La primera parte que se vivió ayer en el Staples fue sin duda una de las más extrañas que se recuerda. Fue una situación tan esperpéntica como antibaloncestística, y todo ello por un peculiar y sencillo hecho: no se jugó a baloncesto.

¿El responsable? Houston Rockets, en concreto Kevin McHale, que cuando solo se habían cumplido seis minutos de partido optó por llevar a cabo el hack a DeAndre Jordan y enviar intencionadamente a la línea de tiros libres al pívot una y otra vez. No hubo excepción, y de hecho el único cometido de jugadores como Capela, Dorsey o Papanikolauo fue el de salir a cancha, no tocar un solo balón en ataque, y hacer una falta tras otra al pívot angelino. El más llamativo fue el caso del jugador heleno, que en 52 segundos hizo cuatro faltas y volvió al banquillo. Las caras de incredulidad del Staples reflejaban lo anormal de la tesitura.

DeAndre Jordan batió un récord lanzando 28 tiros libres en la primera mitad, de los que solo metió 10

Para acabar con la situación Doc Rivers decidió retirar al pívot de la pista, pero cuando este volvió a cancha el panorama se hizo aún más extraño. El hack volvió, pero para combatirlo los Clippers comenzaron a buscar ataques desesperados de menos de cinco segundos para que a la defensa rival no le diese tiempo de cometer la falta. De hecho, en los últimos minutos del cuarto DeAndre dejó de subir a campo ofensivo para no tener que volver a la línea de personal y los locales atacaron con cuatro jugadores. Era una locura. Todo el entretenimiento que la NBA lleva años queriendo impulsar desapareció a causa de semejante "espectáculo" que se prolongó ni más ni menos que una hora y media (si hacen cálculos verán que el choque estuvo más de una hora parado solo en la primera parte). Aquello no era serio.

Quizás lo único positivo que se pueda sacar de la primera mitad sea que permitió a DeAndre Jordan inscribir su nombre en la historia al convertirse en el jugador con más tiros libres intentados a una parte de un encuentro de la NBA. Con 28 intentos, supero los 27 de Shaquille O'Neal el 20 de mayo del 2000 ante los Blazers, y su nombre quedará, para bien o para mal, en el recuerdo de los aficionados a la liga. Además, de no haber sido sustituido por Doc Rivers cuando el partido estaba ya sentenciado podría haber llegado sin problemas al récord de lanzamientos en un partido completo, pues se quedó a tan solo cinco de los 39 que firmaron el propio Shaquille O'Neal y Dwight Howard, este último en dos ocasiones, pero ninguna de ellas en playoffs.

Los pitos del Staples reflejaron lo triste que era la primera parte, que se prolongó una hora y media

Sin embargo, todo este crimen contra el juego y el espectáculo no terminó de servir a los Rockets. Pese a que consiguieron que Jordan acabase la primera mitad habiendo fallado 18 lanzamientos desde el 4,60, encajaron 60 puntos tras el segundo cuarto, y pese a que en ocasiones fueron el único equipo que atacó (los ataques de los Clippers duraban las escasas décimas de segundo que tardaba Houston en cometer la falta sobre DeAndre), no lograron superar los 54 créditos debido a su desastroso porcentaje de lanzamientos en el segundo cuarto. Es cierto que lograron parar el ritmo de Los Angeles y llevar el partido más a su terreno, pero el resultado al descanso no justificaba el bochornoso espectáculo que estaban ofreciendo.

No obstante, en el tercer cuarto se hizo evidente por qué McHale había optado desde tan pronto por el hack. La defensa de los suyos fue un auténtico desastre a la hora de frenar los ataques estáticos, y encajó ni más ni menos que 42 puntos en un tercer periodo que dejó el partido visto para sentencia y que evidenciaron las carencias defensivas de los Rockets. La sensación global no pudo ser más triste para los de Texas, pues dio la impresión de que solo haciendo una falta tras otra a DeAndre Jordan pudieron mantenerse en el partido, y ni siquiera así les dio para ganar. En el tercer cuarto, el único en el que realmente se jugó a baloncesto (el cuarto fueron minutos de la basura), Houston fue barrido del mapa y solo el acierto puntual de Jason Terry evitó una paliza mayor. ¿Tiene esto solución de aquí al martes?

Todo apunta a que no, y con los Rockets obligados a ganar en casa si no quieren quedarse fuera parece que en el quinto partido puede vivirse algo igual a lo de ayer. ¿Se imaginan al Toyota Center aguantando semejante partido de los suyos y encima viéndoles caer en segunda ronda tras llegar con el tercer mejor registro del campeonato regular? Quizás no les haga falta imaginarlo, pues en vista los escasos reparos que tuvo McHale ayer la situación no es ni mucho menos impensable, aunque lo cierto es que, puestos a caer por 30 puntos, quizás sea mejor ahorrarse una situación tan vergonzante.