En una entrevista con NBA TV, Michael Jordan abrió un debate de complicada resolución: ¿quién es mejor entre LeBron y Kobe? Aunque no auguró ningún ganador en la batalla por el número uno, el 23 de los Bulls señaló que los cinco anillos del laker pasan por encima del que consiguió James la campaña pasada, pero también aseguró que el de los Heat “conseguirá muchos más”. Cuando se le preguntó por Durant, Jordan no dudó en afirmar que se trataba de un jugador con gran potencial que, pese a no estar a la altura de los dos dos grandes, ha entrado en la liga pisando fuerte.

Los anillos como medición del talento de un jugador, sin embargo, pueden generar aún más polémica. Jordan, considerado por muchos (si no todos) el mejor de todos los tiempos, figura entre los ganadores de la NBA muy por debajo de los que encabezan la lista con más títulos. Con 6 trofeos en su vitrina, queda lejos de otras leyendas como Bill Russell (11), Sam Jones (10) o John Halvicek (8). Si bien es cierto que también son un dato significativo, quizás se podría aplicar un lema de la liga al que no le falta razón: “un jugador gana partidos, un equipo gana campeonatos”.
El debate, sea como sea, está servido y bien abierto. Uno que empieza a batir las alas, otro que se encuentra en el punto álgido de su carrera y un veterano que, pese a sumar 16 años en activo, no parece tener ganas de rendirse tan pronto. No hay forma correcta de colocar a las tres estrellas en el podio, porque cada uno explota su talento de una forma distinta y no se puede prever a qué nivel jugará el más joven dentro de una década ni cómo concluirá el paso por la NBA del que se retire antes. No obstante, lo que sí puede analizarse son sus números, su peso dentro del equipo y su evolución con el paso de las temporadas. Aunque la calidad sea intangible y subjetiva, puede esbozarse un esquema que ponga más cartas sobre la mesa de las que vemos cuando pisan el parqué.
Inicios y progresión
El trabajo del novato es complicado y el camino pedregoso. Para erigirse como estrella, el debutante debe tratar de despuntar desde el inicio para ser tomado en serio. La presión de ser el nuevo, las expectativas de rendimiento, el hambre de victoria…Para bien o para mal, el primer año es la base en la que se sustenta una carrera. Es una ventana al mundo, la temporada en la que estará expuesto en todos los escaparates.
Mientras LeBron y Durant arrancaron con la confianza del entrenador y firmaron un promedio de 20.9 y 20.3 puntos por partido respectivamente, Kobe comenzó con un papel discreto en los Lakers del 96. Con 18 años y más ganas de comerse el mundo que nadie, Bryant jugó una media de 15 minutos y salió como titular en 6 partidos de los 71 en los que apareció. Promedió 7.6 puntos por partido y estuvo siempre por detrás de otros como Van Exel o Eddie Jones. Su progresión estuvo atada en las primeras campañas a la confianza que Del Harris (entrenador del equipo hasta el 99) depositó en él. En un par de años, Kobe consiguió hacer de su titularidad algo indiscutible, cosa que mantuvo Phil Jackson durante las 11 temporadas en las que coincidieron en el conjunto angelino.
James no tuvo ese problema. Aterrizó con en unos Cavaliers sin esperanzas y dio vida a una ciudad que no creía en su equipo. Pronto se adueñó del protagonismo, y la ofensiva se construyó a la medida de un joven alero que no dudaba en entrar a canasta con intensidad y sin miedo. Maduró rápido por lo que respecta a la versatilidad de su juego, igual que hizo Durant. El 35 de los Thunder, que vivió el final (o el hasta luego) de los Sonics, adquirió rápidamente la inteligencia ofensiva propia de jugadores experimentados. A diferencia de su compañero Westbrook, más impulsivo e irregular, Durant aportó disciplina a un proyecto que rebosaba juventud.

Eficacia dentro del equipo
Los tres jugadores, aparte de cosechar triunfos individuales y sumar en las estadísticas, forman parte de un todo que depende de ellos. Por lo tanto, su importancia y peso dentro del conjunto son vitales para entender qué aporta cada uno al juego colectivo.
LeBron destaca como jugador más versátil: lidera a su equipo en puntos, rebotes y asistencias, asumiendo distintos roles que permiten a los Miami Heat respaldarse en él en todas las facetas del juego. Esta temporada ha firmado ya cinco triples figuras y cada vez comparte más balones sin que sus números en anotación se resientan. Su cambio más significativo pudo apreciarse tras el lockout, cuando James aprovechó el parón para mejorar su tiro exterior y ampliar así sus posibilidades desde el perímetro.
Durant, aunque de forma más tímida (tal vez debido a su falta de rodaje) también es una pieza esencial dentro de los Thunder en distintos aspectos. Lidera Oklahoma equipo en anotación y rebotes, y convierte el 30 % de los puntos que consigue el equipo.
Kobe, en cambio, siempre ha destacado por ser anotador. Tras 16 temporadas en la NBA, el escolta promedia 27 puntos por partido esta temporada y sigue demostrando estar en condiciones de competir al máximo nivel. Pese a su condición de tirador, Bryant ha contribuido siempre al juego en equipo, con una media de por lo menos 5 rebotes y 5 asistencias en prácticamente toda su carrera.

