Nombre por nombre parecía que estaban en lo cierto. Contaban con Nash, un director de juego capaz de abastecer al supuesto mejor juego interior de la NBA, como era el binomio Pau Gasol - Dwight Howard; a lo que había que sumar al díscolo Metta World Peace, otrora decisivo como en las finales de 2010 ante los Celtics, y al gran capitán, Kobe Bryant, obsesionado con igualar su palmarés con el de Michael Jordan. Sin embargo, la obviedad se convirtió en un duro camino, donde los Lakers demostraron al mundo NBA que un anillo no sólo se gana con dinero, pues contaban con la plantilla más cara de la liga con sobrada holgura.

Fueron múltiples los condicionantes que poco a poco hicieron de los Ángeles Lakers pasar de campeones de conferencia a luchar por una triste posición en playoffs, que durante algunos momentos de la temporada parecía inalcanzable. La pretemporada ya daba signos de que mucho tenía que cambiar el equipo de Mike Brown si querían cumplir los pronósticos de World Peace, quién había augurado un récord de temporada mejor que el mítico marcado por los Bulls en los 90 (72-10).

Los jugadores no se adaptaban al sistema de juego marcado por Brown, a lo que había que unir la lesión de Howard, operado durante las vacaciones, todavía lejos de un óptimo nivel para dominar los aros. Los Lakers no consiguieron ninguna victoria durante la pretemporada. Las dudas se cernían sobre el equipo más aún tras el inicio de la ‘regular season’.

La lesión de Nash en el arranque liguero contribuyó a sumir a su equipo en una crisis de juego y resultados que ni el orgullo de Bryant podía evitar. El desencadenante fue la destitución del actual entrenador de los Cleveland Cavaliers y posiblemente el error más grande que cometió la dirección de los angelinos: la contratación de Mike de D’Antoni.

Mientras que todo el Staples Center pedía a gritos la vuelta del “maestro zen” Phil Jackson, Kupchack, 'general manager laker', hizo oídos sordos firmando a un cuestionado D’Antoni, cuyas últimas experiencias en la liga no había cumplido las expectativas.

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Los analistas y expertos en NBA no veían claro que D’Antoni revertiera la situación, pues su estilo alegre, de cortas posesiones, basado en el abuso del triple y marcadores superiores a los 100 puntos chocaba con las propias cualidades de la plantilla. Los Lakers estaban compuestos por muchos jugadores veteranos, incapaces de correr la pista como en sus mejores tiempos, sin demasiados tiradores de tres y con dos grandes pívots en la pintura, algo totalmente desconocido para D’Antoni, quién en sus mejores años en Phoenix había apostado por un cuatro como Stoudemire como center. La elección debía ser clara: apostar por adaptarse a las condiciones de su plantilla u obligar a sus jugadores a adaptarse a su estilo. El ego de D’Antoni se impuso a la cordura y eligió la segunda opción, amparándose en el cuarentón Nash, todavía lesionado, con el cual había obtenido los mejores resultados de su carrera.

La etapa del entrenador de West Virginia en Hollywood es de sobra conocida. Los problemas en el equipo se multiplicaron, haciendo aflorar la lucha de egos que poco a poco fue penetrando entre los pesos pesados del equipo y que desencadenaron en el hundimiento 'Laker'. El sistema no fue bien acogido por los jugadores, especialmente por sus dos torres, críticas durante todo el año con su entrenador, que no sabía cómo aprovechar lo que otros entrenadores se morirían por tener. Tampoco cuajó el extraño sistema de rotaciones que dejaba un día en el banquillo a Gasol, varios partidos sin jugar a jugadores que varios encuentros más atrás eran titulares (véase Jamison o Metta World Peace) o la nula preparación defensiva del equipo. El resultado fue unos Lakers deambulando en las posiciones más bajas de la tabla del oeste, un sistema de juego que poco a poco fue variando con el paso de las derrotas y una situación dentro del vestuario cada vez más peligrosa.

