Los equipos verdaderamente especiales no son los que ganan por diferencias abultadas, o que solamente logran amasar triunfos en casa. Los equipos grandes son los que ganan bajo cualquier circunstancia. La victoria de Golden State Warriors sobre Utah Jazz no probó nada que no se supiese, pero vaya que vale la pena volver a decirlo: este es un equipo grande, pero grande en serio.

Con la mira puesta en el mítico récord de la mejor temporada regular en la historia de la NBA -actualmente poseído por Chicago Bulls, en 1995/96-, los Warriors se sobrepusieron a una mala noche en lo colectivo y destruyeron mentalmente a Utah, que, hasta los últimos cinco minutos del tiempo regular, había logrado manejar los tiempos del partido.

Thompson, con la mano caliente

Golden State llegó a Salt Lake City 24 horas después de derrotar a Washington Wizards (en el Oracle Arena), pero el trajín físico no impidió que el conjunto dirigido por Steve Kerr arrancara el encuentro con las pilas bien puestas.

Klay Thompson fue el catalizador de un sólido primer cuarto, anotando nueve de sus 18 puntos en los primeros ocho minutos de juego. Del otro lado, el tándem compuesto por Rudy Gobert y Derrick Favors empezaba a dominar la pintura, agarrando rebotes y abusando de su poderío físico, especialmente con Andrew Bogut (pivote titular de los Warriors) en el banco de suplentes.

Prevalece la defensa

Justamente, desde el banquillo se notó una importante diferencia entre ambos equipos: mientras que Kerr utilizó once jugadores en su rotación, Quin Snyder apenas dispuso de ocho, extendiendo los minutos de su quinteto inicial.

Esta tendencia permitió, por ejemplo, que Stephen Curry descanse seis minutos de corrido, sin que su equipo perdiera la delantera en el marcador. Mientras el MVP recuperaba fuerzas, Leandro Barbosa y Shaun Livingston intentaron ordenar la ofensiva visitante, que se chocó ante el esquema defensivo de Utah.

De todas formas, los Jazz también dejaron mucho que desear en ataque. Shelvin Mack (base) y Rodney Hood (escolta) no pudieron mover la pelota con prolijidad y, por momentos, el plan de Utah era simplemente darle el balón a Gordon Hayward para que jugara el uno contra uno.

Curry tuvo una olvidable primera mitad, pero igual se las arregló para realizar una de sus insólitas jugadas, que deslumbraron al público, sin importar el bando por el cual hinchaban. Con un triple de Harrison Barnes, Golden State se fue al entretiempo liderando por 42-40.

Una ausencia clave

A falta de 6:38 minutos por jugar en el tercer cuarto, Derrick Favors tuvo que retirarse del partido por un golpe en su rodilla. La ausencia del ala-pivot fue un golpe bajo para las chances de Utah, que no sólo perdió a su segunda carta ofensiva, sino que debió conformarse con Gobert como único 'big', ante la tan temida alineación de los Warriors.

En el corto plazo, el conjunto local se repuso y pudo dar vuelta el marcador, gracias a un par de canastas de Hood. Tras un bombazo de Raul Neto, los Jazz lideraban por ocho y ya se jugaba el último período.

Claro, Kerr aprovechó las circunstancias del encuentro y utilizó su 'Death Lineup', compuesta por Curry-Thompson-Barnes-Draymond Green e Ian Clark, que luego fue sustituído por Livingston. La falta de movilidad de Gobert fue una de las variantes que ayudaron a la remontada de Golden State, aunque no fue la principal.

La cabeza de un equipo histórico

Es como si ambos equipos hubiesen hecho un 'click' al mismo tiempo, en direcciones completamente opuestas. Los últimos cinco minutos del último cuarto fueron dominados por los Warriors, que sometieron a Utah con su mentalidad ganadora.

Lisa y llanamente, los comandados por Snyder no podían dar un pase en la cancha corta. Hayward salvó un par de posesiones con tiros imposibles, pero eventualmente no fue suficiente para contener a su rival, que necesitaba ganar. No por el récord en sí, sino porque, con cada fibra de sus cuerpos, los jugadores de Golden State deseaban ganar este partido.

Thompson, que había errado casi todos sus intentos desde aquel primer cuarto, tuvo dos chances para mandar el partido a tiempo extra: falló -por poco- en la primera, pero luego de un rebote ofensivo, el escolta encajó el triple que forzó a ambos equipos a jugar cinco minutos más.

En el tiempo extra, fue todo de Golden State. Green, que aportó una defensa individual descomunal en los primeros 48 minutos, sumó con un par de canastas. Con un poco de Curry, que casi sin darse cuenta terminó con 31 puntos (en apenas 23 tiros de campo), los visitantes liquidaron el pleito y se llevaron su victoria número 68 en la temporada.

Cinco partidos. Cinco triunfos, en realidad, son los que separan a los Warriors de la inmortalidad. Ellos lo saben, están jugando para conseguirlo y, ante tanto debate que se genera alrededor de la franquicia, elijen comportarse como verdaderos campeones. Con esta mentalidad como bandera, Golden State Warriors se planta ante los ojos de la NBA, flexiona los músculos -como Draymond- y dice que quiere ser el mejor equipo de todos los tiempos.