En el imaginario ciclista existen lugares, símbolos, objetos, que nos identifican con un momento, un ciclista, una carrera. En un deporte tan icónico y visual como éste sigue sorprendiendo la presencia de una ratonera que saca a relucir lo peor del corredor. Es el Koppenberg, una de las señas de identidad de otra desconcertante prueba: el Tour de Flandes.

No es ni el muro más largo, ni el más técnico, ni el más explosivo. Es una extraña mezcla de todos ellos. Situado en Melden, dentro de la comuna de Oudenaarde (meta actual), sus 600 metros rectos, estrechos, inclinados en torno al 22% en algunos de sus tramos y pavimentados con un adoquín tosco y grueso, hacen aflorar la pasión humana en su versión más depredadora.

El Koppenberg, o el 'cerro de la cabeza', ejercía una efectiva función de filtro en el recorrido clásico de De Ronde, incluyéndose a unos 120 km. de la meta. En 2012, tras la profunda renovación del trazado, este pequeño monstruo, monumento protegido por las leyes belgas, ha dado varios vaivenes en su ubicación. En esta última edición, que tendrá lugar este domingo, estará situado a 44 km. para el final, con el pelotón ya colado.

En la edición 2014, el Koppenberg estará situado a 44 km. de meta, en un tramo estratégico

Caídas, embotellamientos, pinchazos y altercados entre corredores y aficionados, o entre los propios aficionados. En el Koppenberg no hay ley, y si la hay es la de la fortuna, o la del más fuerte. Según la tradición más arraigada del ciclismo flamenco, aquí se separa a los hombres de los niños. Es aquí donde se empieza a ganar el Tour de Flandes.

La díscola historia del muro se da la razón a su propia manera de ser, de existir. Incluido en carrera en 1976, en plena decadencia del fenómeno Merckx, el Koppenberg dio una dimensión más pintoresca y mítica a De Ronde, dejando imágenes para el recuerdo. Los desarrollos de la época no permitían superar con solvencia la tremenda rampa de pavés y las pérdidas de equilibrio, las montoneras y los momentos de tensión se generalizaron.

El Koppenberg tuvo gran parte de protagonismo en la memorable lucha entre Roger De Vlaeminck y Freddy Maertens en la edición de 1977. El primero atacó en sus rampas, a más de 100 km. de meta, y se llevó a Freddy con él, al que no soltó hasta la meta. Poco después, Maertens fue descalificado por un cambio ilegal de bicicleta justo antes de afrontar el famoso muro. Por su parte, otro de los dominadores de la época, Bernard Hinault, tuvo sus más y sus menos con el Koppenberg, al que calificaba siempre como “un circo” y “una porquería”.

Tras el incidente de Skibby, el Koppenberg fue eliminado del Tour de Flandes en 1988

Tras doce años haciendo de las suyas, este particular 'paso de las Termópilas' flamenco desapareció del recorrido en 1988. La gota que colmó el vaso de los organizadores, y corredores, fue el incidente del danés Jesper Skibby un año antes, cuando rodaba escapado por el Koppenberg. Su lucha contra la pendiente y el pavé fue estoica. Los jaleos del numeroso público congregado en las cunetas le daban el último aliento que necesitaba, pero el bueno de Jesper, enrolado por entonces en el equipo Roland, perdió finalmente el equilibrio y cayó.

Pero su mala suerte no acabó ahí. El coche del director de carrera golpeó la parte trasera de su bicicleta para poco después rematarla en el suelo de manera ilógica. Los abucheos en las vallas fueron intensos y Skibby se vio obligado a andar colina arriba, junto a su inseparable mecánico, para poder cambiar sus maltrechas ruedas.

Tuvieron que pasar 15 años más para poder ver de nuevo el Koppenberg en carrera. Se mejoró y acondicionó el firme para hacerlo más practicable y se aumentaron las medidas de seguridad en el muro. Con todo ello, la cuesta siguió causando estragos, rompiendo el pelotón en mil pedazos tras su paso. Mítica es la imagen de Fabian Cancellara en la edición de 2009, llevando a cuestas su averiada bicicleta, algo que le obligó a abandonar poco después.

Con su amplia legión de defensores y detractores, el Koppenberg, a pesar de su corta historia, se ha incrustado con maestría en la personalidad del ciclismo flamenco y de su prueba reina, el Tour de Flandes. Él mismo protagoniza una de las pruebas más prestigiosas del ciclocross belga, el Koppenbergcross, evento que congrega a más de 10.000 personas a comienzos de noviembre.

Por el momento, el Koppenberg se ha estabilizado dentro del perfil del Monumento flamenco e incluso, a partir de este año, cobrará más protagonismo. Situado esta vez entre los dos pasos del Kwaremont-Paterberg, obligará a los favoritos a dar un plus más de esfuerzo y colocación, esto último un valor esencial para su doma.

Claude Criquielion, histórico corredor belga y ganador de ese accidentado Flandes de 1987, reconoce la mayor dureza del Koppenberg antiguo, el anterior a 2002, pero advierte a los corredores actuales: “Aunque los adoquines corten menos y estén mejor colocados, creedme, esto sigue siendo muy duro”. Por su parte, Fabian Cancellara, habla de una carrera más selectiva y abierta con la nueva ubicación: "El Koppenberg causará una gran explosión y el drama continuará en las siguientes subidas".

Lo que en su día fue un nuevo reclamo para hacer de Flandes la carrera más dura del mundo, hoy sigue siendo pasto del ciclismo más visceral, más extremo y más desconcertante. A pesar de las mejoras, de las nuevas bicicletas y del aumento de la seguridad, el Koppenberg resiste todavía a su concepción primigenia de guerra, sufrimiento y honor. Y este domingo aguardará, silencioso, a sus víctimas, los ciclistas.

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Sobre el autor
Javier Ruiz
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