Los versos del poema Invictus, de William Ernest Henley, que tan famosos hizo Nelson Mandela, “soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma”, podrían perfectamente ser aplicados al CB Valladolid en el encuentro ante el FIATC Joventut. Por fin surgió el alma del equipo morado, ese corazón del que hablaba Ricard Casas, gracias en gran parte al aliento de la grada de Pisuerga.

Sin embargo, faltó el capitán que consiguiera guiar el destino en los últimos minutos del choque y el CB Valladolid acabó sucumbiendo en un fango lleno de errores y malas decisiones. La moral, el orgullo y la testosterona son básicos en el deporte profesional cuando se habla de equipos humildes, pero normalmente no suele bastar si el rival que hay enfrente tiene las cosas más claras y es un equipo más sólido. Tal premisa quedó hoy patente y por eso La Penya logró su cuarta victoria en Liga Endesa.

Festival de triples de La Penya

El Club Baloncesto Valladolid tuvo un elegante detalle y se guardó un minuto de silencio antes del pitido inicial en señal de respeto por el desgraciado fallecimiento de la hija del jugador de balonmano Óscar Perales. La muerte de la pequeña, que apenas contaba con 12 meses de edad, ha impactado mucho al deporte vallisoletano. Tras el bonito y apropiado gesto, los árbitros lanzaron el balón naranja al aire y comenzó el encuentro. 

El Joventut salió con las ideas muy claras. Bombardear al CB Valladolid desde la línea de 6,75, a sabiendas de la fragilidad defensiva de los locales. El equipo pucelano trató de contrarrestarlo con la misma arma, sin éxito. El equipo verdinegro enchufó cinco triples en seis intentos, tres de ellos del inspiradísimo John Shurna, en los primeros compases del partido, que pusieron fulgurantemente el 9-15 en el marcador y obligaron a Ricard Casas a pedir el primer tiempo muerto del encuentro.

(Imagen: C. Minguela/ACB Photo). 

Todo siguió exactamente igual después de ese parón técnico. La Penya con un acierto espectacular machacaba una y otra vez la canasta pucelana. Pero hubo un elemento añadido que empeoró las cosas para el CB Valladolid. La endeblez defensiva empezó a hacerse visible y llegaron los primeros despistes graves.

Para colmo, el ataque vallisoletano, que en los primeros minutos había sido medianamente fluido, volvió a los derroteros del individualismo y la anarquía, tónica habitual en las jornadas anteriores. Resultado de todo ello fue el 15-28 con el que finalizó el primer cuarto, acompañado de los primeros pitidos del público de Pisuerga, hoy más impaciente con su equipo que en jornadas anteriores.

En el peor momento, surge el alma de Pisuerga

El inicio del segundo cuarto sirvió para abrir aún más brecha en el marcador a favor del Joventut. 17-36 y nuevo tiempo muerto de Casas. El CB Valladolid había conseguido contener algo al perímetro verdinegro –también es verdad que favorecido por la rotación de Salva Maldonado–, pero el aspecto ofensivo morado se hundió en la más penumbrosa de las hondonadas. Dos puntos en casi siete minutos. Ese fue el sonrojante dato para el Pucela.

No obstante, en el deporte profesional a veces suceden cosas que se escapan a todo análisis técnico y, cuando la vergüenza ajena era el único sentimiento que provocaba el juego morado, el público de Pisuerga comenzó a animar inesperadamente a los suyos tras haberlos abucheado. El efecto de la Navidad, que perdona hasta a los niños malos, lo imprevisible del carácter vallisoletano y los regalos de La Penya, desacertada en esa fase del encuentro, llevó al equipo morado a remontar tímidamente antes del paso por vestuarios (28-44) y a recuperar alguna sensación positiva. El porcentaje en el tiro del CB Valladolid, 9/27 en tiros de dos y 2/12 en tiros de tres, era casi imposible de empeorar, por lo que había alguna esperanza de dar la vuelta a la situación.

(Imagen: Diego Blanco Paredes).

Esa misma inercia llevó a los morados a intimidar a los verdinegros en el arranque de tercer cuarto, pero los incomprensibles despistes defensivos impedían culminar la remontada. La diferencia a favor del Joventut se estabilizó en torno a los quince puntos, hasta que un triple de Omari Johnson la redujo hasta los 10 (40-50, minuto 25). A partir de aquí vino el vendaval morado. Pisuerga se dejó absorber por la fe y el espíritu de los buenos tiempos apareció por primera vez en toda la temporada en el añejo pabellón de Arturo Eyries. Los gritos de “Pucela, Pucela” atronaban en la cancha y los jugadores se lo creyeron.