Las efemérides continuaron. Cada vez se rumoreaba más una posible ruptura entre Bryant y Howard o entre Gasol y D’Antoni. Los jugadores llegaron incluso a obviar las directrices del banquillo optando por jugar según sus propias normas. Los Lakers eran el hazmerreír del mundo NBA. Finalmente Bryant tuvo que ponerse al mando, jugando el mejor baloncesto de su carrera y sumando funciones dentro de la pista, es decir, autoproclamándose como el líder que necesitaba el equipo.

Lamentablemente, a falta de dos partidos para el final de la temporada regular y con su equipo y él en racha victoriosa, Bryant cayó lesionado gravemente. A pesar de que el equipo hizo un esfuerzo por su capitán y consiguió finalmente la ansiada última plaza que daba derecho a jugar la postemporada, estaba claro que iba a ser casi una quimera que los Lakers se impusieran en primera ronda a unos superiores (y a posteriori finalistas) Spurs. El equipo angelino cayó por 4-0 ante los texanos, dando una pésima imagen pese a que Gasol asumió galones y responsabilidades, rindiendo a un alto nivel, quizá el único del equipo. Las conclusiones de la temporada revelaban que los Lakers eran un equipo demasiado veterano, unas estrellas rallando a un nivel irregular y por debajo de lo esperado y con un vestuario demostrando unas evidentes rupturas tanto entre sí como con el cuerpo técnico.

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El mercado de fichajes se abrió y la renovación de la presunta futura piedra angular de la franquicia, Dwight Howard, máxima prioridad del jefe Kupchak, no se logró. Según la prensa estadounidense, el center exigió la marcha de Bryant y de D’Antoni, quien no casaba con su estilo de juego, para renovar, pero lo que sí es cierto es que Howard acabó cogiendo las maletas a Houston. Su marcha supuso un cambio de rumbo para los Lakers, que veían como una de las estrellas del proyecto se marchaba. Asimismo, decidieron amnistiar a Metta World Peace con el fin de ahorrarse unos cuantos millones de dólares del impuesto de lujo, lo cual demostró que tras la marcha del Howard los Lakers no contaban con un plan B y que rechazaban pelear por el anillo este año. La plantilla se completó con jugadores de bajo presupuesto y de un nivel no demasiado alto tales como Xavier Henry, Elias Harris o Shawne Williams.

A ellos se les unieron jugadores cuyo rendimiento no había sido el esperado en sus últimos equipos como Wesley Johnson, Chris Kaman o Nick Young, también a bajo coste. El resultado ha sido la conformación de una plantilla descompensada, no muy fiable por la irregularidad de sus componentes y con un nivel que sólo les permitirá durante esta temporada ser candidatos a entrar en unos playoffs cada vez más reñidos en el oeste. El objetivo para esta temporada está claro, pero para alcanzarlo dependerán de sus “viejas estrellas”, cuyo rendimiento es una incógnita total, más aún en el caso de Bryant, aunque la “mamba negra” hará todo lo que esté en sus manos para hacer de los Lakers un equipo competitivo.

¿Logrará Nash rendir a un nivel óptimo ahora que se le escapa su última oportunidad de ganar un anillo? ¿Qué papel tendrá Gasol con D’Antoni sin Howard y en qué condiciones físicas estará durante la temporada?¿Volverá Bryant a su mejor nivel?¿El esquema D’Antoni funcionará? El proyecto angelino, meses atrás ilusionante, debe aceptar su fracaso y pelear por completar una temporada decente, tal y como se exige a Los Ángeles Lakers por historia. Sin embargo, parece que los directivos han fijado sus miradas en el próximo mercado de agentes libres de 2014, momento en el que los contratos de Gasol o Nash concluyen y estrellas como Carmelo Anthony o LeBron James acaban contrato. Puede que estemos ante un año de transición para los Lakers a expensas de firmar un gran contrato el próximo verano y así darle una última oportunidad al mítico Kobe. El tiempo lo dirá, pero Bryant hará todo por dar la sorpresa esta temporada.