Oscar Natalio Bonavena nació un 25 de septiembre de 1942 en el barrio de Boedo, Buenos Aires, Argentina. Hijo de Don Vicente Bonavena conductor de tranvía y una lavandera llamada doña Dominga Grillo, componente de una numerosa familia de nueve hermanos, las calles de Parque Patricio acogieron sus enormes y sueltas manos, aquellas que para pesar de sus progenitores sacaron a pasear sin cesar su rebeldía, la incontrolable hiperactividad de un niño que hizo de las pellas un oficio y del barrio su Universidad. Se doctoró en la pillería y en un enclave geográfico de barrio tan vario como el mundo, entre la calle Treinta y Tres Orientales 2189, en el deslinde entre Boedo y Nueva Pompeya, en Parque Patricios.

En el barrio de la Quema fue moldeado el mito, el de un gladiador de imponente genética, pies planos y voz aflautada, un chaval enfundado en la piel de la pobreza que llegó al boxeo a través del Carnaval, pues según cuenta su leyenda la falta de recursos le obligaban disfrazarse de boxeador, el torso desnudo, calzón y botas, aspecto con el que se reafirmó en su camino y vocación, haciendo de paso un guiño a una fama ganada a pulso y a puño en las calles de Parque Patricio. Quemero desde sus primeros pasos de vida aquel niño que vino al mundo con un peso 3, 959Kg se convirtió en un peso pesado de la memoria de Club Atlético Huracán, al que llegó tras dar varios bandazos vitales sin rumbo fijo, trabajando como pizzero, carnicero y picapedrero. Antes, a la edad de nueve años había sido expulsado de la práctica de pesas en San Lorenzo de Almagro y, tres años después, también lo sería del club.

Abandonó la escuela en sexto grado y aunque tenía en el boxeo su destino encontraba en el fútbol su otra pasión, pues la barra de Ringo Bonavena llegó a ser cuestión de fe para el seguidor del Globo y su nariz machacada se dejó buena parte de sus sueños en las vallas como agitador de la hinchada de los albinegros de Pompeya. En Club Huracán encontró su camino, donde el más guapo de la barra bullanguera encontró docencia en los hermanos Raggo, históricos profesores del club, que recibieron un enorme trozo de mármol con los pies planos y esculpieron a un David renacentista, un boxeador internacional. Un rudo David con los pies planos que en 1959 debutó y se consagró campeón argentino amateur de peso pesado, título que retuvo durante cinco años.

Bonavena eran tan buen boxeador como excéntrico, siempre supo que era un gladiador pero lo que verdaderamente quería ser es artista. Ringo sumó dos coronas latinoamericanas (1961 en Montevideo y 1962 en Buenos Aires) y una sudamericana (1962 en San Juan) en los pesos pesados, pero en 1963 protagonizó un desafortunado suceso en un ring que marcó buena parte del devenir de su carrera. En 1963 Ringo enfrentó al brasileño Lee Carr en San Pablo, representando a Argentina en los juegos panamericanos. Y a causa del enorme castigo que le estaba propinando Carr, recurrió a una acción antideportiva que le llevaría a la descalificación. Bonavena se defendió con un desafortunado mordisco en el pecho para frenar las constantes acometidas del púgil brasileño hecho por el que la comisión de boxeo le sancionó duramente. Sancionado por la FAB decidió emigrar a EEUU, donde acompañado por su hermano José afrontó un nuevo comienzo. Ringo descubrió a Ali, del que entre otras muchas cosas aprendió que un boxeador puede convertirse en artista, algo con lo que siempre soñó.

Simger se hizo cargo de su carrera y lo hizo debutar como preliminarista en el Madison Square Garden, logrando ése día, el 03/01/64 vencer a su oponente por KO en el primer round (Ron Hicks). El debut soñado en la catedral del boxeo, primera temporada del Madison, primera pelea, primer round, primer KO, primer minuto. No podía pedir más, el 31 de julio venció a Tom Mc Neely en su primera pelea como fondista en ese mismo estadio. Cerró el año con victorias ante Dick Wipperman y Billy Stephan, pero fue noqueado por Zora Folley, en su primer combate de 1965.

El combate ante Goyo Peralta

El experimentado boxeador lo envió a la lona y anestesiado por el golpe Bonavena emprendió su regreso a Argentina, pero el Ringo que regresó, ese boxeador poderoso, rudo y valiente, había incorporado a su ya de por sí excéntrica personalidad, la capacidad interpretativa de aquel tipo al que había descubierto en EEUU: Alí. Bonavena había dejado de ser un simple gladiador con la nariz rota para convertirse en un fenómeno social, un artista del boxeo que vivió uno de los puntos culminantes de su carrera en su enfrentamiento con el apreciado y querido Gregorio Goyo Peralta. El 4 de septiembre se citaron en el Luna Park 25.436 personas dispuestas a contemplar la victoria de Goyo, desde las cuatro esquinas llegaba el ensordecedor aliento para el héroe argentino y los abucheos para los malos modos y la fanfarronería de un villano de Boedo llamado Ringo. En el sentir de la gente resonaban las provocaciones del Alí de Boedo: "¿Peralta, estás escondido? Salí de abajo de la cama. ¿O estás en el baño?" Pero el tal Ringo, el bocón Bonavena que llevaba dos meses provocando, insultando y burlándose del caballero del ring, pegaba y mucho, era una roca, tenía unas inmensas manos hercúleas y la pegada de Poseidón.

