Hay jugadas que definen un partido. Cuando Nico Richotti, con su 1,83 de estatura, es capaz de arrebatar a Alen Omic, de 2,16, un balón que tiene levantado con las dos manos, es evidente que hay un equipo sobre el parquet con una intensidad y un hambre insaciables. Ese fue hoy el Iberostar Tenerife, ese equipo capaz de ganar a cualquiera que, salvo algunos momentos muy puntuales, no había aparecido en esta temporada 2015/16.
Los aurinegros fueron una versión mejorada de la imagen ya de por sí muy superior a las anteriores que ofrecieron en el Martín Carpena. Volvieron a verse líneas de pase muy intensamente apretadas y peleas por cada balón suelto, y a ratos daba la sensación de que en cualquier lugar que alcanzara la vista había al menos un jugador chicharrero. Otra de las jugadas que definen partidos: Rodrigo San Miguel arrollando a Newley para tratar de pasar un bloqueo lo más pegado posible a su defensor. Una falta tan innecesaria como evitable, pero una de las leyes de este deporte es que suele ser mejor equivocarse por exceso que por defecto. Las ganas del equipo eran incontestables.
Desde el inicio de partido quedó claro que el Herbalife, tercero de la Liga Endesa, no había llegado a la cancha del penúltimo a pasearse. El que estaba en frente no era el equipo que había perdido sus cinco partidos este curso, más bien recordaba al que estuvo a punto de meterse en playoffs la temporada pasada. Las nuevas piezas cada vez parecen mejor encajadas, y el equipo cada vez va pareciéndose más a lo que quiere ser. Un dato muy esclarecedor es que, en el primer cuarto, los de Vidorreta encajaron solo 15 puntos, cuando en la prórroga jugada el domingo ante Unicaja recibieron 16.
Beirán inició la reacción en el tercer cuarto y Davin White la culminó con un triplazo
No obstante, para ganar un partido hace falta también talento ofensivo, y, aunque Richotti dejó muchos goteos de calidad a lo largo del partido, el que lo puso cuando peor estaban las cosas fue Javi Beirán. El Gran Canaria se había marchado por 10 puntos en el tercer cuarto cuando el madrileño decidió tomar las riendas del partido, algo que hizo a la perfección. Anotó de tres, de media distancia, tras una habilidosa penetración e incluso repartió una espectacular asistencia de espaldas para que Petit Niang terminara de meter a los locales en el partido. Fue, sin lugar a dudas, el hombre que cambió un partido que se estaba poniendo muy de cara para los gran canarios.
Pero, pese a esto, fueron Davin White y su osadía los que acabaron dejando el partido en el Santiago Martín. Con 18 segundos de posesión todavía por delante; con Eulis Báez, 15 centímetros más alto, punteándole; y tras un bote que le complicó el lanzamiento, el norteamericano lanzó un triple que muchos habrían condenado por su mala elección de haber pasado lo que más lógico, que no entrase. Pero entró, y el delirio y la alegría se apoderaron del pabellón lagunero. Faltaban un minuto y 21 segundos, y la espectacular acción del base llevó al marcador el 65-63 que a la postre sería definitvo.
Así llegó el primer triunfo, en el que fue clave que el Iberostar dejase a su rival por debajo de 70 puntos por primera vez en toda la temporada. Fue también, paradójicamente, el peor partido en cuanto a anotación de la temporada, pero no es una cifra preocupante dado que los grancanarios son la mejor defensa del campeonato y que, si no se anotaron más canastas no fue por problemas de circulación o selección de tiros, sino por falta de acierto en lanzamientos relativamente sencillos. No es este el momento para pensar en los aspectos mejorables. Pese al gran nivel mostrado, el Iberostar Tenerife de Txus Vidorreta solo acaba de nacer, y no cabe duda de que irá creciendo a medida que pasen los partidos. No hay que lanzar las campanas al vuelo, pero, vista la línea ascendente del equipo en los últimos partidos, hay razones para ser optimistas.