Los que hayan visto alguna vez la saga Star Wars sabrán que la República Galáctica estaba prácticamente destruida cuando los rebeldes decidieron atacar la poderosa Estrella de la Muerte, con el objeto de derrocar al Imperio. En la película, la Rebelión consigue su objetivo de forma milagrosa y restablece la paz y el orden en la galaxia.

Pero en la realidad las cosas no suelen suceder así. Por mucho que se haya producido el nombramiento de Mike Hansen, quien, en opinión de casi todo el mundo, es la persona más adecuada para llevar las riendas del Club Baloncesto Valladolid, da la sensación de que la entidad morada está ya en fase agónica. Más aún, terminal.

Hansen y Baró, solos en la presentación

El exjugador morado fue presentado oficialmente ante los medios de comunicación como nuevo presidente y tanto él como su hombre fuerte, Javier Baró, esbozaron una realidad deprimente y funesta, todavía más de la que se presumía antes de escuchar sus palabras.

Ya de por sí las circunstancias en las que se celebró el acto fueron especiales. Distintas a las de las presentaciones de los anteriores presidentes Mayordomo y De Paz. No hubo alfombra roja. No hubo Salón de Plenos del Ayuntamiento. No se presentó ningún miembro del equipo de gobierno del Consistorio, ni del Patronato de la Fundación. No estuvo el alcalde Francisco Javier León de la Riva.

El escenario, el desmantelado Club de Empresas y Deporte, testigo mudo entre las ruinas de la decadencia de la institución morada. Un CED que está en “preconcurso de acreedores”, algo ya anunciado por Juan Vela y confirmado hoy por Hansen y Baró.

La misión, por lo tanto, de estos dos personajes con vocación de héroes, es aplicar la última terapia posible, el tratamiento experimental aún no probado, para revivir al vegetal Club Baloncesto Valladolid. Ellos y obviamente el alcalde, que, aunque ausente hoy, sigue trabajando en la sombra en pos de conseguir nuevos lazos empresariales que vinculen al baloncesto pucelano con la vida.

León de la Riva, ya de regreso en Pucela tras su viaje a tierras latinoamericanas, ha dicho que descarta casi por completo la vía del patrocinador fuerte y principal y que está trabajando para conseguir tres o cuatro patrocinadores que sustenten la parte primordial del presupuesto del club.

Sin embargo, Mike Hansen afirmó que “ahora mismo no hay nada” y Javier Baró lo confirmó pocos minutos después. Respecto a aquella posibilidad de la que tanto se habló de un patrocinio mexicano, aspecto que fue admitido por Juan Vela, Baró resolvió con un escueto “eso se lo tendrás que preguntar a él”.

Javier Baró anuncia recortes

Las dos o tres menciones al Patronato de la Fundación Baloncesto Valladolid estuvieron impregnadas de tensión. Bulle la impresión de que se han tenido que acostar en la misma cama por narices, pero no por amor, y que la batalla galáctica, especialmente respecto a Baró –sustituto natural de Felipe Martín, mano derecha de Juan Vela– ni mucho menos ha dado sus últimos coletazos.

El que fuera gerente del Balonmano Valladolid entre los años 1999 y 2005 –con un balance bastante polémico, pues se le acusa de ser responsable de la importante deuda que generó la entidad de Huerta del Rey en ese período– mostró claramente sus cartas. Es un hombre recio, de personalidad fría, algo distante y muy contundente. Corta con sus palabras y no se muerde la lengua. Parece que sus frases estén retocadas con un cincel, pues las enuncia pulidas y claras, sin estar paladeadas por el tacto.

Se ve que no ha venido a gustar al personal, sino que su misión es bien distinta. Ha venido a gestionar. Sin perjuicio de ello, el Licenciado en Derecho Baró, gerente de una clínica traumatológica desde 1996, también da la impresión de ser un hombre justo, que da a cada cual lo que se merece, si bien ni un poco más. En definitiva, un gestor duro al que se le escuchó pronunciar la palabra recortes, “en todas las partidas, especialmente en la plantilla administrativa, porque queremos que el dinero esté en la cancha”.

Javier Baró ahondó un poco más en este concepto y aclaró que “ahora mismo el club no puede permitirse la figura del director deportivo”. En definitiva, se piensa en Roberto González –y en el propio Hansen– para liderar la parcela deportiva, en lo tocante a la realización de fichajes y confección de la plantilla.

Una deuda de 6 millones de euros

No obstante, la verdadera bomba saltó a mitad de la rueda de prensa, cuando el nuevo adjunto a la presidencia del CB Valladolid afirmó que el agujero económico generado en las dos últimas temporadas, desde que el club salió del concurso de acreedores, supera los 2 millones de euros –Juan Vela afirmó en aquella famosa jornada de puertas abiertas del Patronato que ascendía a 800.000 euros–. Lo cual, sumado a la deuda formalizada en el convenio surgido de dicho concurso –4 millones– da un resultado de 6 millones de euros en total de débito.

