Dos novatos, dos recién llegados a los banquillos, dos hombres que ya han hecho historia desde el primer año en que se han encargado de dirigir un equipo NBA desde el banquillo. Steve Kerr y David Blatt, entrenadores de Warriors y Cavaliers respectivamente, dos recién llegados al puesto de head coach que conformaban la primera pareja que metía a sus equipos en unas Finales siendo primerizos.

Unas Finales de la NBA como éstas de 2015 son absorbidas por muchos factores. Que Warriors llevara 40 años sin ganar o que Cleveland no hubiera visto nunca ganar a su equipo de baloncesto, las lesiones, dos plantillas para el recuerdo, el duelo entre LeBron James y Stephen Curry… Eso, como poco. Los entrenadores siempre están en un segundo plano, como es comprensible. Pero esta vez ha sido diferente. Kerr y Blatt se enzarzaron en una guerra de pizarras, una de las más bonitas de los últimos tiempos, que se saldó con una proyección sobre la cancha que hizo el duelo mucho más interesante.

Fuente: NBA

Un proceso deslumbrante

El primer partido fue, además de uno de los mejores de la serie, el que menos contenido táctico tuvo. Dos equipos jugando a lo suyo, jugadores en sus puestos y mostrando potencial en la medida que habían jugado durante la temporada. Pocas jugadas desde el banco. Pero se lesionó Kyrie Irving, algo que cambiaría la eliminatoria para siempre.

Para el segundo partido, Blatt lió la madeja. Los Cavs estaban contra las cuerdas y con una misión casi imposible: 1-0 abajo sin Love ni Irving. El técnico israelí tuvo en Matthew Dellavedova a su apuesta personal, otorgándole el trabajo de ser el stopper de Curry. El base australiano dejó un partido para los anales de la historia, secando absolutamente al MVP reinante y siendo el líder defensivo que permitía a LeBron James exhibirse en ataque como pocas veces se ha visto en las Finales. David Blatt, por tanto, fue el que asestó el primer golpe.

Una estrategia continuista en el tercer partido. Continuaría durante todo el recorrido de las Finales, pero en el tercero se siguió la estela del segundo y los Cavaliers superaron con creces a su rival de la Conferencia Oeste. Tristan Thompson, Iman Shumpert y demás hicieron vulnerables a los “Splash brothers” y compañía, les llevaron al límite de sus capacidades y provocaron una rotura de motor. En ese punto, Cleveland se colocaba 2-1 por delante, con James como absoluta leyenda, Blatt como salvavidas y Dellavedova como símbolo de lo que estaban consiguiendo: sobreponerse a las dificultades técnicas con aportes tácticos para combatir el confiado juego rival.

"Las mejores esencias se guardan en frascos pequeños", o eso dice el dicho

Blatt estaba ganando. Se exigía a Kerr un golpe de mano para virar el rumbo hacia el bien de su equipo, y vaya si lo hizo. Un giro de 180 grados. Para el cuarto partido, Kerr apostó por el small ball. Quitó a un Andrew Bogut al que se veía fatigado y optó por introducir a Andre Iguodala como titular. Iguodala, que era el único que había podido parar a LeBron James hasta ese momento (mínimamente, eso sí), era el factor X. Curry, Thompson, Iguodala, Barnes y Green era la alineación, y con mucho protagonismo para Livingston y Barbosa. “Las mejores esencias se guardan en frascos pequeños”, o eso dice el dicho, y estas Finales iban a ser el ejemplo baloncestístico de ello. Los Warriors comenzaban a jugar más tranquilos, con ritmo y regularidad por las ventajas que sacaban en ataque -tanto estático como al contraataque- por la velocidad y variantes que los más bajitos imponían. La dictadura de los pequeños comenzaba y nadie la podría parar.

En el quinto se vio, con empate y más nervios a medida que pasaban los partidos, se vio verdaderamente el efecto del small ball en el juego. La figura clave era el pívot ruso Timofey Mozgov, que pasó de anotar 28 puntos en el cuarto a 0 puntos en el quinto. Kerr vio que Mozgov estaba siendo dominador y decidió cargarse esa pieza del tablero con un único movimiento. Mozgov estaba siendo amo y señor de la pintura, y junto a Tristan Thompson les estaban ganando la partida en la zona a la pareja Green-Bogut, pero Blatt tuvo que reducir los minutos del gigante europeo, que disminuyó su impacto progresivamente y afectó de manera capital a su equipo. En este toma y daca en que se convirtió la cancha, y como resultado del small ball, vimos momentos tan curiosos como en el que LeBron James se puso a jugar de ‘5’. Y no lo hizo mal, cómo no, pero no duró más de cinco minutos. Un efecto que no tenía nada que ver con la táctica, el factor físico, era el otro que estaba decidiendo la final. Cleveland se hundió en el último cuarto y 3-2 para Golden State.

En el partido definitivo, otra exhibición. Y Kerr se permitió gustarse, incluso. Iguodala fallaba demasiadas y acabó siendo el MVP de las Finales, lo que daba que pensar en cuántos puntos hubiera metido si hubiera acertado más. Todas las jugadas terminaban con tiro suyo, básicamente porque Mozgov no llegaba a taparle por la ventaja exterior que suponía el imponente físico de Andre. Y, por si fuera poco, en los momentos donde algún pequeño descansaba, Kerr metió a Festus Ezeli al campo. Ezeli, uno de los que menos participación ha tenido en la temporada, jugó de forma fantástica en este sexto partido. Los de Blatt ya nada podían hacer. Les habían pasado por encima y poco más que aceptarlo era lo que podían hacer.

Un mucho de crédito

No estaban solos. Ambos técnicos contaban con ayudantes de primerísimo nivel. Blatt tenía la ayuda de Tyronn Lue, el staff de Kerr lo componían Luke Walton y Alvin Gentry. Aunque ellos daban el OK final, no estaban solos. Lógico que con unos ayudantes así se librara una lucha encarnizada a la par que brillante.

Los focos no estaban en ellos, como se entiende en una liga como la NBA, pero es de ley reconocer que tanto David Blatt como Steve Kerr ofrecieron en estas Finales 2015 una de las mejores batallas desde los puestos de entrenador principal que se han visto en la historia reciente de la liga norteamericana.