Francia lo ha vuelto a hacer, Francia es eterna. Cuando se empezó a llamar a este grupo de jugadores les Experts, no era por cualquier cosa; era porque son una generación nacida para triunfar, que domina como nadie lo ha hecho nunca las situaciones en las que se juega todo. Se puede ser experto en muchas cosas, estos jugadores lo son en ganar. Algo tan rápido de decir como difícil de llevar a cabo.

En la final del Europeo poco les ha importado tener enfrente al anfitrión, al equipo al que todos señalan como sus sucesores, al que todos esperan para dominar en los próximos años. Tampoco les ha importado tener 14.000 gargantas animando a su rival. Más bien les ha servido de motivación extra. De principio a fin, el color del partido ha sido bleu. Con Karabatic, Guigou y Omeyer liderando el batallón, los franceses se han disfrazado de espartanos para derrotar a todo y a todos. El grito de los galos al final del partido lo resume a la perfección: "¡Ahu! ¡Ahu! ¡Ahu!"

Desde el inicio

El comienzo de la final hizo pensar en el pasado Mundial. El arranque desastroso de Dinamarca podía ser el presagio de una nueva goleada, como la que sufrieron hace 12 meses. Mediado el primer tiempo el resultado era de 4-12 para Francia. Mientras Dinamarca se las veía y se las deseaba para encontrar lanzamientos claros, cada ataque galo terminaba en gol.

Lo de Dinamarca era pura impotencia. Pérdidas de balón absurdas, fruto del nerviosismo, lanzamientos lejanos que se estrellaban en el portero francés y una defensa endeble por la que percutía el ataque galo como un cuchillo por el taco de mantequilla.

Landin no fue ni la sombra de lo que suele ser La gran diferencia estuvo en la portería. Omeyer, al que le encantan los partidos calientes y la responsabilidad, comenzó entonadísimo, parando cuatro de las seis primeras. Landin salió a pista con la misma flojera de piernas que en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Los 11 primeros lanzamientos franceses que fueron entre los tres palos, algunos fácilmente “parables” por cualquier portero de primer nivel, entraron en la portería. Porque Landin no estaba, le superaba la escena. Por eso Ulrik Wilbek se vio obligado a cambiarle por Jannick Green. La estadística de 0/11 era darle mucha ventaja a Francia. Además, Green se estrenó con parada a Guigou, dando la razón a su técnico. Pero no pudo parar las dos siguientes, obra de los zurdos Abalo y Porte.

En el minuto 17 Wilbek se vio en la necesidad de pedir su segundo tiempo muerto. El marcador reflejaba un 4-13 impensable. La grada danesa era un drama. Pero la arenga pareció tener éxito. Dinamarca consiguió un parcial de 2-0 que les acercó a los franceses.

Espejismo y sigue la sangría

El cambio de dinámica duró dos minutos. De nuevo Francia volvió a encontrar a Porte en penetración y pocos segundos después recuperaban el balón antes de que Dinamarca pudiera siquiera llegar a campo contrario.

A los 20 minutos el resultado era de 7-16 y Omeyer seguía parando. Le superó Eggert de vaselina, pero al guardameta del Montpellier le engañas una vez, no dos. En la siguiente jugada el extremo danés intentó la misma suerte, pero Titi le estaba esperando. Sin esfuerzo, dio un paso atrás y atrapó el balón con una mano.

A la desesperada, Wilbek ordenó una defensa mixta sobre Karabatic, pero al defender atrás con uno menos se creaban más espacios. Error contra Francia. No funcionó.

Mikkel Hansen intentó echarse a su equipo a la espalda Cuando restaban cinco minutos para el final del primer tiempo el efecto Green había desaparecido. El portero suplente tampoco tocó casi ningún cuero y era hora para que el titular volviera a dar la cara. Y a la primera oportunidad detuvo por fin su primer lanzamiento. Fue a Narcisse, sacando rápido la pierna izquierda. Al otro lado, los goles de Lindberg y Mads Christiansen sujetaron a Dinamarca.

Mikkel Hansen decidió entonces que había llegado su momento. Anotó dos goles consecutivos elevándose desde más allá de la línea de nueve metros. En uno de ellos consiguió además forzar la exclusión de Valentin Porte.

Pero el lateral no podía remontar solo. Necesitaba la ayuda que no llegaba de su portería. La primera parada de Landin no fue más que un espejismo, pues después se tragó dos bellos lanzamientos de Luc Abalo, el primero en una suspensión infinita y el segundo en apoyo, un obús que rozó la oreja del meta danés.

Espectáculo al borde del descanso

Pero Hansen no se rendía. A medio minuto del final volvió a probar fortuna desde lejos, pues Dinamarca no tenía otra alternativa. Su latigazo volvió a quitar las telarañas de la portería de Omeyer. Seis de seis para el jugador del PSG, el alma máter de su selección.

Los anfitriones se ponían a seis goles al filo del descanso. Una diferencia así era recuperable en la segunda mitad, pero era vital aguantar los últimos segundos del primer tiempo sin recibir un gol.

Pero Francia estaba en estado de gracia y protagonizó una de las acciones más espectaculares del campeonato. Michael Guigou, desde su extremo izquierdo, respondió al cruce de su lateral y en circulación lanzó el balón por encima de los defensores centrales daneses, buscando la zona de su lateral derecho. Por allí apareció levitando Valentin Porte para recepcionar el cuero y alojarlo en el fondo de las mallas de la portería rival.

Casi no había terminado Porte su vuelo cuando resonó la bocina que avisaba del descanso. Jarro de agua helada para los daneses, que veían así cortadas sus alas. Las miradas que apuntaban al electrónico veían: Dinamarca 16-23 Francia.

