamiento desde el punto de vista estrictamente jurídico, pero sí de una manera fáctica.

Es el órgano municipal quien controla a la Fundación Baloncesto Valladolid, quien posee la última palabra en la toma de decisiones del club y quien tiene la responsabilidad sobre las deudas que este genere.

Eso no era óbice para que alguien tuviera que explicar algún día por qué el accionariado, que, según la versión oficial de la historia del club, pertenecía al Ayuntamiento desde que Fernández Prada en 1998 asumió la presidencia y exigió a León de la Riva que el Ayuntamiento comprara las acciones, en algún momento, misteriosamente, pasó a ser poseído por la Fundación.

¿Qué clase de negocio jurídico se realizó para establecer esa situación sobre la propiedad del CB Valladolid? Hasta que no se ofreciese otra explicación, y descartadas otras opciones como la posesión demoníaca, había que suponer que el Ayuntamiento donó sus acciones en un acto de dudosa regularidad a la Fundación, para pasar a controlarlas mediante esta entidad interpuesta entre el club y el propio Ayuntamiento.

En la extraña jornada de puertas abiertas que el Patronato de la Fundación celebró hace un par de semanas, el que suscribe preguntó por esa cuestión. La explicación fue bastante parca y se expresó de una forma poco convincente. Al parecer, la Fundación, que fue constituida en el año 2002, se convirtió en deudora del CB Valladolid. Los patronos no explicaron cuales eran los conceptos de ese débito.

Ese crédito fue creciendo progresivamente y, para pagarlo, el Ayuntamiento fue realizando sucesivas ampliaciones de capital en las que la Fundación fue adquiriendo acciones del club. De esa manera, la entidad presidida actualmente por Juan Vela acabó por convertirse en la accionista mayoritaria de la Casa Morada. En definitiva, fue absorbiendo a la institución, lo cual, bien mirado, no está tan alejado de ese fenómeno paranormal del que antes se hablaba.

Esto se traduce en que el Ayuntamiento se desprendió de las acciones del club para pagar los “servicios financieros” prestados por una Fundación destinada a la promoción del baloncesto en Valladolid, la cual el mismo club había constituido y, por tanto, el propio Ayuntamiento. Algo así como si un padre le regalase la casa a su hija como agradecimiento por no haberle pedido propina durante varios años.

Un negocio cuanto menos turbio, aunque legal según uno de los patronos, el concejal Luis Antonio Gómez, ya que la posibilidad de que una Fundación asuma la propiedad de entidades privadas en cumplimiento de sus fines sociales está prevista en la Ley de Fundaciones. Lo cual es más o menos como explicar que resulta legal que el padre obligue a la hija a casarse porque es mayor de edad.

No se discute que la Fundación pueda, con la ley en la mano, ser propietaria del CB Valladolid, lo que se pone en cuestión es el procedimiento seguido para lograrlo. En virtud de lo anteriormente expuesto, tiene connotaciones bastante irregulares, si bien no se dispone de todos los datos como para valorar de forma completa si se realizó de forma ajustada a la ley. 

Y, si se ahondara aún más, se podría entablar polémica con el Patronato sobre si la explotación mercantil de la institución morada se ajusta a los fines de la Fundación, sobre todo cuando ello ha implicado durante años desatender gravemente sus obligaciones con el baloncesto base, algo que ahora se pretende subsanar. Esto lo admitió tácitamente el propio Juan Vela en la mencionada jornada, la cual, también es de justicia reconocerlo, fue una buena iniciativa. Pero el loable objetivo de perseguir transparencia exige que se haga con todas las consecuencias, no con medias tintas. 

La incompleta cesión de la explotación del Pisuerga

¿En qué estaba pensando el Ayuntamiento cuando decidió quitarse de encima las acciones de la institución morada? ¿Fue una manera de descargarse de responsabilidad ante futuros incumplimientos?

Si esa era su idea, no le salió bien, pues seguramente no contaba con que tendría que avalar la deuda del club para salir del concurso de acreedores en 2010 y garantizar la supervivencia del CB Valladolid. Antes, en 2009, el Ayuntamiento ya había tenido que ceder la explotación del Polideportivo Pisuerga –de titularidad municipal–, paso necesario para equilibrar las cuentas del patrimonio, tal y como exigía la ACB.

Sin embargo, en su día tampoco se contó toda la verdad sobre dicha cesión. Todos los que estaban informados sobre ella –y los propios informantes– pensaban que se refería al uso y disfrute de todo el conjunto del pabellón. Desde la propia actividad ordinaria del primer equipo o de los conjuntos de cantera hasta los rendimientos económicos por el posible alquiler de las pistas.

