Como un mal sueño o un yugo atado al cuelo. Sudores fríos acarician la testa de Jason Kidd en cuanto recibe el balón. Mira a sus compañeros y no encuentra a nadie con síntomas de comodidad. Decide lanzar y…falla. Al igual que ha ocurrido en las últimas 16 ocasiones que ha optado por el tiro (10 de ellas desde el perímetro), lo que quiere decir que el base neoyorquino acumula 177 minutos sin anotar un punto. O, lo que es lo mismo, los últimos ocho partidos de playoffs.

Unas tres semanas desde que el pasado 23 de abril frente a Boston Celtics (segundo partido de la serie) se iniciara la penitencia cuyo indulto aún no conoce final. Resulta especialmente inquietante que desde que se desvirgara en playoffs allá por 1997 –y hasta 2012-, J-Kidd tan sólo acumulara dos encuentros con un rosco en la puntería (de 146 choques).

Es difícil desarrollar arofobia cuando la cuarentena pasó de horizonte a orilla y eres una leyenda viva. Mr. Triple Double, así le apodaban en la prehistoria baloncestística, promedia este año unas cifras de seis puntos por encuentro, poco más de cuatro rebotes y tres asistencias, dignas de apropiarse como las peores de toda su carrera, confirmando la decadencia expuesta en Dallas el año anterior y culminando en los actuales playoffs con el puntaje de 1,1. Ya no es kid(d).

Nunca ha sido un gran lanzador con porcentajes que rondaban entre el 30 y el 40% en tiros de campo, pero la excentricidad ha llegado en las eliminatorias finales. Y si no, miren sus registros en estas dos series:

La suerte para New York Knicks es que Jason Kidd no se apropia de un papel principal (le superan Felton e, incluso, su coetáneo Prigioni) en la patochada fílmica dirigida por Mike Woodson. Aun así, los del Madison abogan por la solidaridad ante todo y no han visto conveniente penalizar a su jugador más longevo con unas semifinales de conferencia sobrenaturales, por lo que es preferible dejarse avasallar por Indiana (3-1 para Pacers en la serie) y, de esta manera, ayudar a que el mal trago pase de una cuestión individual a colectiva. Eso, al menos, es lo que parece.

Sea como fuere, cuando el base cuarentón está en pista, los Knicks ostentan un bagaje de -25 y la Estatua de la Libertad se plantea enviar una carta a Kidd como indirecta. Quizá así reconsidere el time to leave voceado por varios de sus ‘seguidores’. “Es un consejo”, dicen, como si el eufemismo aminorara la cuantía de dolor expuesta. Afortunadamente, todavía resta un partido (como mínimo) para alcanzar la redención. Y si no le entran, habrá que pensar en un plan C.

A la vejez, viruelas.

Infografía: NBA.