El runrún y los comentarios hablaban de un dejá vu. Todo recordaba a la final del Mundial 2013. En el Sant Jordi España se marchó al descanso con ocho goles de ventaja (18-10). En el Jyske Bank Boxen de Herning era un gol menos, siete.

No cambia la dinámica

La segunda parte no mejoró las sensaciones danesas. Narcisse anotó nada más empezar y Omeyer comenzó la segunda parte como la primera, parando. Abalo terminó de hundir a los de Wilbek en este comienzo con un golazo de espaldas. 16-25 nada más llegar.

Tuvo que venir Mikkel Hansen de nuevo para anotar el primer gol local. Era el único que lo tenía claro y le tocaba tirar del carro.

Siete minutos habían transcurrido y Landin volvió a sentarse en el banquillo. Apenas había sido capaz de parar tres de los 23 lanzamientos que recibió. Y la salida de Green fue igual que la primera, con parada. Esta vez a Karabatic.

Francia supo gestionar a la perfección las inferioridades, como siempre Una y otra vez Dinamarca buscaba a Mikkel Hansen. A los 40 minutos de partido encaró con rabia la portería, superó a Abalo, batió a Omeyer y forzó la exclusión del ex atlético. Pero una de las mayores virtudes de esta Francia que ha hecho historia es la capacidad de no inmutarse cuando juegan con uno menos. En esos momentos son importantísimos los extremos Abalo y Guigou, que empiezan a moverse por la línea de seis metros y a generar el caos en la defensa rival. Fue el extremo izquierdo el que circuló esta vez y cuando volvía a su posición de inicio recibió el balón completamente solo. Gol. La inferioridad se saldaba con empate a uno. Insuficiente para que Dinamarca pensara en remontar.

Wilbek, a la desesperada

Pasaba el tiempo, se consumían los minutos y la grada parecía empezar a aceptar el destino del encuentro. Guigou seguía “erre que erre”, anotando sin descanso, así que Dinamarca no podía más que luchar por que la diferencia no creciera. A falta de 15 minutos y con 24-32 en el luminoso de Herning, Wilbek lo intentó por última vez. Decidió probar con una defensa 3:3, una opción que difícilmente se ve en balonmano profesional. Es más bien el sistema con el que todo jugador empieza a aprender en las categorías base. Pero era necesario cambiar algo y buscar ser más agresivos.

Tampoco resultó. Así se generan demasiados espacios atrás y eso es ponérselo muy fácil a la extraordinaria segunda línea francesa. Además, Mollgaard sufrió una exclusión por empujar a Narcisse cuando el francés, el mejor jugador del planeta en 2012, ya le había superado.

Precisamente fue el lateral del PSG el que con una contra puso la diferencia en los dos dígitos: 25-35.

Los minutos finales casi sobraron. Dinamarca, con poco orgullo, tiró la toalla y se limitó a responder en ataque a sus errores y falta de intensidad en defensa. El intercambio de goles era claro. Uno y otro entrenador dieron salida a los menos habituales, para que todos tuvieran la opción de disputar unos minutos en la final. El banquillo francés ya era una fiesta a siete minutos del final. En la grada, la hinchada bleu cantaba a sus campeones.

Entre los aplausos de un deportivo público danés, en pie y dando palmas a pesar de todo, murió el partido.

Francia escribía un episodio nuevo en la maravillosa historia que están protagonizando. Después de ver cómo, una y otra vez, el grupo de Claude Onesta se rehace de sus cenizas, cualquiera se atreve a afirmar que es el epílogo. Decir tal cosa sería una osadía, porque Francia tiene cuerda para rato.

Con esta victoria les Experts suman su tercer oro europeo en las últimas cinco ediciones. El ciclo sigue abierto.

Leónidas I de Europa

El palmarés de Karabatic es inigualable Nikola Karabatic, que ya antes de disputar esta final había sido nombrado MVP del torneo, suma un título más a sus vitrinas. El debate sobre quién es el mejor jugador de la historia está en el aire y la respuesta es tan subjetiva como imposible de responder. Pero en cuanto a palmarés, el de este francés de origen serbio es inigualable. Tres Europeos, dos Mundiales, dos Juegos Olímpicos, dos Champions, diez ligas nacionales, once copas, cinco supercopas nacionales, una supercopa europea, un Mundial de Clubes y más de una decena de distinciones como mejor jugador en los distintos torneos que ha disputado. Y su Documento Nacional de Identidad muestra una edad de 29 años.

Cuando termine su carrera será el momento de analizar si a nivel de juego ha logrado superar a los Magnus Wislander, Talant Dujshebaev, Ivano Balic y compañía.

Dinamarca vuelve a defraudar

Por segundo año consecutivo, Dinamarca realiza un campeonato intachable pero falla estrepitosamente en la final. Cuando algo así ocurre dos veces consecutivas, algún problema hay detrás. O bien Ulrik Wilbek es incapaz de motivar a un grupo de jugadores, o bien a esta generación danesa le cuesta hacer su mejor balonmano en situaciones de extrema presión.

Sea como fuere, Dinamarca volverá a ser una de las principales candidatas a colgarse el oro en el próximo Mundial de Catar 2015. No en vano, ya son cuatro años seguidos pisando podio. Pero será ya sin Wilbek en el banquillo. El entrenador que ha llevado a Dinamarca a sus mejores éxitos deja la selección. Puede que lo que necesite este equipo sea un cambio de este tipo.

Además, con esta medalla Dinamarca suma ya seis en los distintos Europeos disputados, la que más ha conseguido en toda la historia, por encima de las cinco de España. En cuanto a títulos, sus dos oros le dejan aún lejos de los cuatro entorchados de Suecia, y a uno de una selección de Francia que se coloca con tres.

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