Lo que era un secreto a voces terminó por hacerse realidad. Marcus Slaughter abandona el Real Madrid para emprender una nueva aventura profesional en Turquía, concretamente en el Darussafaka Dogus de Estambul.

Oferta irrechazable

Marcus Slaughter deja el Real Madrid para probar suerte en el baloncesto turco de la mano del Darussafaka Dogus. La noticia sorprendió a todo el madridismo, ya que Masacre parecía estar ligado al conjunto blanco de una forma especial, e incluso el propio jugador había reconocido en varias ocasiones su deseo de retirarse como profesional en el Madrid.

Su marcha se hace aún más llamativa teniendo en cuenta que Slaughter ya rechazó ofertas de varios clubes del continente europeo en el mes de julio. El pívot californiano incluso subió varias fotos luciendo la camiseta del equipo de fútbol en su cuenta de Instagram horas antes de que saltara la noticia de su adiós a la Casa Blanca. Y es que Marcus no esperaba recibir a estas alturas del verano una oferta tan desmesurada como la que le puso sobre la mesa el Darussafaka, que prácticamente triplicará el salario que percibía en la capital de España.

Pablo Laso contaba con él como pieza angular del sistema defensivo del equipo un año más, pero tanto él como el club han entendido que la oferta del Darussafaka era irrechazable. Además, la situación de Slaughter no iba a ser fácil esta temporada. Su condición de extracomunitario le impedía jugar la Liga Endesa, la Copa del Rey y la Supercopa al tener ya por delante al recién llegado Thompinks y Ayón como extracomunitarios para las competiciones nacionales. El norteamericano ya vivió esta situación la temporada pasada durante algunos meses, y eso casi supuso su salida del club en el mes de diciembre. De ahí que el club haya entendido la postura del jugador y no le haya puesto complicaciones a su salida.

Defensa y profesionalidad

Desde que llegó al Real Madrid en junio de 2012, Slaughter conectó de forma especial con la afición madridista. Su energía e intensidad cada vez que saltaba al parqué hicieron de él un jugador muy querido en el Palacio de los Deportes. Marcus entendió a la perfección lo que significa defender el escudo del Real Madrid, y lo demostró con coraje, entrega y mucho trabajo.

Masacre no era el jugador que se jugaba el último tiro, ni tampoco el pívot referencia al que le daban el balón sus compañeros para destrozar la zona rival. Sin embargo, Slaughter era capaz por sí solo de cambiar los partidos desde la defensa. Capaz de defender a pívots mucho más altos que él gracias a su fuerza y anticipación, pero también de marcar a aleros e incluso bases por su rapidez de manos e increíble velocidad en movimientos laterales. En un equipo plagado de jugadores resolutivos en ataque como Rudy, Llull, Chacho, Felipe, Carroll o incluso Ayón y Nocioni, Slaughter se convirtió en pieza clave gracias a su descomunal capacidad defensiva.

Pero quizá lo mejor de Slaughter no era ser uno de los defensores más destacados de toda la Euroliga. Probablemente su mejor virtud sea la profesionalidad. El californiano asumió su rol a la perfección, entendiendo que los que marcaban la diferencia delante eran unos y que a él le tocaba bajar el culo y sudar en el trabajo sucio detrás. Sin superar prácticamente nunca los veinte minutos por partido, Slaughter jamás dio problemas a Laso y siempre estuvo listo para cumplir con lo que el cuerpo técnico le pedía. Su implicación ha sido siempre algo a destacar.

Un tipo extrovertido

Otra de las razones por las que Slaughter se convirtió en ídolo de la afición blanca fue sin duda su carácter extrovertido y permanente sonrisa. A pesar de no contar con demasiados minutos, Marcus siempre transmitía alegría, y eso es algo digno de admiración.

Si su papel en la cancha era primordial, fuera de ella lo era aún más, ya que se adaptó a la perfección al equipo y a la ciudad y se convirtió desde muy pronto en una de las claves del buen ambiente que se respiraba en el vestuario madridista, algo fundamental en la consecución de títulos en los últimos años por parte del conjunto blanco.

La espectacularidad de sus tapones, mates y alley oops, junto a sus celebraciones posteriores, siempre alegraban los partidos al Palacio de los Deportes, que disfrutaba cada vez que el 44 pisaba la pista.

Madridista sin complejos

Pero si algo ha encandilado a la afición merengue, sin lugar a dudas ha sido el madridismo a ultranza del pívot de San Leandro. Apasionado seguidor del equipo de fútbol, Marcus acudía siempre que podía al Santiago Bernabéu para animar a sus compañeros.

Para el recuerdo queda su viaje a Múnich en las semifinales de la Champions League de 2014, cuando el Madrid goleó al Bayern por 0-4 y Slaughter saltó al césped del Allianz Arena al terminar el partido para celebrar la victoria con los Ramos, Cristiano, Bale y compañía. Marcus simbolizó mejor que nadie la unión de las dos secciones del Real Madrid, y por eso el aficionado madridista le consideró siempre como uno de los suyos. "One of us".

Campeón de todo

Slaughter llegó a Madrid como un trotamundos que no lograba encontrar su sitio. Alemania, Turquía, Francia, Israel... Marcus pasó por muchos países sin conseguir estabilidad ni títulos. Y entonces llegó el Real Madrid. Masacre llegó sin nada y ahora se va habiéndolo ganado todo. Dos Ligas, dos Copas del Rey, una Euroliga y tres Supercopas. Ese es el bagaje con el que Slaughter pone rumbo a Turquía. Ya no es aquel nómada que cambiaba de equipo cada verano sin hacerse hueco en la élite del baloncesto europeo. Ahora es campeón de Europa y se ha ganado el respeto de todos gracias a su trabajo, ganas y sacrificio.

Marcus Slaughter se va, pero como él mismo dijo en su carta de despedida: "Puedo irme de Madrid, pero jamás dejaré de ser madridista". Todo dicho. Madridismo por bandera.

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