Pero no es así. Esa percepción también forma ya parte de la leyenda. Ahora se sabe que lo que se cedió en su día solo era la explotación sobre la cubierta del edificio, alguna zona de los laterales y el terreno contiguo al mismo. Es decir, que la explotación de la parte esencial del pabellón sigue siendo de titularidad del Ayuntamiento.

El Ayuntamiento, responsable solidario de la deuda

Se podría ahondar aún más en la implicación que el máximo órgano municipal de Valladolid tiene sobre el CB, que es total, pero, al fin y al cabo, se puede resumir en la responsabilidad solidaria que tiene sobre la deuda.

Juan Vela lo afirmó rotundamente en una entrevista que concedió a la cadena SER pocos días antes de que se produjese la dimisión de José Luis de Paz. “El Ayuntamiento es responsable solidario de la deuda del club”.

La responsabilidad solidaria, a diferencia de la subsidiaria, implica que el hipotético acreedor puede reclamar la totalidad de su crédito –todo lo que le debiese el club– directamente a cualquiera de los responsables solidarios. Hablando en plata, que no hace falta ni siquiera que la entidad se declare insolvente para que los acreedores se dirijan contra el Ayuntamiento. Lo pueden hacer desde el momento en que el club no cumpla sus obligaciones.

Desde algunos medios se ha afirmado en ocasiones que esta responsabilidad a se circunscribe únicamente a aquella deuda contraída con Hacienda en virtud de la negociación del ya mencionado concurso de acreedores.

Sin embargo, si se interpretan literalmente las palabras de Vela, la misma va más allá y abarca a cualquier tipo de acreedor. A cualquier empresa o persona física a la que se le deba dinero. Es decir, que si un jugador sale de la entidad morada con deudas pendientes, puede reclamarlo directamente contra el Ayuntamiento.

No obstante, aquí también hay algunos puntos oscuros. Juan Vela declaró que el Ayuntamiento era miembro del Consejo de Administración del CB Valladolid, junto con el Club de Empresa y Deportes y la propia Fundación. Sin embargo, esta condición no explica por sí sola la responsabilidad solidaria, ya que los administradores de una sociedad en principio solo responden de las deudas que esta genere si su gestión no ha guardado la suficiente diligencia o si han incumplido gravemente sus obligaciones.

En definitiva, si no han guardado la ropa, aunque estuviese vieja, cuando tenían que hacerlo y, en vez de ello, se han dedicado a sacar trajes de lujo y a desfilar en la Pasarela Cibeles. De hecho, el concurso de acreedores se hizo en su día por este motivo, no solo por la pervivencia del club –que también–, sino para evitar la futura petición de responsabilidades a los administradores. 

Por todo ello, sorprende bastante que el presidente de la Fundación Baloncesto Valladolid tildara de solidaria la responsabilidad que el Ayuntamiento tiene sobre la deuda, por el altísimo nivel de compromiso que tendría en ese caso el Consistorio ante cualquier asunto que quedará pendiente de pago en el club.

Cabe la posibilidad de que Vela cometiese un desliz y quisiera decir que el Ayuntamiento es responsable subsidiario -en cuyo caso sería necesario que el club no pudiera hacer frente a sus obligaciones y fuera declarado insolvente para que los acreedores se dirigieran al Ayuntamiento -. En cualquier caso, desde un punto de vista jurídico no es posible interpretar otra cosa de las declaraciones que realizó el presidente del Patronato en la citada emisora.

Por lo tanto, de no ser que Juan Vela se expresara errróneamente, el máximo órgano municipal de la ciudad del Pisuerga está implicado hasta el máximo nivel posible cuando surgen reclamaciones por parte de aquellos a quienes el Club Baloncesto Valladolid debe dinero. 

Hasta aquí llega la extensa introducción a la historia principal, que será desarrollada en las siguientes partes del presente reportaje.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Alberto Blanco Paredes
Pucelano por los cuatro costados, me dedico a esto del Periodismo porque siempre me encantó escribir y más si era sobre algo relacionado con Valladolid. Incluso en una época de mi vida, cuando la galera no dominaba tanto mi existencia, me dio por escribir un libro. Ahora, desde el barco en el que remo sin descanso, intento engañar a la triste lógica relatando las victorias del Club Baloncesto Valladolid y del Real Valladolid. E incluso, desafiando por completo a la razón, trato de seguir escribiendo libros...