Y el sobrenombre de su Universidad (los “Espartanos” de Michigan State) forjó ese peculiar carácter hasta convertirlo en la persona y el jugador que todos conocemos hoy. Mención especial a su entrenador, Izzo, que lo moldeó hasta ser quién es dentro y fuera del parqué.

Hablando del lugar donde estudió, el jugador de los Warriors hizo en verano una suculenta donación de 3,1 millones después de firmar su jugoso contrato, como muestra de agradecimiento por lo aprendido allí, por la confianza que depositaron en él y por su evolución como jugador. Un hombre agradecido.

No ha tenido nada fácil llegar a donde está ahora. Cayó hasta el puesto 35 del draft de 2012, con dos compañeros por encima de él como Ezeli, que se fue hasta el puesto 30, y Barnes, que fue el séptimo de la clase de ese año. Ahora es el líder espiritual de un equipo campeón y que ha empezado la temporada 15-0.

Es el pegamento del equipo, el hombre que une al grupo y que levanta la voz cuando las cosas no van todo lo bien que deberían en la Dub Nation, en un equipo con tanta química, él es el hombre que lidera al grupo, contando con la inestimable colaboración de Curry, que es el líder estadístico del equipo y el jugador con más calidad de la plantilla.

El jugador de Michigan presenta unas estadísticas, nada desdeñables en sus primeros 15 partidos; 12,3 puntos, 7,9 rebotes y unas sorprendentes 6,7 asistencias para alguien de su posición, en tan sólo 33 min de juego. Todos career highs de su carrera excepto los rebotes. También está tirando mejor, subiendo sus prestaciones en el tiro exterior hasta un gran 43,9%. Otra arma más que añadir a su arsenal, que evoluciona año tras año. Este año ha subido en 3 sus asistencias con respecto a la temporada pasada, y es que este año sube la bola en los contraataques y combina muy bien con sus compañeros interiores saliendo del pick and roll ya sea Bogut o Ezeli. Se ha convertido en un jugador total e inteligentísimo desde la posición de cuatro.

Green es el líder espiritual de los campeones

En la faceta que le ha hecho alguien especial dentro de esta liga, la defensiva, sigue mejorando año tras año, si es que es posible, y, aunque las estadísticas de robos (1,2 por partido) y tapones (1,3) no parezcan muy altas, lo cierto es que Draymond es un excelente defensor y demostrado queda en otra estadística defensiva muy importante, el Tracking Defense. Es una estadística que mide el porcentaje de acierto rival cuando lo defiende un jugador específico. Green está ahora mismo en un increíble -8,7% (es decir, que baja en ese número el acierto de los jugadores que defiende) y teniendo en cuenta a los jugadores que ha defendido, como Griffin, Davis, Randolph o Gasol, es un número bastante bueno. El año pasado se encontraba en un -6,3%, por lo que es otra faceta que también ha mejorado en estos primeros compases de la Regular Season.

Pero lo especial de este jugador son sus intangibles; el defender con los pies, el movimiento dentro en la cancha, salir de los bloqueos o las ayudas defensivas, todo eso que tanto gusta a los entrenadores. Es un jugador con un CI bastante alto, que sabe aprovechar su juego y el de sus compañeros al máximo y que se deja la piel en cada jugada a cada lado de la cancha. Un jugador que te encanta tener a tu lado y que odias tenerlo en frente. Así es Draymond, un jugador de equipo que vela por los suyos más que ningún otro en el equipo y que destaca por su versatilidad para hacer de todo en la cancha.

Como objetivo individual, tiene la esperanza de ser algún día un All-Star, y trabaja duro para ello. Por estadísticas y simpatía hacia los aficionados no, pero por juego perfectamente podría encontrarse en Toronto este próximo febrero jugando para el Oeste en el que sería su primer Juego de las Estrellas.

Y este es el artículo que quería brindarle un servidor a tan gran jugador como es Draymond Green, un jugador que cuando llegó había muchas dudas con su rendimiento; si era un tres, un cuatro, ninguna de las dos cosas, ambas. Lo cierto es que ha logrado acallar las críticas y es ahora uno de los pilares del equipo campeón y que campea con paso firme allá por donde va en este inicio de locura de temporada para los recientes campeones. Y lidera ese equipo, con esa fuerza, intensidad, garra y lucha, que caracterizaba al antiguo pueblo griego espartano, y que ha heredado, un niño de Saginaw que un día soñaba con jugar en la mejor liga del mundo.