James, sin duda, se lleva la palma por lo que respecta a su perfil polifacético. Sin embargo, es elogiable que Bryant sea capaz de mantener los números que ostentaba hace 10 años y que continúe rindiendo a un nivel inalcanzable para muchos jugadores a su edad. Durant, que sigue progresando, brilla por la regularidad de su juego en la quinta campaña de su carrera.
Además de la contribución al total del equipo, es importante también conocer el balance de aciertos y fallos para determinar si se trata de un jugador que aprovecha sus posesiones y el marcador se beneficia de ellas o se resiente. Como cada una de las tres estrellas que forman el duelo pertenece a una generación distinta – por lo que sería injusto ceñirse a su rendimiento actual dado que se encuentran en momentos distintos de su carrera – escogemos el mejor registro anotador en su trayectoria por la NBA.

Clutch y factor playoff
La estrella, en gran medida, destaca por su capacidad de determinar el desenlace de un partido. Girar el marcador, impulsar al equipo o decidir en los instantes clave son las características que hacen de un buen jugador el líder que toda franquicia necesita.
En estos términos podemos utilizar las estadísticas que conforman el clutch, que mide los números de un jugador durante los momentos más importantes de un partido: los últimos cinco minutos (o la prórroga) siempre que uno de los dos equipos no vaya por delante por más de cinco puntos. Esta forma de medir el rendimiento en los instantes de mayor responsabilidad fue ideada por John Hollinger, vicepresidente de los Grizzlies, y se ha convertido en una útil herramienta para conocer quién responde mejor a la presión.

En los momentos de más intensidad, con tiros precipitados y jugadas arriesgadas, parece ser que LeBron se crece desde el perímetro y mejora el promedio que registra durante el resto de minutos. Bryant es el que menos sufre el descenso en los porcentajes de tiros de campo, mientras que Durant destaca desde la línea de tiros libres. Cada uno, por lo tanto, responde a la presión potenciando cualidades distintas.

Otra de las formas en las que una estrella se define, una vez terminada la liga regular, es el rendimiento durante las eliminatorias de playoff. Cómo cada jugador mejora respecto al resto de temporada, cómo explota en los instantes decisivos. Incluso Durant, en su corta carrera, ha llegado hasta las finales de la NBA, por lo que – aunque no haya ganado un anillo - podemos fijarnos en el baile de números de los mejores en los momentos más importantes.

Sin duda, la versatilidad de James destaca sobre la del resto. Su capacidad para tocar todos los palos y hacer que parezca fácil supera cualquier expectativa, y su corpulencia y velocidad hacen su juego imparable. Independientemente de cualquier sentimiento subjetivo, los números dejan clara la superioridad de LeBron cuando se trata de resolver. Otra cosa es, sin embargo, que los actuales números y todas estas estadísticas sirvan para conseguir un juicio unánime que, obviamente, no es posible obtener.
Intangibles del análisis
Los datos, lejos de determinar qué jugador es mejor, pueden servir como complemento para conocer y entender la carrera de estas tres grandes figuras de la NBA. No obstante, existen demasiados factores e interrogantes que no permiten que exista una única opinión. Desconocemos el rendimiento de Durant en el punto álgido de su carrera, de la misma forma que no podemos deducir si LeBron jugará al máximo nivel cuando tenga la edad con la que Kobe sigue liderando a los Lakers.
Los intangibles, al fin y al cabo, resumen los gustos y preferencias de cada espectador. Uno preferirá ver cómo Durant se eleva para disparar cuando su defensor aún no se ha despegado del suelo; alguien, por lo contrario, se decantará por la potencia con la que James recoge un balón de Wade en suspensión y machaca el aro; otro, en cambio, querrá sentir la expectación que genera un balón en el aire después de un inverosímil lanzamiento de Kobe Bryant.
Un ganador nato, una joven promesa y un rey que se está ganando a pulso la corona se erigen sobre cualquier otro jugador para formar parte del legendario Salón de la Fama de la NBA. ¿Quién es el mejor? Esto queda, al final, a juicio de cada aficionado a la mejor liga del mundo.