Esos datos demoledores devienen de los impagos a trabajadores y jugadores, aunque los acreedores también son externos al club. Mike Hansen aclaró que su intención era sentarse a hablar con todos ellos para tratar de refinanciar la deuda. Javier Baró completó este extremo, señalando que, si no había acuerdo con esas personas y entidades, “el futuro sería muy difícil”.

Los plazos se agotan

A todos esos paredones con los que se topan Hansen y Baró hay que unir la estrechez de los plazos con los que cuenta el CB Valladolid. El 20 de julio es la fecha marcada por la ACB para cumplir con todos los requisitos que den derecho a participar el año que viene en la Liga Endesa. El Adjunto a la Presidencia así lo recordó y dejó entrever que hasta que no se aproxime esa fecha no se sabrá nada definitivo.

Pero no solo hay que considerar este límite temporal. El alcalde de Valladolid habló con rotundidad del mes de junio como tope para decidir sobre el futuro de la institución. Y Roberto González –“en quien debe basarse el éxito del proyecto, junto con la figura de Mike Hansen”, según palabras de Baró– concedió hace un par de semanas un plazo de quince días para decidir sobre su futuro laboral, el cual puede pasar por el baloncesto o por regresar a su profesión anterior, la docencia.

Todo este armazón de dificultades hace albergar pocas o nulas esperanzas de cara a la supervivencia de la entidad morada, que, si bien ya ha salvado múltiples escollos en su tormentosa existencia, parece haber llegado a un punto prácticamente de no retorno, donde solo un milagro podría hacer que siguiera en ACB.

Y, aunque Hansen habló de la tercera vía, que es la venta de la plaza y la pervivencia del CIF morado en la Liga LEB, tal posibilidad en una ciudad como Valladolid es casi como hacerse el harakiri, ya que la masa social de este club solo apoyaría de forma relativamente masiva a un equipo en la segunda división del baloncesto si viera que hay alguna posibilidad de regresar a la élite. Y ello, tal y como se comporta la feudal ACB, anquilosada en los viejos tiempos de bonanza y disfrutando de las migajas que aún la deja la debacle económica de los clubes pobres, resulta prácticamente inviable. Alicante es una buena prueba de ello.

Credibilidad, trabajo, transparencia y valores

Pese a todo ello, Mike Hansen quiso dar unas pildoritas de optimismo a los presentes y a la afición en general, al asegurar que “tengo confianza en que el equipo salga en ACB”. Para ello, Miguel Eduardo Hansen promete “credibilidad, trabajo y transparencia”.

Así mismo, explicó las bases de su proyecto deportivo –que haberlo lo habrá, pues en el peor de los casos, la liquidación, se empezaría con otro club, partiendo de cero–, que pasan por cimentar el futuro del club en la cantera y “no solo en la Plaza de México, sino también en el Campo Grande, en el Lourdes, etcétera, porque este club es de todos”.

Un concepto que, según Mike Hansen, ha sido desvirtuado en los últimos años, debido a los continuos problemas extradeportivos que ha generado la entidad morada, lo cual la ha hecho “alejarse de la ciudad, y hay que volver a acercarla”.

Palabras muy parecidas a las que enunció Juan Vela hace unos meses, si bien el tono de Hansen desprende unas notas de cercanía que no posee la distante y acolchada voz del presidente de la Fundación, cuyo estilo es bastante más impersonal y ambiguo.

Mike Hansen transmite una apariencia de hombre tranquilo, amable, sincero, templado, serio, responsable, correcto, y, lo más importante, con valores humanos e implicado emocionalmente hasta el tuétano en el baloncesto, en el club y en la ciudad. “Quiero a este club con locura desde que vestí su camiseta en los noventa”, fue una de las frases más sentidas del hispano-estadounidense durante su presentación.

Por otra parte, el nuevo presidente del CB Valladolid explicó que, “pese a que muchos me han dicho que no sabían si darme la enhorabuena o el pésame, yo no estoy aquí para que nadie me de pésames”. El ex jugador de cuarenta y tres años, que hizo suyo el lema de que “hay que fracasar muchas veces para llegar al éxito”, afronta el reto con una decisión e ilusión que se palpa en cada una de sus palabras. El problema es que resulta complicado pensar que vaya a ser suficiente.

Los milagros no suelen darse en la realidad y, como recordó Hansen, el Club Baloncesto Valladolid “tiene que dejar de ser el niño mimado del Ayuntamiento, ya que este tiene muchas más emergencias a las que atender, como por ejemplo la gente que está sufriendo en esta crisis”.

Unas declaraciones que honran y dicen mucho de un hombre que tal vez no obre ese milagro –pues solo León De la Riva es capaz de lograrlo, esté de presidente Vela, Hansen o el mismísimo Demóstenes– pero al que no se le puede negar que desprende un aura muy diferente a la de sus predecesores. Como dijo Roberto González en una ocasión, “es una persona”. Algo que, desafortunadamente, no abunda. Y es que, como ya se ha dicho otras veces en esta sección, parafraseando a Obi-Wan Kenobi, “corren malos tiempos para la República”.