Tercer cuarto excelso del CB Valladolid

La intensidad defensiva, inexistente en este CB Valladolid desde que comenzó el curso, surgió de las profundidades del río Pisuerga, como traído por la niebla que hoy reinaba en la capital. Marcos Suka-Umu, Omari Johnson y Haritopoulos, los tres jugadores con más garra de la escuadra morada, capitanearon la remontada, que había parecido imposible durante la primera mitad. Especialmente el jamaicano, que fue el mejor de los morados durante todo el encuentro con su lucha bajo los aros –capturó la friolera de 9 rebotes ofensivos–, mientras que el madrileño levantó al público tras convertir una canasta gracias a un gran movimiento de espaldas al aro (48-51). El Pucela a tres y tiempo de Salva Maldonado.

(Imagen: C. Minguela/ACB Photo). 

El ataque verdinegro, tan clarividente en los primeros minutos, no carburaba. Empeñados en meter balones interiores contra la bien armada zona vallisoletana –coincidiendo en pista Haritopoulos, Omari Johnson y Sinanovic– y huérfanos del acierto en el triple que tanto los había acompañado en los dos primeros partes, se contagiaron del ritmo anárquico vallisoletano y erraron una acometida tras otra.

El conjunto pucelano hizo lo más difícil, culminar la remontada, con un triple de Danilo Andjusic que volteó el electrónico (51-54). Ver para creer. El conjunto de Ricard Casas, desahuciado hacía tan solo unos minutos, se movía cómodo y fluido por el parqué, como en una sinfonía deliciosa. Ahora era La Penya la que parecía colista y fuera de sus casillas, tratando de forzar las penetraciones y los tiros. Sin embargo, los chicos de Salva Maldonado lograron mantener el tipo y se fueron al último parón entre cuartos con sólo tres puntos de desventaja (58-55).

El Joventut reacciona a tiempo

El CB Valladolid siguió lanzado, totalmente convencido de una victoria en la que sólo el público había creído cuando peor estaban las cosas y puso la máxima en el marcador (64-55). Pero el Joventut no se descompuso y, dirigido por el descarado Gillem Vives, volvió a la senda del acierto. Se aprovechó de la ausencia de Sinanovic para volver a buscar posiciones cercanas a la canasta, algo que interpretó muy inteligentemente Albert Miralles. Los badalonenses forzaron faltas que les permitieron ir a la línea de tiros libres muy pronto, lo cual a la postre resultaría decisivo.

(Imagen: C. Minguela/ACB Photo). 

Mientras tanto, el ataque vallisoletano se apoderó una vez más del absoluto sinsentido, aunque por suerte esta vez acompañado del acierto. Varias canastas en tiros pésimamente seleccionados por Andjusic y Vilhjalmsson hicieron que el Pucela no perdiera la delantera de una forma engañosa. Ricard Casas paró el partido una vez que el Joventut se puso a tres (69-66), pese a que las sensaciones lo demandaban con anterioridad,

Pero el acierto navideño se había fugado del bando morado y también la disciplina en ataque. Gillem Vives hacía lo que quería con un blandísimo Jason Rowe y los cambios de Ricard Casas se produjeron tarde y no surtieron efecto. Se volvió a la consigna del “jueguésela quien pueda”, especialmente llevada por bandera por un Rowe que cuajó una actuación lamentable en esos últimos instantes. Sinanovic, que salió de forma obligada por la eliminación de Haritopoulos, no le fue a la zaga, y los interiores del Joventut abusaron de él. La niebla de la ensoñación ahora cegaba a los morados. Por el contrario, La Penya recuperó el rigor táctico y Shurna volvió por sus fueros. Los visitantes retomaron el mando (69-72) y ya no lo perdieron hasta el final.

(Imagen: C. Minguela/ACB Photo). 

El rebote ofensivo fue una losa para los vallisoletanos en los últimos compases del choque, aunque en el cómputo global del encuentro el capítulo reboteador fue dominado por los locales. Andjusic mantuvo con vida a los de Pucela con otro triple imposible (72-75), pero la falta de claridad de ideas en ataque acabó pasando factura y varias pérdidas absurdas y totalmente evitables condenaron la fe de Pisuerga, única capaz de hacer creer a un equipo que pierde una oportunidad de oro para recobrar la confianza y se hunde un poco más en la clasificación ACB. El Joventut, por su parte, logra la cuarta victoria y se asienta en la zona media de la tabla.