La tentativa de partido de alta competición vivido hoy en Pisuerga siguió con exasperante precisión el guión previsto. Superioridad abrumadora del CAI Zaragoza desde el salto inicial, carencias defensivas alarmantes del CB Valladolid, falta de acierto desesperante de los morados en ataque y, por consiguiente, la paliza de rigor a favor de los visitantes. Los datos globales hablan por sí solos. Los rojillos hoy vestidos de blanco anotaron diecisiete veces de treinta y tres intentos (52%) desde la línea de tres. Los locales tan solo dos de veintitrés (9%). La valoración global, 52 para el CB Valladolid (con cuatro jugadores en negativo) y 129 para el CAI Zaragoza. Sencillamente demoledor.

Lo único que salvó al choque de la atonía absoluta fue la presencia de multitud de niños en las gradas del Pisuerga, que pusieron colorido con sus gritos animosos durante toda la primera mitad. A medida que fue avanzando el encuentro, incluso los enérgicos vítores de los chavales se fueron quedando sin fuelle. De no haber sido por ellos y por el único aficionado del CAI -que se colocó en el Fondo Alto Norte sobre una bandera de Aragón y no paró de alentar a los suyos, dejando curiosas imágenes-, el aspecto del Pisuerga hubiera sido escalofriante.

Circunstancia extensible al palco, más despoblado que nunca, con ausencias muy significativas -especialmente la del alcalde, que lleva varios encuentros sin acudir- y que estaba completamente vacío cuando el colegiado principal se dirigió al centro de la pista para proceder al salto inicial. Aunque Manolo Sánchez, concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Valladolid, expresidente morado y consejero en la sombra de la actual directiva, no aguantó demasiado y se marchó poco después del descanso, dejando al presidente Juan Vela aún más desarropado. ¿Preludio de LEB?

Comienza el festival de Roll, Rudez y Norel

El CAI Zaragoza destapó desde el minuto uno el tarro de las esencias de su tremenda calidad ofensiva. Michael Roll y Djamian Rudez martillearon desde la línea de 6,75, ante la pasividad defensiva de los locales. El 0-13 de parcial inicial lo decía absolutamente todo. La entrada de la segunda unidad local curiosamente mejoró bastante la cara del equipo. Armon Johnson y Lamont Mack se echaron el equipo a las espaldas. También es cierto que José Luis Abós dio también descanso a sus titulares y eso se notó.

El primer cuarto finalizó con un 17-28 que resultaba esperanzador para el CB Valladolid puesto que al menos significaba que seguía en el partido. Los morados llegaron a ponerse a 4 (26-30). La contundencia de Drenovac en las penetraciones de fuera hacia adentro, la dirección de Armon Johnson y el acierto de Lamont Mack y Andjusic desde la larga distancia daban pie a la fe en la posible competitividad del equipo.

Pero el retorno de los titulares maños volvió a poner las cosas en su sitio. Djamian Rudez, un jugador de altísimo nivel, junto con Henk Norel, un cinco con el que ya quisieran contar muchos equipos punteros de la presunta mejor liga de Europa, volvieron ha provocar que los visitantes se despegaran nuevamente en el marcador (27-38). Ricard Casas solicitó un nuevo tiempo muerto que apenas sirvió para mantener durante un par de ataques un cierto nivel defensivo en los pases fuera de zona de los zaragozanos. Algo que aprovechó perfectamente Henk Norel para destrozar desde la pintura al maltrecho equipo vallisoletano. No se puede negar que los pucelanos intentaran plantar cara, pero se fueron al descanso con quince puntos de desventaja, que ya les ponían el partido muy cuesta arriba (30-45).

Sentencia zaragozana en el tercer cuarto

En el tercer cuarto llegó el ya clásico desmoronamiento mental del conjunto vallisoletano. Por el bando zaragozano varios jugadores se repartieron las oleadas de estoques al aro. Primero Michael Roll, luego Sanikidze y finalmente Stefansson provocaron que en un visto y no visto los visitantes superaran los treinta puntos de ventaja (38-70).

El cuadro dirigido por José Luis Abós se pasaba el balón como si estuviera jugando frente a un equipo cuya idea de cortar las líneas de pase fuera quedarse esperando a que circulase el esférico cerca de su estática posición zonal. Nula anticipación a la lectura del juego rival, llegadas tardías para puntear los lanzamientos, incapacidad para superar los bloqueos directos... El escenario soñado para cualquier equipo. Pero obviamente tantas facilidades suelen provocar una inevitable relajación y los aragoneses la sufrieron en el último tramo del tercer cuarto. Un 7-0 de parcial a favor del CB Valladolid dejó la desventaja local en 25 puntos (45-70).

El último cuarto resultó absolutamente infumable, como suele ser habitual en Pisuerga. Más propio de un entrenamiento o de un partido de pretemporada que de un encuentro de la Liga Endesa. Abós trataba de que sus hombres sostuvieran un cierto nivel de intensidad, manteniendo a sus titulares sobre la pista. Lo consiguió relativamente, porque los locales al menos se esforzaron por no perder la dignidad competitiva, a diferencia de lo que sucedió en el partido contra Unicaja.

Antonio Izquierdo y los niños, lo mejor del partido

Eso unido a la lógica relajación del CAI provocó que la sangría no fuera todavía más torrentosa y el fluido de desdicha se quedara tan sólo en los 28 puntos. A pesar de que el partido fue de una insulsez insoportable, dejó una anécdota en sus últimos compases. Ricard Casas sorprendió a propios y extraños dando entrada al canterano Antonio Izquierdo, totalmente denostado por su técnico durante toda la temporada, cuando quedaban dos minutos para la conclusión.

El público de Pisuerga que, otra cosa no, pero es virtuoso en ironía y en cuanto al reconocimiento de lo injusto, ovacionó al chico de forma estruendosa tanto cuando saltó a la cancha como cuando transformó una canasta. Todos esos aplausos iban dirigidos al joven escolta morado, pero el plus de energía con el que se efectuaron significaban una crítica elegante y socarrona hacia las incomprensibles decisiones de Ricard Casas respecto a  la nula utilización de Antonio Izquierdo.

No es el único aspecto de la gestión del técnico sobre el que discrepa la parroquia morada. En las redes sociales partido tras partido se suceden las críticas hacia la figura del entrenador, que hoy volvió a ser despedido con silbidos, tras varios encuentros sin que esto sucediera. Por el contario, los jugadores recibieron tímidos aplausos y la plantilla al completo se quedó sobre la pista haciéndose fotos con los numerosos niños que hoy evitaron que la apariencia de Pisuerga fuera propia de un paisaje post bélico. Ellos fueron lo mejor del choque. 

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Sobre el autor
Alberto Blanco Paredes
Pucelano por los cuatro costados, me dedico a esto del Periodismo porque siempre me encantó escribir y más si era sobre algo relacionado con Valladolid. Incluso en una época de mi vida, cuando la galera no dominaba tanto mi existencia, me dio por escribir un libro. Ahora, desde el barco en el que remo sin descanso, intento engañar a la triste lógica relatando las victorias del Club Baloncesto Valladolid y del Real Valladolid. E incluso, desafiando por completo a la razón, trato de seguir escribiendo libros...