Pasan los días y los partidos, las hojas del calendario se arrancan y Oklahoma City Thunder no termina de carburar. Son décimos de la Conferencia Oeste y el futuro inmediato no presenta visos de mejora. Esta vez fueron los Houston Rockets sus verdugos. O, más bien, James Harden, el jugador que abandonó Oklahoma para convertirse en una estrella. Y vaya si lo ha hecho. Frente a su ex equipo lo volvió a demostrar.

Los Rockets se presentaban ante su público en back-to-back, un contexto que les gusta y les favorece: es el cuarto mejor equipo de la NBA jugando una segunda noche de manera consecutiva (8-3 tras la victoria de ayer). Por contra, Oklahoma llegaba a Texas después de cinco días de descanso. La estadística reza que si descansan cuatro días o más, suelen perder: 2-5 antes del partido ante los Rockets.

Paliza de entrada y reacción

Houston quería lavar su imagen tras la derrota en Orlando, y en los primeros compases lo demostró. Los tejanos comenzaron fuertes, con un parcial de 12-4 (siete puntos de Harden incluidos), obligando a Scott Brooks a pedir tiempo muerto. Pero apenas surtió efecto. Llegado el ecuador del primer cuarto, los Rockets ya ganaban por 15 puntos y Oklahoma no encontraba vías de acceso a la canasta rival. Sólo Westbrook trataba de cortar la sangría, pero sin éxito: enfrente había un rival más serio que de costumbre. Al final del primer periodo, Houston lideraba 40-18 (15 puntos de James Harden) el marcador del Toyota Center, con un 58% de acierto en el tiro. Demasiado para los Thunder.

Josh Smith firmó un notable encuentro saliendo desde el banquillo

Sin embargo, con el nacimiento del segundo cuarto, Oklahoma reaccionó tímidamente. En un abrir y cerrar de ojos, Durant anotó un par de canastas y redujo la ventaja a 18 puntos. La embestida se prolongó hasta que los Thunder colocaron el 50-36 en el luminoso y Kevin McHale pidió tiempo muerto. Durant había despertado y se había convertido en la medicina que los de Scott Brooks necesitaban con urgencia tras el descalabro de los 12 minutos iniciales. Y la medicina tenía un efecto duradero: a 1:28 de acabar la primera parte, Oklahoma había trepado lo suficiente como para situarse a 11 puntos de Houston en el marcador. Con esa ventaja (64-52) llegaban al descanso.

Con energías renovadas y de la mano de Harden, los Rockets propusieron a la vuelta de los vestuarios una declaración de intenciones. Amenazaban con despegarse en el marcador, pero Oklahoma, gracias a las acometidas de Durant y Westbrook, y de un banquillo más efectivo que el de su rival -notable actuación de Reggie Jackson- , los lograban retener en la tierra. Sin embargo, a cuatro minutos del final del cuarto, y tras un tiempo muerto solicitado por Scott Brooks, los Rockets lograban aventajar a los Thunder en 17 puntos, gracias a unos buenos minutos de Josh Smith, más acertado en el tiro que de costumbre. No obstante, esta coyuntura fue pasajera: Oklahoma remó cuesta arriba y logró acabar el cuarto a 13 puntos de los tejanos, pero con solamente 12 minutos en el horizonte.

Sentencia de Houston al principio del último cuarto

Aunque los Thunder salieron decididos a remontar la diferencia (y durante los primeros segundos lograron reducir la distancia a 10 puntos), Houston frenó en seco las esperanzas de los pupilos de Scott Brooks. Un parcial de 9-0, de nuevo con un gran Josh Smith, sirvió para colocar el 100-78 en el moderno Toyota Center. Demasiado muro para escalar en tan poco tiempo. Entre insulsas canastas y gritos de ¡MVP, MVP! a James Harden, el partido llegó a su fin con el 112-101. Los Rockets se llevaron el triunfo para continuar con la dura pugna con Memphis Grizzlies por la tercera plaza del oeste. El All Star a la vuelta de la esquina, y Oklahoma cada vez mas lejos de los Playoffs. Y con Durant y Westbrook sanos. Y mañana, duelo frente a Golden State Warriors, el mejor equipo de la liga. Casi nada.