“Y ellos fueron los protagonistas”, dice José Luis Acha, el director del homenaje al Atlético de Madrid de balonmano de la temporada 1984/85. Pero por allí no aparece nadie. Los homenajeados están despistados, hablando de sus cosas en la puerta del auditorio del Centro Cultural Eduardo Úrculo, poniéndose al día. Así que José Luis Acha lo intenta de nuevo: “31 de marzo de 1985. Quique García marcaba gol en Praga y el Atlético de Madrid llegaba a la final de la Copa de Europa… Y ellos fueron los protagonistas”. Ahora sí, los jugadores atléticos de esa histórica temporada hacen acto de presencia y bajan entre aplausos por las escaleras del auditorio.

Fue la anécdota inicial de un acto que sirvió precisamente para eso, para crear nuevas historias y volver a reír con las pasadas. Pero sobre todo sirvió para recordar y felicitar a un equipo especial, el gran pionero del balonmano español. Plantarse en la final del máximo campeonato continental, luchar por convertirse en el rey de Europa, era algo impensable hasta que llegaron ellos. Treinta años de esa efeméride se cumplieron el pasado 20 de abril.

Cada deporte tiene su pionero. En el motociclismo fue Ángel Nieto, en golf fue el gran Seve, el tenis creció de la mano de Santana y el ciclismo es lo que es gracias a Bahamontes. En el caso del balonmano, España llegó a lo más alto gracias a que muchos siguieron el camino que marcó el Atlético de Madrid de Juan de Dios Román, Cecilio Alonso, Lorenzo Rico…

Cuando se echa un vistazo al palmarés de la Copa de Europa –ahora llamada Champions League– se ven banderas españolas en lo más alto. Catorce entorchados han sumado los equipos españoles, sólo superados por los diecinueve de Alemania. Pero por entonces el balonmano español veía de lejos conseguir alcanzar tales cotas. Las semifinales cosechadas años antes por Calpisa, FC Barcelona y el propio Atlético de Madrid ya habían supuesto un hito, pero esta vez el Atlético había dado un paso más, había subido el penúltimo escalón y era el primer español en conseguirlo.

En el final del siglo XX y el inicio del XXI fue cuando se produjo la gran explosión del balonmano español. Hoy en día un equipo de la Liga ASOBAL BAUHAUS como el Barça es, quizás, el máximo favorito a ganar Europa, pero todo ello empezó con un equipo este grupo de jugadores que vestían de rojiblanco.

Una temporada para el recuerdo

El Atlético de Madrid llegó a ese año 1985 maduro. Habían ganado cuatro de las seis últimas Ligas y esa temporada sumarían un entorchado más. Pero donde dieron el do de pecho fue en Europa. Era una época en la que la Copa de Europa se jugaba al más puro estilo de K.O., o ganas o te vas a casa. Y el camino a la final estuvo plagado de dificultades.

El gol que no se vio por televisión de Agustín Milián en Magdeburgo inició el camino de la gloria

Tras una primera ronda fácil contra el Hapoel Rehovot (campeón israelí), llegó el potente Magdeburgo, doble campeón de Europa. La ida en el Magariños fue apoteósica y vencieron los atléticos por 12 goles, con 14 dianas de Cecilio Alonso. Pero cuando todo parecía decidido, los alemanes demostraron que nunca se les puede dar por vencidos. Los colchoneros estuvieron contra las cuerdas y a pocos segundos para el final perdían por 11 goles. Agustín Milián anotó el gol que daba tranquilidad cuando el nerviosismo reinaba. Sobre todo en los aficionados españoles que veían el partido en sus casas, pues la señal de televisión se cortó en el tramo final del encuentro. “Un gol que se hizo famoso y ni siquiera hemos visto. El satélite se cortó y el gol sólo tiene la narración mía con la voz”, recuerda Luis Miguel López, quien retransmitía los partidos para Televisión Española.

