Los verdaderos amantes del ciclismo, fieles a descubrir lejanos horizontes y aventuras, imposibles de asimilar para el hombre de a pie, buscaron nuevos límites en un territorio donde la bicicleta forma parte del paisaje, tanto rural como urbano. La región de las Ardenas, que discurre desde el norte de Francia hasta el extremo más occidental de Alemania, se amplió más allá de las colinas de Valonia gracias al capricho de Herman Krott, magnate del ciclismo holandés y mánager del equipo amateur Amstel Bier. Krott quería hacer de su país el escenario de una gran clásica, que rivalizase con el Tour de Flandes o la Milán-San Remo.

De ese deseo romántico y patriótico nació la Amstel Gold Race en 1966, en plena ebullición juvenil, en plena época de cambios, tanto sociales como políticos. La Amstel es hija de su tiempo. Irreverente como la cerveza que le da nombre, hizo crecer su apogeo en los alocados setenta, de la mano de una generación de clasicómanos inigualable: Verbeeck, Merckx, Maertens o Raas, este último el recordman de la prueba con cinco victorias. Especialmente llamativas eran las primas que Krott prometía a las figuras por venir a disputar su carrera, algo que aumentó considerablemente el prestigio de la prueba en el calendario internacional.

Creada para rivalizar con las clásicas flamencas y Milán-San Remo, la Amstel puede presumir de haber visto correr a grandes figuras de la bicicleta

El cambio de fechas (las primeras ediciones se corrieron entre Flandes y Roubaix), la llegada de la Copa del Mundo y la irrupción del Cauberg en 2003 como meta acabaron por conformar una prueba con fuerte personalidad, que discurre y da fama a la pequeña región de Limburgo, al sur del país. Maastricht seguirá siendo la salida de una carrera colorista, casi idílica, que esconde a su vez trampas y laberintos, subidas y bajadas, pasión y ciclismo. El Cauberg, la cota final de 1,2 km. y emblema actual de la Amstel, perdió sus gradas y su flamante pancarta de meta el año pasado, debido a la intención de la organización de plantear una prueba más abierta y disputada, no sólo encerrada en la mítica cuesta de Valkenburg.

La idea surgió del pasado Mundial de 2012, disputado en esta localidad holandesa. Ahora el final se sitúa 1,8 km. después de coronar, en medio de un llano donde no hay respiro y la estrategia se dispara, premiando más la inteligencia que la fuerza bruta. La victoria en solitario de Roman Kreuziger en este primer ensayo resultó ser satisfactoria para los organizadores, que no han dudado en mantener este modelo, contrario a la actual tendencia uphill.

Pero sería muy arriesgado acotar esta clásica a sus últimos tres kilómetros. La Amstel es o pretende ser mucho más. El número de cotas, 34, ha aumentado en una en este renovado trazado de 251 km. No hay prácticamente descanso en cada uno de ellos. Desde el km. 9 se suceden subidas, bajadas, curvas, isletas, carretera minúscula, más y más cotas. No suele haber estragos significativos, aunque el estrés que se vive por coger la posición desgasta silenciosamente al corredor. Todo ello, unido a que tras el último paso por el Cauberg (hay cuatro) empieza a otra carrera, la de la victoria, hace de esta clásica la más técnica y abierta del Tríptico.

Tanto es así que sólo dos hombres han conseguido repetir triunfo de manera consecutiva: Jan Raas (1977-78-79-80) y Philippe Gilbert (2010-2011). Dominar en Amstel es complicado. Siempre hay un numeroso grupo de ciclistas que se preparan concienzudamente para esta carrera. Los marcajes y la colocación, sobre todo en los últimos berg, hacen que el dorsal número 1 esté más vigilado que de costumbre, impidiendo su libertad de movimientos y aumentando el factor sorpresa.

Sólo Raas y Gilbert han logrado encadenar triunfos consecutivos, en una clásica abierta a los marcajes y las sorpresas

Marginado el final en cuesta, las escenarios se multiplican. La formación de cortes en los últimos 20 kilómetros, coincidiendo con el tercer paso por el Cauberg, pueden acabar en buen puerto si hay fuerzas y colaboración. La última edición, ganada desde el córner por Kreuziger, es buen ejemplo de ello. Sin embargo, las posibilidades de que las últimas rampas decidan el ganador, como en el Mundial 2012, siguen siendo las más realistas, y es ahí donde entra en juego la actuación de hombres como Alejandro Valverde, Michal Kwiatkowski o Philippe Gilbert, los grandes aspirantes a suceder al checo de Tinkoff en el podio cervecero.

Valverde, ganar para convencer

El primero de ellos aterriza en Holanda bajo un halo de presión añadida. El líder de Movistar Team, a punto de cumplir 34 años, va, sorprendentemente, cada año a más. Ha protagonizado el mejor comienzo de temporada de su dilatada trayectoria profesional, logrando siete victorias, un tercer puesto en Strade Bianche y un quinto en la general de País Vasco.

La conformación de un calendario diferente, plagado de carreras de un día, ha influido en la consecución de estos excelentes resultados. Valverde, en su camino hacia las Ardenas, que marcan el final de este primer pico de forma, ha corrido nueve clásicas y semiclásicas, ocho de ellas de manera consecutiva, desechando objetivos más tradicionales como París-Niza o Tirreno-Adriático. En tres de ellas ha logrado levantar los brazos (Murcia, Roma Máxima y el GP Miguel Indurain), sacando a relucir unas piernas indestructibles.

El depósito del murciano parece no agotarse y es como el de las buenas bodegas, cuanto más añejo, mucho mejor. Pero a ese tanque le falta algo: llenarlo con combustible de primera calidad, aportar victorias de calado. Ganar en Roma y Estella queda bien de cara a la estadística, pero el aficionado pura sangre quiere ver triunfos que trasciendan, que queden guardados en el cofre de las esencias ciclistas.