Cuentan además que Peralta había despreciado a Ringo cuando este fue a Nueva York en busca del título mundial, había rechazado su ayuda como sparring y Ringo jamás se lo perdonó, por lo que la rabia que soltaron sus puños aquella tarde portaban el acero del rencor. La abrumadora inquina del respetable contra Ringo se diluyó en el quinto round, cuando un cross de izquierda impacto sobre la barbilla de Peralta definiendo la pelea y convirtiéndole en el nuevo ídolo. El regreso de Ringo fue triunfal, al día siguiente se vistió con su traje gris, se ciñó su cinturón de Campeón y salió a las calles para mostrarse transparente y accesible para la gente de su barrio. Luego, pocos días después fue a ver a su querido Huracán y al entrar al Palacio Tomás A. Ducó fue recibido con el canto: "Somos del barrio, del barrio de la quema, somos los hinchas de Ringo Bonavena".

Bonavena como dije fue un fenómeno social, un extraño caso de la física y la aerodinámica deportiva, pues con sus pies planos carecía de una base de sustentación adecuada para el boxeo profesional y los siempre durísimos pesos pesados, pero Bonavena lo fue, fue ídolo, fue un gran boxeador y un insoportable provocador. Cuentan que para efectuar la preparación física tenía que hacer footing en el Hipódromo porque solo podía correr cómodo sobre la arena. Sus golpes abiertos y largos tampoco eran muy ortodoxos, pero ese Bonavena fue el que hizo temblar a Ali, el que logró ganarle la partida dialéctica al fenómeno de Louisville. Antes de todo aquello, Bonavena venció al campeón canadiense George Chuvalo, combatió dos veces con Joe Frazier —la segunda de ellas por la corona de los pesos pesados de la World Boxing Association en diciembre de 1968— derrotó a Kart Mildedenberg, cayó ante Jimmy Ellis y se tomó la revancha ante Zora Foley. Para entonces Bonavena había traspasado lo meramente deportivo, se había convertido en un provocador profesional, en un artista del boxeo que había hecho pinitos como cantante y actor. No en vano tuvo su propio programa de televisión y fue admirado en un teatro de revista por la calle Corrientes de Buenos Aires con el montaje de Muchachos impacientes.

Bonavena - Ali, la historia de un gran combate

Por ello lo acontecido el martes 7 de diciembre de 1970 en el ring del Madison Square Garden de Nueva York ante el invicto Mohammed Ali, constituye la más apasionante experiencia de los 68 combates disputados en su carrera. Era lo que había perseguido siempre: Ali, al que superó ampliamente en los prolegómenos, pues la boca de Bonavena fue capaz de silenciar a un profesional de la provocación como el genio de Louisville. Ringo jugó a ser Ali, cuentan que lo dejó callado cuando osó recordarle su no presencia en Vietnam, llamándole gallina. Su osadía fue tal que no dudó en dirigirse al legendario boxeador como Clay, cuando le molestaba profundamente pues llevaba tiempo convertido al Islam, pero lo verdaderamente trascendente de aquella pelea fue lo que sucedió en el cuadrilátero de la verdad. Allá arriba no servían las provocaciones, los puños y el boxeo siempre se acababan imponiendo. Y Bonavena no solo no lo hizo mal, sino que lo hizo fenomenal; Ringo le dio duro en el noveno round, Ali falló un swing y su propio impulso lo mandó a la lona. El campeón norteamericano se vio especialmente comprometido con un gancho izquierdo que lo anestesió, haciéndole nublar todo en aquel instante, sintiendo vibraciones hasta en los dientes…

Ali estuvo al límite pero derrotó a Bonavena haciéndole caer tres veces en el último round, provocándole el único nocaut de su carrera, algo que no pudo hacer Joe Frazier en 25 asaltos. Como escribió Norman Mailer, Ringo se desplomó como un edificio, pero Bonavena había sido uno de los hombres más fuertes a los que se había entrenado Ali, como más tarde él mismo reconoció. Como dicen en su país, Ali fue guapeado por Ringo Bonavena, aquel combate enamoró a Argentina, que encontró en Bonavena un motivo para sentirse orgulloso de un ídolo de barrio en el que identificó un “Nuevo Martín Fierro”. Buenos Aires quedó paralizado en aquella medianoche del 7 de diciembre de 1970. Canal 13 registró un rating de 79,3 puntos, pero en el duro mundo del boxeo el héroe es efímero y la lona es el lienzo sobre el que se dibuja con sangre el olvido y los oscuros submundos de este deporte. Bonavena se quedó colgado de aquella pelea y quiso regresar a EEUU con la esperanza de lograr labrarse de nuevo un camino hacia una revancha con Ali, pero en esta ocasión no supo elegir los socios adecuados.