Los cuartos de final fueron poco menos que un paseo para el Atlético, que destrozó la moral del Copenhague, pero la semifinal fue la otra gran eliminatoria para el recuerdo. El rival, nada menos que el campeón vigente, el Dukla de Praga. De nuevo tocaba empezar en casa, con la esperanza de conseguir un buen resultado para afrontar la vuelta con garantías. Sin ser definitivo, el 16-14 de ese partido daba buenas vibraciones.

Pero el partido de vuelta volvió a complicarse, algo lógico teniendo en cuenta al rival. Las cosas no salían y Juan de Dios Román, el entrenador del equipo, sacó a jugar a los jóvenes. “Todo el mérito es de Juan (de Dios)”, dice Luisón, uno de esos imberbes que sacaron adelante el partido. “Había que tener valor para apostar, tiró la moneda y salió bien”, completa. El gol final de Quique García se hacía eterno y escribía con letras de oro el nombre del Atlético de Madrid en la historia de la Copa de Europa.

Luego llegó la final contra la Metaloplastika de Sabac. Para Luismi López, “los Globetrotters del balonmano”. Un equipo con jugadores de la talla de Veselin Vujovic o Mile Isakovic, que para Juan de Dios están en el siete ideal de la historia. Acompañando, otros mitos como Veselin Vukovic, el portero Mirko Basic o los zurdos Kuzmanovski y Cvetkovic. Además, los yugoslavos llegaban con las ganas de quienes habían perdido la final un año antes en la tanda de desempate desde los siete metros.

Perdieron, pero se ganaron un puesto en la historia como grandes pioneros

La verdad es que no hubo final. El Atlético de Madrid aguantó los primeros 20 minutos del partido de ida, disputado en Sabac, pero luego sucumbió al empuje de un equipo que resultó ser de los mejores de la historia (19-12 en la ida y 20-30 en la vuelta, en el Palacio de los Deportes). Pero daba igual. El equipo colchonero ya había cumplido un gran sueño, ya era más de lo que nadie había hecho nunca para el balonmano español, y fue el que inició un camino que llevó a los equipos españoles a dominar Europa años después.

A falta de zurdos, Agustín Milián

“Los problemas fueron siempre dos, asegurar la portería, que se consiguió con Lorenzo, y el tema de los zurdos”. Son palabras del entrenador Juan de Dios Román, sobre lo que para él limitó el crecimiento de aquel Atlético de Madrid. Y es que en esa plantilla de 1985 había un único jugador zurdo, el danés Mikael Stroem.

Eso condicionaba el juego del equipo, que se veía obligado a jugar con un diestro en el extremo derecho. Durante años esa función recayó en Paco Parrilla, hasta que desde Barcelona llegó el refuerzo de Agustín Milián. Aunque diestro, su capacidad para rectificar le convertía en un hombre muy peligroso. “Creo que técnicamente mi rectificado era bastante malo”, reconoce humilde Milián, “otros como Luis Morante técnicamente lo hacían mejor que yo”. Aunque él pensara que su ejecución era mejorable, lo cierto es que su lanzamiento en rectificado y su velocidad fueron armas muy poderosas del Atlético de Madrid. No en vano, fue de los mejores del equipo en aquel partido de Sabac.

Eran otros tiempos, otro balonmano, un deporte que había superado la época de los pañales y había aprendido a andar hacía tiempo, pero que apenas acababa de entrar en la adolescencia y empezaba a desarrollarse.

Un ameno homenaje

La fiesta por tanto estaba preparada para recordar a unos héroes del deporte español. La peña ‘Los 50’ había preparado todo para vivir una gran tarde. Junto a José Luis Acha presentaba el acto un histórico de la comunicación, ni más ni menos que Luismi López, quien hizo verbo el balonmano durante 25 años. Él fue quien llevó esos partidos a los hogares españoles y parecía lógico que diera voz también a este homenaje. Dio mucho Luismi al balonmano, pero como él mismo admite fue más lo que el Atlético de Madrid le dio a él. Gracias a este equipo el balonmano se convirtió en su “vicio particular”. “Hasta hoy, como un prejubilado más que soy, me paso el día viendo partidos de balonmano”, concluye un agradecido Luis Miguel López.