Valverde debe volver a definirse en estas tres próximas carreras, venciendo a gente de calidad y otorgando el primer triunfo español en la Amstel. Él es consciente de esa presión ambiental y no esconde sus verdaderos deseos. “Vengo aquí con la única idea de ganar”, indicó, ambicioso, antes de viajar a Maastricht. Su segundo puesto del año pasado le supo a poco y en esta temporada se siente confiado por los últimos resultados obtenidos. “Nos están saliendo bien las cosas, por eso llegamos aquí con la moral alta, aunque tampoco será nada fácil”, explicó el español, sabedor de que el nivel en las cotas de Limburgo será mayor que en clásicas precedentes.

Kwiatkowski, temperamento e ilusión

Entre esos escollos, la nueva sensación del pelotón: Michal Kwiatkowski. El polaco de Omega Pharma llega a un punto clave que le servirá, bien para confirmar las expectativas, bien para seguir aprendiendo y corregir errores. Michal apunta a corredor total, a dominador, a nuevo 'caníbal'. Lo aportado en estos dos meses y medio de competición le ha valido para ser comidilla habitual en prensa y foros de aficionados.

Cinco victorias, entre ellas la general de Algarve o Strade Bianche, un segundo puesto en País Vasco y el cuarto puesto en la Amstel 2013 son las razones para colocarlo, sin lugar a equivocarse, entre los grandes favoritos para el domingo. Con un calendario similar al de Valverde, cuyos objetivos son Ardenas y Tour, Kwiatkowski, de 23 años, no parece asimilar la presión de otras figuras precoces, que parecen deshincharse en cuanto la temporada toma un cariz más exigente. Sus piernas en la Itzulia parecían estar encerradas en un tope, ansiosas por mostrar un potencial cuyo techo sigue siendo desconocido.

La inestimable ayuda de un potente bloque, en el que también aparece la nueva sensación holandesa, Wouter Poels, facilitará las cosas en el ondulante terreno de Limburgo. “El balance obtenido este año me hace afrontar con mayor presión Amstel, pero no tiene por qué cambiar las cosas. La clave estará en reservar fuerzas para el Cauberg y estar bien colocado en las primeras posiciones”, apunta Kwiatkowski.

Territorio Gilbert

No es menos presión la que oprime a Philippe Gilbert. El valón llega a su terreno, a su carrera, la que dominó al comienzo de esta década con una superioridad insultante. Pero el último estandarte del ciclismo belga ha perdido su varita de la mágica temporada de 2011 y aún no ha logrado encontrarla.

Philippe Gilbert, rodando destacado en el Cauberg (foto: Michiel Jelijs).

Llega 2014 y ese carácter ganador sigue sin florecer y dar su fruto. Bien es cierto que su única victoria de la temporada, el pasado miércoles en Flecha Brabanzona, dota de moral a un ciclista perdido en un mar de dudas y fobias, nacidas tras su fichaje por BMC. Ha preparado con mimo, como cada año, unas carreras que le han dado todo, que lo han definido como ciclista. El Cauberg es territorio Gilbert, y a buen seguro lo veremos luchando codo a codo contra Valverde y Kwiatkowski, sin perder su habitual pundonor.

Sagan, el gran ausente

La posibilidad de ver bellos enfrentamientos entre los grandes nombres de esta temporada es bastante alta, si bien este año falta un fuerte pilar para sostener el espectáculo. Peter Sagan ha sacrificado su habitual viaje por las florecientes colinas, centrando todos sus esfuerzos en el adoquín de Roubaix. No le ha salido del todo mal el cambio al eslovaco, cerrando una gran actuación, con ataque y sexto puesto incluido, en su primera participación en el Monumento galo.

El eslovaco cerró su primera parte de la temporada en Roubaix y no reaparecerá hasta el Tour de California (11 de mayo)

Los discretos resultados en la pasada Amstel y Flecha acabaron por influir en esta ligera modificación para 2014. No obstante, Sagan retornará en el futuro a tierras holandesas, en una prueba de la que es potencial ganador y en la que ya ha logrado ser podio, en la edición de 2012.

A pesar de la ausencia del campeón eslovaco, la Asmtel 2014 puede presumir de albergar a lo más granado del sector clasicómano y vueltómano. Simon Gerrans, tercero el pasado año, vuelve al primer plano de interés tras dejarse ver en Brabante, lo que indica que su forma crece exponencialmente al llegar esta cita. Misma situación para Kreuziger, vencedor el año pasado, aunque en esta ocasión sus opciones quedarán minimizadas por el marcaje a que será sometido.

Purito regresa a la Amstel con una Volta bajo el brazo (foto: Oriol Trasserra / VAVEL).

La lista de dorsales sigue albergando nombres interesantes. Joaquím Rodríguez, por ejemplo, regresa a la competicion directo desde las laderas del Teide, su lugar de recogimiento y preparación. Amstel no es la carrera de sus sueños. Mismamente abandonó el año pasado por unas molestias en su rodilla. Pero alberga buenos precedentes y actuaciones destacadas en ediciones aisladas, como en 2011, logrando ser segundo. No se le deberá perder de vista si encuentra su momento mágico en el Cauberg.

Betancur, Nibali, Costa, Ulissi, Van Avermaet, Boasson Hagen. Grandes nombres que también lucirán en una carrera de estrellas, bañada con la mejor cerveza. Se inicia una de las épocas más bellas y atractivas de la temporada. Amstel Gold Race es un punto de encuentro, el inicio de un ciclismo de tradición, de asfalto, de cotas, de color.

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Sobre el autor
Javier Ruiz
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