Tragedia en Reno, Bonavena es asesinado

Bonavena que estaba en pleno proceso de declive, tenía firmado un contrato con José Montano, promotor puertorriqueño de boxeo, pero este vendió el contrato de Ringo a quien sería una pieza clave en su asesinato: Joe Conforte, un siciliano de 53 años, que llegó a los Estados Unidos cuando tenía once. Conforte era un tipo de dudosa reputación vinculado al hampa, los negocios ilegales y la prostitución. Disputó su último combate el 26 de febrero en Reno, el púgil argentino derrotó al estadounidense Billy Joiner en un enfrentamiento a diez asaltos. El combate había sido organizado por Conforte y para el mismo constó como mánager Sally Conforte, esposa del mafioso de origen siciliano. Para desgracia del boxeo, de Argentina y del bueno de Ringo, el púgil protagonizó la crónica de sucesos en lugar de aparecer en las páginas deportivas tan solo unos meses después. El 22 de mayo de 1976 era una tarde lluviosa y gris en Argentina cuando una noticia que corrió como un reguero de pólvora cayó como una losa en la memoria de la gente: Bonavena ha sido asesinado en Reno (Nevada).

Su trágica muerte a la edad de 33 años desató un sinnúmero de conjeturas, expuestas a través de los diversos medios nacionales e internacionales. Su asesinato fue noticia destacada en las primeras páginas en los periódicos de los Estados Unidos, Europa y América latina. Fueron varias las hipótesis, cobrando peso un asunto de faldas relacionado con Sally, la esposa de 65 años de Joe Conforte.

Al parecer la estrecha relación que mantenían molestó profundamente a Joe, especialmente porque todas las propiedades estaban puestas a nombre de Sally, y esta estaba cada día más unida a aquel chico grande que la hacía reír. A los oídos de Joe llegó que Ringo iba diciendo lo siguiente sobre el Mustang Ranch, (burdel regentado por Joe): “Bienvenidos, espero que les guste mi lugar”. Conforte se la tenía jurada y según la hipótesis más fiable llegó a amenazar a Ringo con las siguientes palabras: “Con mi mujer haz lo que quieras, pero no te metas en mi negocio”.

Lo cierto es que Ringo, que vivía en una autocaravana cercana al Mustang Ranch, tenía decidido su regreso a Argentina un día antes de su muerte, cuando envió un enigmático mensaje a su viuda en el que se podía deducir que temía por su vida. Una semana antes los acontecimientos se precipitaron, todo comenzó el sábado 15 de mayo en una fiesta en el Mustang Ranch. Aquella noche Bonavena sostuvo una fuerte discusión con Willard Brymer, el guardaespaldas privado de Conforte. Ringo le pegó duro a Brymer, lo dejó KO y Conforte al conocer los hechos dio luz verde a Willard Brymer para cerrar el asunto Bonavena. En pocas palabras dictó su sentencia de muerte. Pocos días después Brymer se presentó en la caravana de Ringo, quemó su pasaporte y lo destrozó todo. Conforte había prohibido la entrada de Bonavena al local, pero Ringo jamás tuvo miedo a nada.

Bonavena se presentó en el Mustang Ranch con la intención de entrar por la fuerza. Eran las 6:15 de la mañana de un sábado 22 de mayo de 1976 cuando un balazo le reventó su enorme corazón, el disparo efectuado desde unos 28 metros según el sheriff Bob De Carlo, procedió de una Remington 30-06 portada por Willard Brymer, matón de Conforte que tras segar la vida de Ringo, regresó al local serenamente y con la suficiente sangre fría como para comerse un tazón de cereales. Al ser preguntado por el motivo del fusilamiento respondió que no fue intencionado y en último caso en defensa propia, pues tras decirle que se quedara quieto se llevó la mano a su bota derecha, donde según Brymer portaba una 38. Y efectivamente, en aquella bota Bonavena portaba el arma, pero con la particularidad de que esa 38 fue hallada en la bota derecha de Oscar, algo no entendible puesto que Ringo era zurdo y siempre se defendió con la fuerza de sus puños.

A su funeral llevado a cabo en Luna Park asistieron 150 mil personas, la conmoción que generó la noticia en su país fue profunda, Ringo apodado así por tener un peinado similar al del batería de Los Beatles, murió como vivió, como en una gran producción cinematográfica, de forma espectacular. Jamás fue comedido, todo lo contrario hizo todo por llamar la atención, pero era un buen tipo de sonrisa atorrante y espalda de gigante. Por encima de todo un gran boxeador, el Ali del Globo, fanfarrón con habano, su mercedes blanco y ravioles amasados por su vieja. La memoria de Argentina, el amor de la Quema, la barra recuerda al niño grande con cara y cuerpo de boxeador que puso Alí contra las cuerdas, es Ringo Bonavena un gigante en sus manos, un payaso acurrucado en cada puerta.

Foto 1: http://www.elgrafico.com.ar

Foto 2: http://www.latribuna.hn