A partir de ahí los verdaderos protagonistas van pasando uno a uno por el escenario, respondiendo a las preguntas de Acha y López, contando cada uno su batallita y haciendo reír continuamente a la audiencia, entre la que hay periodistas de la talla de Lourdes García Campos, Luis Malvar o Javier Romano y caras conocidas del mundo atlético como José Antonio Martín ‘Petón’.

Manolo Novales, el capitán, abre fuego. Le dan el micrófono y decide ponérselo a la altura de la cintura. Habla de su trayecto desde Zaragoza a Madrid, pero no se oye nada. La carcajada es general. “Empieza bien esto”, piensa todo el mundo.

“Me llamaron Luisón por Juanón de la Puente, gracias a eso me recuerdan... Muchas gracias Juan”

Cada uno va dejando su perlita. Sale Juanón de la Puente, el gran pivote que llegó de Asturias, y más tarde Luisón, que en esa temporada fue algo así como su aprendiz y además el benjamín del equipo. “Tenías un maestro en el pivote”, le dice José Luis Acha. “Me pusieron el nombre por él y gracias a eso se acuerda la gente, porque por el nombre de Luis García creo que hay unos cuantos… Muchas gracias, Juan”, responde Luisón, vacilón. Y prosigue: “¿Qué aprendí de él? Pues menos a dar palos... –él utiliza otra expresión más contundente–, porque en eso era insuperable. De hecho debuté porque a él le sancionaron tres meses”. Más risas.

“Siempre le he dicho a mi hijo Lucas que el partido de ida de la final es uno de los partidos que tiene que ver”, dice Lorenzo

Los porteros, quizás sea cosa de la posición, son más serios. El titular Lorenzo Rico hace un repaso a su carrera y cuenta cómo tuvo que jugar el partido de vuelta con fiebre. Además, recuerda con orgullo su partido de ida: “Siempre le he dicho a mi hijo Lucas –que escucha desde su asiento– que es uno de los partidos que tiene que ver, no para ver que su padre paraba mucho sino para ver cómo se para. Es uno de los partidos que más me gustó jugar”. Claudio Gómez, por su parte, fue el más sincero y el primero que admitió que el partido de vuelta en el Palacio de los Deportes les superó: “Por lo menos a mí, personalmente, el ambiente del Palacio me sobrepasó”. Él tenía excusa porque jugó con un dedo roto, aunque no lo sabía: “Me mandó Juan de Dios al hospital y no había luz, así que no me pudieron hacer pruebas. Me dijeron: ‘Majete, vete al Palacio que no podemos hacerte la radiografía’. Pero mi actuación no fue por el dedo”.

Agustín Milián se acuerda de su gol, el que no se vio por televisión y supuso la clasificación en Magdeburgo. “Si llego a fallar me comen todos”, ríe. Orencio Alhambra cuenta después cómo le fichó el Atlético desde Leganés: “Me fueron a ver, metí 15 goles y les gustó”. Fernando García recuerda cómo tenía que jugar de pivote o de extremo: “Yo lo que quería era jugar, me daba igual de qué”.

Van pasando los demás. Chechu Fernández lamenta que no pudiera jugar la ida por lesión y confiesa lo nervioso que estaba comentando el partido para Radio Nacional de España por no poder estar ahí. Ángel Cobo tampoco pudo estar, en su caso porque llegó a mitad de temporada y no pudo ser inscrito en Copa de Europa.

Paco Parrilla habla de la histórica pista del Atleti. “Se decía en Magariños que los extremos descansabais en la banda apoyándoos en la vaya que había”, comenta Acha. “También se decía que nos pasaban de vez en cuando las cañas desde el bar que había en la esquina”, replica Parrilla, histórico de Maravillas. Luismi le pregunta por su etapa posterior como entrenador, cuando el club estaba ya herido de muerte. “Eso de que el Atlético no continuara para mí era una herida muy fuerte. Me tocó de segundo entrenador, luego de primer entrenador… No podía dejar de existir el Atleti. Hicimos el esfuerzo para que Alcobendas fuera el Granollers de Madrid y allí lo intentamos”.

“‘Lorenzo, Lorenzo, ¿qué te pasa?’ Y en medio de esa vorágine me responde: ‘Doctor, quiero que salgas en la televisión’”

También hay tiempo para los que no jugaban pero ayudaban a crecer al equipo. Juan Hernández, ‘Juanito’ para todo el mundo del balonmano, ejercía de segundo entrenador y preparador de porteros. “He entrenado a grandes porteros. Lorenzo, aunque era bastante fantasma, entrenaba mucho”, dice con una mezcla de sorna y cariño. El doctor Vicente Concejero destacaba lo integrado que le hizo sentir el equipo de balonmano: “Fui médico del equipo de fútbol, pero lo mejor que me ha pasado es estar con este equipo de balonmano”. Además, dejó la anécdota más aplaudida de la tarde: “Un día en el Magariños, jugándonos la vida con el Barcelona, en un ataque a Lorenzo le hacen daño. Cuando salgo le digo: ‘Lorenzo, Lorenzo, ¿qué te pasa?’ Y en medio de esa vorágine me responde: ‘Doctor, quiero que salgas en la televisión’”.

Felipe Ruiz de Velasco era el enganche con la directiva del club, ‘Jefri’ era el delegado y Javier López Mingo actuaba de utillero, pero él mismo se define como ‘traedor’: “Trae esto, trae lo otro… Yo he cuidado niños, he aparcado coches y sobre todo he llevado agua”, relata. Por último, Goyo Puente era el encargado de recorrerse las canchas madrileñas en busca de nuevos talentos para el club.

Momento para los jefes

Y entonces llega el ídolo. Para muchos fue el mejor jugador que ha dado España, al menos en su época era el más determinante: Cecilio Alonso. “No nos llegamos a creer la situación en la que estábamos, nos sobrepasó un poco la final”, desvela el de Ciudad Real. “Nos vimos sorprendidos por el 3:2:1”, añade. Le preguntan por su importancia, por ser la referencia, por las defensas mixtas que sufría, pero él está empeñado en destacar a sus compañeros, su calidad como jugadores y lo mucho que le apoyaban como verdaderos amigos cuando pasaba momentos difíciles.

Faltan cinco, que por diferentes compromisos no han podido asistir. Son el central Rafa López León, el héroe de Praga Quique García, el polivalente Javier Reino, el único extranjero y a la vez el único zurdo Mikael Stroem y el malagueño Jesús Gómez.

“Yo empecé a intuir que el equipo llegaría a la final de la Copa de Europa la temporada anterior, vi que ya tenía un poquito de cuajo para esto”

Pero quien no falta es el entrenador, junto a Cecilio y Lorenzo la gran cara visible de este equipo. En épocas posteriores fue seleccionador español, directivo y presidente de la Federación Española. Pero él prefiere que digan que es “entrenador y profesor”. Se trata, por supuesto, de Juan de Dios Román. Precisamente como se autodefine como profesor, disfruta destacando cómo cada año incorporaban jugadores jóvenes procedentes de la cantera. “Trabajar con los juveniles fue siempre un objetivo del club y siempre nos dio rendimiento”.

El extremeño ya adivinaba tiempo antes que ese equipo iba a realizar grandes cosas: “Yo empecé a intuir que el equipo llegaría a la final de la Copa de Europa la temporada anterior. Cuando jugamos la eliminatoria contra el Gummersbach, que nos eliminó, yo vi que el equipo ya tenía un poquito de cuajo para esto”.

“Sólo se podía llegar allí con un grupo de jugadores tan magnífico como éste”. Con estas palabras de Juan de Dios, tan espontáneas como propicias, terminó el homenaje a un grupo de jugadores que hizo algo especial, que estuvo muy cerca de conseguir la gloria y que hizo que toda Europa mirara con fascinación y reconocimiento las rayas rojiblancas.

Partidos históricos

Partido de ida

Partido de vuelta

Fotos del cuerpo: Borja Álvarez (VAVEL).